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El clásico diagrama con el que antaño se explicaba la evolución humana como un cambio lineal con una fila de cinco o seis individuos, un par de ellos siempre con lanza, desde un homínido muy mono hasta un hombre moderno, cada vez más erguidos, ya ... solo sirve para decorar camisetas y hacer memes. Los avances de la paleoantropología han transformado el 'árbol' de la evolución en algo cada vez más parecido a un arbusto, con especies nuevas en sus cada vez más numerosas ramas. La del 'Homo naledi' es una de ellas.
Este homínido del género 'Homo' fue descrito en 2015, cuando un equipo liderado por Lee Berger, investigador de la Universidad de Witwatersrand de Johannesburgo, identificó los restos de 15 individuos en el sistema de cuevas Rising Star, en Sudáfrica. Ahora, el mismo grupo científico ha enriquecido esta colección de ejemplares de 'Homo naledi' con la publicación de la reconstrucción del cráneo de un niño de la especie en dos artículos en la revista 'Paleoanthropology'.
Los restos de este niño fueron encontrados en un punto extremadamente remoto del complejo de Rising Star. El punto donde los huesos fueron localizados y extraídos está a unos 12 metros de la Cámara Dinaledi, el yacimiento del descubrimiento original de 2013, publicado en 2015. Además de por haber aportado el grupo de homínidos más grande descubierto hasta el momento en África, el sitio es conocido por su difícil y estrecho acceso, a cuyo lado el de la famosa Sima de los Huesos de Atapuerca es un cómodo paseo.
El acceso a la cámara Dinaledi es tan angosto que la parte del equipo científico que pudo entrar en él fue seleccionada por su baja estatura y delgadez. Entre otros obstáculos, había que superar un paso de apenas 25 centímetros de ancho. Solo seis especialistas pudieron entrar, las seis mujeres: Hannah Morris, Marina Elliott, Becca Peixotto, Alia Gurtov, K. Lindsay Eaves y Elen Feuerriegel.
Los restos del cráneo aparecieron solos, sin rastro del resto del cuerpo. Son 28 fragmentos de cráneo y seis dientes. Los expertos concluyeron que todos pertenecían a un mismo individuo porque muchos de ellos encajaban entre sí, según el paleoantropólogo Darryl de Ruiter, coautor de uno de los artículos. Una vez 'montados', muestran parte de la cara –las órbitas–, la parte superior del cráneo y algo de la dentición. El pequeño murió hace casi 250.000 años cuando tenía aproximadamente de cuatro a seis años. El equipo le ha dado el nombre de Leti, a partir de la voz setswana 'letimela', que significa 'el perdido'.
«Este es el primer cráneo parcial de un niño de 'Homo naledi' recuperado, lo que comienza a darnos una idea de todas las etapas de la vida de esta notable especie», dice Juliet Brophy, que ha dirigido el estudio sobre el cráneo y la dentición. El descubrimiento del cráneo de un niño homínido es un hallazgo extremadamente raro en el registro fósil, ya que los restos juveniles tienden a preservarse peor, o directamente a no conservarse, por su mayor fragilidad. El tamaño del cerebro de Leti se estima en alrededor de 480 a 610 centímetros cúbicos, «alrededor del 90% al 95% de su capacidad cerebral adulta», según Debra Bolter, coautora de uno de los artículos de 'Paleoanthropology'.
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En cuanto a su antigüedad, se ha establecido por asociación a la de los restos de la Cámara de Dinaledi. Su proximidad y el grado parecido de preservación ha llevado a los expertos a situarlos entre 335.000 y 241.000 años, dentro de la cronología 'rejuvenecida' que se maneja ahora en torno al 'Homo naledi'. Cuando fue descubierta, a esta especie se le adjudicó una antigüedad aproximada de 2 millones de años. Sucesivos estudios y la aplicación de sistemas como la datación radiométrica de las capas de calcita que cubrían los restos y el uranio torio para algunos dientes han establecido un arco de 236.000 a 335.000 años de antigüedad.
Los especialistas se preguntan cómo llegó ese cráneo a un punto tan remoto y casi inaccesible como en el que fue encontrado. Los restos no muestran huellas de haber sido devorados ni ningún otro daño, y el equipo de investigadores plantea la hipótesis de que es probable que otros miembros de su especie lo depositaron allí a propósito. «El descubrimiento de un solo cráneo de un niño en un lugar tan remoto dentro del sistema de cuevas añade más misterio a cómo todos estos restos llegaron a estos espacios oscuros y remotos del sistema de Rising Star», dice Lee Berger. «Es solo otro acertijo entre los muchos que rodean a este fascinante pariente humano extinto».
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