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Josemi Benítez y Julio Arrieta
Domingo, 7 de noviembre 2021
No es muy común que una muela sea noticia. Al fin y al cabo, todo el mundo ha vivido la experiencia de perder alguna, bien por caída o extracción, y rara vez la tratamos como un objeto precioso. Sin embargo, una pieza dental de este tipo protagonizó los titulares cuando se dio a conocer el hallazgo de un molar en la cueva de El Castillo, en Puente Viesgo, Cantabria. Es un yacimiento famoso y conocido, porque es uno de los principales santuarios del arte paleolítico. Por ello, puede resultar desconcertante que la noticia fuese la aparición de un diente, aunque perteneciera a un neandertal. ¿Por qué es tan importante? «Porque es una gran fuente de información», responde José Manuel Maíllo, arqueólogo, profesor de la UNED y director del Proyecto Cueva de El Castillo. «Nos puede decir mucho del individuo al que perteneció. Desde su sexo a si padecía algún tipo de enfermedad, o lo que comía».
La cueva de El Castillo es un yacimiento de una potencia espectacular. Incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, atesora una larguísima secuencia de ocupación que se remonta 120.000 años. Las primeras excavaciones se llevaron a cabo a comienzos del siglo XX y el equipo de Maíllo recoge el testigo de las llevadas a cabo por Victoria Cabrera y Federico Bernardo de Quirós a partir de 1980. «Parte de nuestro trabajo es revisar estas excavaciones previas», además de mantener las propias en un zona conocida como 'el sondeo'. Precisamente fue al limpiar el corte de la excavación cuando se encontró la muela, «en el nivel 20C y rodeada por muchísimo material del Musteriense».
El nivel está datado en torno a los 60.000 años, así que el diente tenía que ser forzosamente de neandertal, extremo «que confirmó María Dolores Garralda, que es la paleoantropóloga del equipo». Esta experta «conoce muy bien estas piezas y sobre todo las de los neandertales que ya han aparecido en la cueva del Castillo». Porque esta muela se suma a la 'colección' de otros restos humanos del Paleolítico Medio ya encontrados aquí por Cabrera: «una muela, un incisivo, el fragmento de una falange, la cabeza de un fémur y tres dientes de niño», expuestos en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (Mupac).
Los neandertales tenían una dentadura muy parecida a la nuestra, la de los humanos modernos, con el mismo número de piezas –32–, tipos y distribución de las mismas. Como explica el paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh), «su dentadura tenía una serie de rasgos muy particulares, que comparten con otros ancestros. Algunos de estos caracteres aparecen hace casi un millón de años, porque los tiene la especie 'Homo antecessor' de Atapauerca».
Los incisivos de los neandertales son más grandes que los nuestros, más robustos. «Los rebordes se retuercen y tienen una forma de pala característica. Los incisivos y caninos tienen raíces más grandes, prácticamente el doble que las nuestras». Nos parecemos bastante en el tamaño de premolares y molares. No hay grandes diferencias, «lo que pasa es que, en nuestro caso, hay mucha diferencia de tamaño entre los primeros tres molares, mientras que en los neandertales las tres piezas tienden a tener un tamaño parecido».
Un diente es una mina de información. «Como dice una compañera, María Martinón Torres, es para las personas como una caja negra para un avión». Un diente «te da una idea de las posibles enfermedades o carencias alimentarias que ha tenido una población; te dice mucho del desarrollo de un individuo, te da pistas de la dieta, porque puedes examinar los isótopos, y una cosa muy interesante, conseguir proteínas del esmalte y la dentina».
El análisis de los dientes ha permitido ampliar la imagen que se tenía de la dieta de los neandertales. Estos fueron los primeros homínidos descubiertos –de hecho, antes de que Darwin desarrollara la teoría de la evolución– y muchos de los yacimientos clásicos se excavaron cuando los métodos y tecnologías de los que se sirven Maíllo y Bermúdez de Castro no existían. Esto condicionó mucho la interpretación arqueológica, que se basaba en los restos más tangibles, en 'lo gordo' que aparecía en los yacimientos. Básicamente, los huesos mejor conservados, es decir, los de los grandes animales. Esto perfiló una primera imagen tópica de los neandertales como cazadores de grandes herbívoros –de bisontes, de renos, de mamuts...–. Pero ahora se ha podido comprobar que también comían animales más pequeños –conejos, tortugas– y vegetales.
Así que la respuesta a la pregunta de qué comían los neandertales puede resultar desconcertante por obvia: «Comían lo que podían, lo que tenían al alcance de sus recursos en su medio», resume Bermúdez de Castro. «Cada homínido ha comido lo que ha podido, lo que ha tenido a su disposición». «Los homínidos de nuestra filogenia, o de nuestra genealogía si se prefiere, siempre, siempre hemos sido omnívoros», recalca. Los neandeartales se alimentaron «de todo lo que tenían a su disposición. Si vivían en la costa, pues marisco. ¿Que tenían a su alcance unos bisontes? Pues los cazaban y se los comían. ¿Que tenían oportunidad de recoger frutos? Pues también». Y, en ocasiones, consumían individuos de su propia especie: a partir del 'Homo antecessor', «hay evidencias de canibalismo en todas las poblaciones. Y particularmente en neandertales».
Precisar la dieta que seguía el individuo al que perteneció el molar hallado ahora en El Castillo es uno de los objetivos de los análisis a los que se someterá esta pieza. «Lo primero que vamos a hacer será un escaner, a partir del cual se podrán hacer los estudios morfológicos». También «queremos sacar una muestra de ADN para conocer un poco más la biografía del individuo y su carga genética». De cara a la cuestión de la dieta, se verá si la muela tiene restos de sarro. «Se ha visto que es un elemento que permite comprobar si el individuo ha comido vegetales o no y, en el mejor de los casos, detallar la propia especie de los vegetales, que están un poco más difuminados en la dieta de los neadertales». Dadas las duras condiciones medioambientales en las que vivían, «es más complicado saber de dónde los podían sacar y lo que podían sacar».
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