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En 1921, con 17 años, Robert J. Oppenheimer, el que años después sería conocido como el padre de la bomba atómica, estuvo a punto de morir de disentería. Cayó enfermo en una visita familiar a Alemania, de donde era su padre. Aficionado a los minerales, ... acudió a la mina de Joachimsthal, situada entonces en Austria y hoy parte de la República Checa. No lo podía saber, pero fue allí donde los nazis empezarían a extraer uranio para su programa nuclear.
Años después, Oppenheimer fue elegido para dirigir el Proyecto Manhattan, el plan aliado para construir los mortíferos artilugios que acabaron siendo arrojados sobre Hiroshima y Nagasaki. Su éxito le convirtió en un héroe y en uno de los científicos más conocidos del mundo, hasta que sus simpatías comunistas de juventud, manejadas con habilidad por sus enemigos, le condenaron al ostracismo casi hasta su muerte. Una vida de altos y bajos que Cristopher Nolan ha llevado al cine: la película se estrenará el 20 de julio.
Oppenheimer había nacido en Nueva York en 1904 en el seno de una adinerada familia judía. Su padre hizo fortuna con el negocio de los trajes; su madre fue una refinada pintora que sobreprotegió a un niño siempre enfermizo: medía 1,80 metros y nunca pesó más de 60 kilos. Pero su prodigiosa inteligencia pronto se hizo evidente, lo mismo que su arrogancia y falta de habilidades sociales. «Pregúntame algo en latín y te responderé en griego», le dijo a su prima cuando tenía 9 años. Con 10, estudiaba Física y Química y también destacaba en Matemáticas. Así que cuando se aburría en clase, su profesora le mandaba a la biblioteca para que estudiara y luego lo explicara a sus compañeros.
Todas sus aficiones infantiles eran solitarias: coleccionar minerales, leer y escribir poesía y construir con bloques. Y llegó a sufrir bullying -en un campamento de verano, algunos compañeros le pintaron los genitales de verde y le metieron en una nevera-. Sus años universitarios también fueron complicados.
Tuvo también algunos episodios depresivos relacionados con su insatisfacción sexual, según Kai Bird y Martin J. Sherwin, autores de la última biografía del científico y en la que se basa Nolan para su película. Ingresó en Harvard en 1922 y obtuvo la licenciatura 'cum laude' en Química en solo tres años. A continuación, se pasó a la Física. Por entonces, el corazón de esta disciplina estaba en Europa, especialmente en Alemania. Pasó primero por la Universidad de Cambridge, donde todos sus problemas se acentuaron -llegó a intentar envenenar con una manzana a uno de sus profesores-. Un psicoanalista concluyó que atravesaba una crisis relacionada con el sexo y, literalmente, le recetó una mujer y afrodisiacos.
Continuó su formación en Alemania, Holanda y Suiza. Aprendió italiano en un mes para poder leer a Dante y holandés en seis semanas para dar clase -años después aprendería sánscrito para leer directamente la Bhagavad Gita, uno de los textos más importantes del hinduísmo-. «Sabía de todo menos de deporte», dijo de él Leslie Groves, el militar que le elegiría dos décadas después para encabezar el Proyecto Manhattan.
Regresó a Estados Unidos con mucha más confianza en sí mismo. Aceptó el puesto de profesor en Berkeley y Caltech y comenzó a acercarse a círculos comunistas relacionados con la Guerra Civil española. El FBI del obsesivo John Edgar Hoover comenzó a seguir su pista en 1941. El primer informe data de marzo de ese año. Acabarían acumulando 7.000 páginas.
Dos circunstancias alteraron por completo su vida y las del todo el mundo. Una fue el estallido de la Segunda Guerra Mundial el 1 de septiembre de 1939. La otra ocurrió meses antes y solo los principales físicos estuvieron al corriente: a finales de 1938 se descubrió que la fisión nuclear era posible y que del proceso se desprendía una cantidad de energía inimaginable. Comenzaba la carrera por la bomba atómica.
Los nazis tenían como científico líder a Werner Heisenberg, el prodigio que había formulado el principio de incertidumbre con solo 26 años. Y en el bando aliado el elegido para dirigir el proyecto fue Oppenheimer. Estados Unidos reunió a algunos de los mejores científicos del mundo. Lograron su propósito el 16 de julio de 1945. Fue a las 5.20 horas cuando estalló 'Trinity', la primera bomba nuclear de la historia. «Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos», exclamó citando a la mencionada Badgava Gita. El dilema entonces era si debían lanzarla sobre Japón, ya que desde hace tiempo se sabía que Alemania no conseguiría la bomba. Oppenheimer no se opuso. El 6 de agosto 'Little Boy' caería sobre Hiroshima. Tres días después 'Fat Boy' arrasó Nagasaki.
Todo ello le convirtió en un héroe. En 1948 fue portada de la revista 'Life' y se convertiría en director del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, el centro donde Einstein pasó las últimas décadas de su vida. Pero esa gloria que él ansiaba fue efímera. La caza de brujas se cebó con él. Su pasado cercano al comunismo le pasó factura -años antes no había dudado en denunciar a alguno de sus amigos-. Le fueron retiradas sus credenciales de seguridad y fue apartado de los comités que asesoraban al Gobierno en materia nuclear.
Muy afectado, se retiró de la vida pública casi hasta el final de sus días, cuando su figura fue rehabilitada. Murió a los 62 años el 18 de febrero de 1967. Un año antes se le había diagnosticado un cáncer de garganta causado por las cuatro o cinco cajetillas de tabaco que fumaba al día. «Con todos los pros y los contras, fue algo de lo que no me arrepentí», escribió en una carta en referencia a su papel en la creación de la bomba atómica. Aceptó la responsabilidad, pero no la culpa.
La vida personal de Oppenheimer fue también muy azarosa. Su matrimonio con Katherine Vissering, una bióloga y botánica de origen alemán, comenzó de forma sorprendente. La que sería su esposa estaba casada con otro hombre y se quedó embarazada del físico. Cuando lo supo, este llamó al marido y acordaron que era mejor que se separaran. Las infidelidades fueron habituales, lo que acentuó los problemas psiquiátricos de su mujer, que también abusaba del alcohol. Tuvieron dos hijos. A Tom, el mayor, no le protegió de los problemas de su madre. La relación con la menor, Katherine ('Tony'), fue mejor, pero esta pagó el enfrentamiento de su padre con el FBI. Le prohibieron trabajar como traductora en la ONU y se suicidó en 1977.
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