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Hace años, en uno de sus primeros trabajos sobre matemáticas, Michel Talagrand reconoció que solo tres personas en el mundo entendían lo que estaba haciendo. Una de ellas era él mismo. Este miércoles este francés de 72 años ha recibido el Premio Abel, uno de ... los dos premios más importantes que puede recibir un matemático. El otro es la Medalla Fields, que reconoce la labor de matemáticos menores de 40 años. Ambos son considerados los Nobel de un área que el químico, inventor y empresario sueco obvió en 1895 cuando en sus últimas voluntades creó los galardones que llevan su nombre. Los Abel -apellido de un destacado matemático noruego- se crearon en 2002 y los otorga anualmente la Academia Noruega de Ciencias y Letras. Los Fields -recuerdan a un matemático canadiense- nacieron en 1933 y se entregan cada cuatro años.
«El tema común de los descubrimientos de Talagrand es trabajar y entender los procesos aleatorios que vemos a nuestro alrededor. Una comprensión minuciosa de esos fenómenos es esencial en el mundo actual», destacó la academia noruega, que ha subrayado también «sus contribuciones a la teoría de la probabilidad y el análisis funcional, con aplicaciones excepcionales en física matemática y estadística«. Entre esos procesos aleatorios están la altura de las olas del océano rompiendo en el mar o los vaivenes de la Bolsa.
Nacido en la ciudad sureña de Béziers en 1952, su interés en las ciencias empezó cuando tenía 7 años. Entonces, su padre se suscribió a una revista científica. «Leí todos los artículos de cabo a rabo, y solo entendí fragmentos, pero lo suficiente como para despertar mi interés por las ciencias», recuerda el propio matemático en una autobiografía que escribió en 2019 cuando se le concedió el Premio Shaw, otro prestigioso galardón del campo de las matemáticas.
Su vida giró definitivamente hacia las matemáticas justo antes de cumplir 15 años. Talagrand nació con una predisposición genética que hacía que sus retinas fueran muy frágiles. Con solo cinco años perdió la visión en el ojo derecho. Una década después sufrió un desprendimiento de retina en el izquierdo. Por precaución tuvo que dejar de hacer deporte -con el tiempo se redimió y acabaría corriendo una maratón en tres horas y media- y durante el mes que permaneció hospitalizado, su padre le visitaba después de trabajar. «Trató de mantener mi cerebro funcionando enseñándome matemáticas mientras mis ojos estaban vendados. Así aprendí el poder de la abstracción».
Cuando volvió a la escuela seis meses después se había convertido en un estudiante de sobresaliente en matemáticas y física. No tanto en las clases de lenguaje, que no se le daba nada bien. «El francés no es conocido por su sencillez», decía en las mencionadas memorias. En el último año de Secundaria ocupó el tercer lugar en las 'Concours Général', una especie de Olimpiadas de estas disciplinas para los alumnos más destacados del país. Dos años después de ingresar en la universidad tuvo que elegir entre sus dos grandes aficiones. Y fue práctico. «En aquella época en física no tenía trabajo en el futuro inmediato, así que elegí matemáticas». Se doctoró en 1977 y entró a formar parte del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS, por sus siglas en francés).
Mientras su carrera científica avanzaba y conocía a la que sería su mujer -le pidió matrimonio sin casi conocerla. Ella tardaría tres años en aceptar-, su miedo a perder la visión no le abandonó en ningún momento. Hasta que decidió dejar de visitar a su oftalmóloga. «Al fin y al cabo, que no haya noticias es una buena noticia». Así fue hasta que en un viaje a la India de dos meses en 1981, un carterista le robó las gafas y se vio obligado a volver a la consulta. Su única retina sana estaba a punto de desprenderse. Una operación con láser salvó su ojo y su carrera matemática, en la que reconoce «haber escrito muchas cosas bastante insignificantes. Pero estos no fueron esfuerzos en vano. A menudo, lo que aprendí al escribirlos resultó ser un paso adelante para futuros descubrimientos importantes».
Talagrand recibirá su premio, dotado con 7,5 millones de coronas noruegas (647.000 euros), en Oslo el próximo 21 de mayo. Sucede en el palmarés al argentino Luis Caffarelli, el primer latinoamericano en ganarlo.
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