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El físico que explicó cómo se mantenía unido el universo gracias a una partícula «fundamental», bautizada como ‘bosón de Higgs’, murió este lunes a los 94 años en su hogar de Edimburgo. Su teoría para explicar de dónde provenía la masa de las «partículas elementales» ... la expuso en 1964, donde dio forma a la idea de que un mecanismo permitía la redimensión de la electricidad: adquiría masa cuando entraba en contacto con esa partícula primigenia e invisible. Esto supuso un puente entre diferentes campos de la física teórica. Era la «partícula de dios», como la bautizó otro físico ilustre, la que permitía que haya materia.
Su hipótesis sustentada en un modelo matemático cobró fuerza cuatro décadas después, y le lanzó a la fama, cuando se construyó un enorme complejo en Suiza para que las partículas colisionaran y permitieran comprobar lo que hasta entonces estaba en el campo de las ideas. En 2012, los experimentos realizados en el ‘gran colisionador de hadrones’ del CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear) materializaron lo que hasta entonces era un supuesto. La partícula de Higgs existía y allí mostraron la evidencia.
Considerado un revolucionario, Higgs recibió el Nobel de Física el año siguiente, junto a François Englert, otro físico teórico cuyos hallazgos contribuyeron a esta teoría. En su declaración, el jurado de la academia sueca justificó la elección porque la explicación de Higgs permitía sustentar la comprensión del universo, basada en una partícula que «se origina en un campo invisible que llena todo el espacio. Incluso cuando parece vacío, está ahí. Sin él no existiríamos».
Con la mayor parte de su carrera en la Universidad de Edimburgo, su Escocia natal, Higgs era miembro de la Royal Society y fundó un centro de física teórica que lleva su nombre. Sus colegas le describen como alguien que conjugaba la «visión» con la «imaginación», lo que le llevó por caminos pioneros, que han influido a los científicos de siguientes generaciones, sobre todo en su campo de la física de las partículas. Un héroe y un maestro de rara modestia, le describen ahora.
En repetidas ocasiones Higgs se mostró escéptico con el término «partícula de dios». «El interés del público por la estructura profunda de la materia o el origen del universo guarda siempre un fuerte componente religioso. Si no estás acostumbrado a pensar y a profundizar en este tipo de cuestiones, la religión te da una respuesta fácil. Un atajo». Y ese atajo contribuyó a su mito.
Tampoco intentaba explicar al público general qué era la partícula que llevaba su nombre, aunque a él le había bastado menos de un folio mostrarlo por primera vez a sus colegas, en un breve artículo científico. «Para quien jamás se ha acercado a la física, como la mayor parte de la gente, es casi imposible entenderlo», aseguró el escocés, parco y desencantado en una entrevista concedida hace diez años al XL Semanal. «Me sorprende toda la excitación pública que siguió al hallazgo, aunque me agrada que se le dé por fin tanta importancia».
Cuando le llegó el reconocimiento más allá del reducido mundo de los expertos en física teórica, se confesó «abrumado» por la irrupción de la popularidad en su vida hasta entonces tranquila de octogenario. Además de su bosón, Higgs deja dos hijos y dos nietos.
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