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¿Se imaginan celebrar la Navidad en España en plena ola de calor y con miles de personas en las playas? Unas fiestas como disfrutan en el hemisferio sur en la actualidad. Es una posibilidad remota, pero que los científicos sopesan porque la Tierra es ... un planeta por descubrir y sus misterios dividen a la comunidad científica.
Los últimos investigadores que han lanzado sus hipótesis sobre nuestra casa han sido los profesores Yi Yang y Xiadong Song de la Universidad de Pekín. Publicaron un estudio donde afirmaban que el núcleo interno de la Tierra ha dejado de girar en la misma dirección que el resto del planeta e incluso podría estar rotando en sentido opuesto. Esto podría influir en la duración de los días y en el comportamiento del campo magnético del planeta.
Según sus conclusiones, la rotación del núcleo interno de la Tierra cambia de dirección cada pocas décadas. Este estudio apunta que hay vínculos físicos entre todas las capas de la Tierra, desde el núcleo interno hasta la superficie, y que ese tira y afloja hace que el núcleo interno gire en un sentido u otro en un ciclo de aproximadamente 70 años. Un fenómeno que produce inapreciables alteraciones en el campo magnético terrestre o en la duración de los días, que aumentan y disminuyen en una fracción de milisegundo cada seis años.
Además, la Tierra sufre también la inversión magnética o 'vagabundeo polar', tal como lo denominan los científicos. Los polos magnéticos, norte y sur, no siempre estuvieron donde se encuentran hoy.
No es que esta inversión vaya a suceder mañana, pero no se puede prever cuándo. Se sabe que ha ocurrido al menos en 170 ocasiones durante los últimos 75 millones de años. La última vez fue hace 780.000 años. Como en el caso del núcleo, hay numerosas teorías que apuntan a los orígenes de la inversión magnética. La mayoría señala su relación con el efecto electromagnético que genera la Tierra, tanto por su rotación como por el desplazamiento de su núcleo. Otros estudios apuntan a la influencia que tiene el movimiento de las placas tectónicas de la corteza terrestre y los materiales que inciden sobre el núcleo.
A todo lo anterior se une un tercer fenómeno, el desplazamiento del eje de rotación del planeta. Lo que se llama deriva polar, que desde 1980 ha supuesto que el eje se moviese cuatro metros en dirección este. Aquí las teorías apuntan a un cambio de las masas de agua del planeta por el deshielo de los casquetes polares y el agotamiento de las reservas subterráneas. Esto cambiaría las inercias propias de la misma Tierra.
En todo caso, los científicos avisan de que no hay que preocuparse por estos fenómenos, al menos por el momento. Ninguno de ellos está relacionado con la extinción de las especies. Otra cosa son los efectos que puedan tener sobre la electrónica, las comunicaciones o los sistemas de navegación.
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