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ALBA PELAEZ
Viernes, 5 de noviembre 2021
La lava del volcán de Cumbre Vieja no solo está devastando poblaciones a su paso. También está provocando una transformación en el terreno y el paisaje de La Palma. La repercusión de este cambio de extensión y altura es vital para los cartógrafos, que tendrán ... que reelaborar los mapas una vez finalizada la erupción y para el mundo de la navegación, ya que los nuevos accidentes costeros pueden suponer un problema para los barcos.
«Por el momento, no hay una cartografía clara al respecto porque la isla continúa cambiando», explica Marcos Pavo, Jefe del Área del Registro Central de Cartografía del Instituto Geográfico Nacional (IGN). El proceso de renovación del mapa comenzó en el momento en el que el Cumbre Vieja volvió a rugir este septiembre tras más de cuarenta años en silencio. Sin embargo, finalizar esta tarea puede llevar «meses, incluso años», afirma Pavo, «por el momento, estamos pendientes del seguimiento que se está haciendo con drones o imágenes satélite».
El primer paso para esta nueva descripción del terreno hay que darlo desde las alturas, concretamente sobrevolando la isla: «con las escalas con las que trabajamos, de 1:25.000, no es habitual utilizar la topografía clásica. Nos serviremos de la fotogrametría aérea, tomando imágenes desde un avión», aclara Marcos Pavo.
Para obtener una versión vectorial de las instantáneas, Pavo aclara que se deben «aplicar procesos geométricos y matemáticos a las fotos para digitalizarlas». Tras esto, llega la fase de «formación», en la que hay que comprobar si la interpretación del mapa se ajusta a la realidad: «Hay que visitar aquellos elementos que no están claros en la foto y añadir la toponimia». En el caso de La Palma, esta no es la primera vez en la que se tiene que volver a trazar el relieve de la isla. La última fue en 1971 tras la erupción del Teneguía.
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Pero de forma simultánea, e incluso anterior a este trabajo de reformulación del mapa geológico, Pavo avisa: «No hay que quedarse solo con la cartografía terrestre, ya que la línea de costa también está cambiando y pueden aparecer accidentes nuevos». Los barcos siguen sus propios mapas y para navegar con seguridad deben saber lo que tienen sobre el mar, pero también lo que hay bajo la superficie.
En este sentido, antes de elaborar la carta naútica definitiva de esta zona, «se publicará el aviso a navegantes, aunque el mapa no haya sido modificado», describe Pavo. Estas alertas que manda el Instituto Hidrográfico Nacional son muy necesarias en situaciones en las que «el fondo marino no sufre un cambio normal, sino que es resultado de una transformación abrupta y no tiene por qué seguir un patrón», argumenta Pavo.
Las consecuencias de este cambio también estarán plasmadas en las publicaciones académicas: «En el caso de los libros de texto de las escuelas, los mapas están hechos a pequeña escala, por lo que podrían añadir reseñas pero la cartografía tendría poca visibilidad. Sin embargo, esto es todo un hito para las carreras universitarias que estudien el terreno, por lo que el fenómeno se actualizará enseguida en los manuales, no tanto el mapa, aunque las nuevas ediciones sí recogerán el cambio. Tanto en España como fuera», opina Pavo.
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