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John Hassard está preocupado por la seguridad de su familia. Él se encuentra en Londres, pero ellos han viajado a Francia en plenos Juegos Olímpicos y Hassard teme que sean víctima de atentados. Sabe de qué habla, porque es el director del Instituto para la Seguridad, Ciencia y Tecnología del Imperial College de Londres y formó parte del equipo que estuvo a cargo de «identificar y mitigar las amenazas» que se cernían sobre Londres 2012. Ahora, la posibilidad de que se produzcan atentados y ciberataques es muy elevada, y hay una tecnología que ayuda tanto a provocarlos como a evitarlos: la inteligencia artificial.
Hassard, que participará el 24 y 25 de septiembre en el AI International Basque Forum de Bilbao, es asesor del gobierno británico en esta tecnología de doble filo que, en su opinión, «va a tener una importancia capital en la seguridad nacional de los países». No obstante, considera que presenta «más oportunidades que amenazas» y se lamenta que no estuviese tan desarrollada cuando los británicos conservadores promovieron el 'Brexit'. «Nos habría ayudado a identificar las falsedades en las que se basó esa campaña y a evitar la manipulación a la que estuvo sujeta una población que, ahora, lamenta aquel gran error», sentencia.
- Ucrania y Gaza son dos de los escenarios en los que la IA está demostrando su capacidad para cambiar las reglas de la guerra. ¿Qué pasará cuando pueda determinar a qué disparar o a quién matar?
- Ya lo está haciendo. En Ucrania hay multitud de drones con sistemas de IA que han cambiado por completo el campo de batalla. En Israel, algunos sistemas ya determinan los objetivos que hay que atacar, y eso no debería suceder. Tampoco podemos ignorar que otros países, como Estados Unidos, también están desarrollando sistemas militares que toman decisiones autónomas, porque es extraordinariamente peligroso. Tenemos que ser conscientes de que esta tecnología, sumada a la incipiente computación cuántica, puede amplificar el impacto de líderes malvados, como es el caso de Vladímir Putin. Afortunadamente, aunque los rusos tienen buenos sistemas de IA, los ucranianos son mejores y están dando una lección sobre cómo hay que lidiar con la amenaza que supone Rusia, que no va a ganar esta guerra. En esta coyuntura, la única solución es ir siempre un paso por delante en tecnología.
- Hace un par de años casi nadie hablaba de IA. Ahora todo es IA. ¿No se le está dando demasiado bombo?
- Si acaso, no se le está dando a la IA la importancia suficiente. La gente aún no ha comprendido la relevancia que va a tener. La evolución es increíble. Yo trabajo en dinámica de fluidos computacional y, gracias al aprendizaje automático, hemos logrado multiplicar por 20 o 30 la velocidad a la que trabajamos. Lo que antes llevaba una semana, ahora son unas horas. También estoy en el Consejo de una empresa llamada SynByosis, dedicada al desarrollo de materiales para automoción y aeronáutica, y lo que antes hacíamos en cuatro meses lo hacemos en una semana. Y la velocidad de esa progresión va a continuar acelerándose. Tengo 68 años. Mis hijos, 31 y 34. Cuando lleguen a mi edad, el mundo será muy diferente.
- Es una situación en la que parece lógico sentir zozobra. ¿Qué podemos hacer para adaptarnos a estos cambios y evitar quedarnos obsoletos?
- Solo hay una solución: invertir en educación para mantenerse un paso por delante y evitar el golpe del tsunami que se avecina. El problema es que la sociedad y los gobiernos aún no se han puesto a ello. Y, aunque soy optimista y creo que se presentan más oportunidades que amenazas, es evidente que hay gente que está en peligro. Y creo que una de las claves para no sucumbir está en no rechazar esta tecnología. Quien lo haga irá por el mismo camino de los que se empeñaron en seguir con el papel y el lápiz cuando llegaron los ordenadores. Un ejemplo: los abogados. Pensé que con la IA el 90% sería despedido. Lo que ha sucedido es que aquellos que usan la IA son el doble de eficientes y un 20% más competitivos. No hay que temer a la tecnología, hay que usarla. El trabajo de educadores y gobiernos es asegurar que la gente tiene acceso a esas nuevas herramientas.
- Pero no siempre es así. ¿Está la IA ensanchando la brecha entre quienes más y menos tienen?
- El cínico en mí responde que sí. Va a hacer a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Salvo que de forma proactiva hagamos algo para evitarlo. Hay que ser consciente de la enorme tensión social que la IA puede provocar y construir un sistema en el que se proteja la equidad.
- Además, la IA está en manos de unas pocas empresas gigantes, y ya vimos lo que puede suceder cuando existe esta concentración con lo que sucedió hace unos días tras el fallo de CrowdStrike.
- Es muy preocupante. Porque, además, todo está en manos de empresas estadounidenses y chinas. Europa tiene que ponerse las pilas. Tenemos que tener nuestro propio OpenAI o Google. No hay alternativa si queremos un futuro. El talento ya lo tenemos, nos falta el capital que estadounidenses y chinos logran.
- La singularidad tecnológica es un escenario en el que la IA nos supera en todo. ¿Cree que será una realidad?
- En algunos casos la IA ya es tan buena como nosotros, e incluso mejor. Hace unas semanas tuve que preparar un examen y pedí a dos modelos de IA que me diesen las respuestas. Las de uno eran muy malas, pero las del otro fueron mejores que las de cualquier estudiante de una institución tan prestigiosa como la del Imperial College. Y eso me aterroriza. Algunos se preguntan, ¿para qué educamos entonces a la gente? Pues porque hay que ser capaz de saber si las respuestas son correctas. Lo mismo sucede con los radiólogos, porque ya hace un año la IA daba mejores diagnósticos y un millón de veces más rápido. Pensaba que su existencia era redundante, pero no. Necesitas a gente para proporcionar los datos e interpretarlos. Ahora, los radiólogos son más efectivos y eso beneficia a la gente que sufre cáncer, por ejemplo. Tenemos que adaptarnos a esa singularidad, si es que sucede, porque combatirla es inútil.
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