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mauricio-josé schwarz
Sábado, 12 de marzo 2022, 00:28
Cuando el ser humano no era aún consciente de las dimensiones reales del Universo, los fabuladores como Luciano de Samosata se limitaban a imaginar viajes a la Luna, el Sol y otros planetas del sistema solar. Cuando en 1584 Giordano Bruno sugirió que las estrellas eran soles que podrían tener planetas habitados, los escritores se encontraron con un panorama mucho más amplio para sus historias. Y desde que en 1925 Edwin Hubble demostró que había otras galaxias y que el Universo era en realidad muchísimo más grande de lo antes imaginado, la ficción corrió a fantasear viajes a otras estrellas, otras galaxias.
La idea era que, en algún momento del futuro, las fantasías se harían realidad y los seres humanos se extenderían por el Universo como -según se descubriría después- se habían extendido por toda la Tierra desde su punto de origen en África. La tecnología nos permitiría viajar cada vez más rápido, hasta alcanzar velocidades sin límite que pusieran ese enorme Universo al alcance de nuestra mano
Pero los escritores de la ciencia ficción primigenia y los soñadores más científicos como Konstantin Tsiolkovsky y Robert Goddard, pioneros de los viajes espaciales, se encontraron inesperadamente con un enorme obstáculo llamado Albert Einstein.
Los descubrimientos del científico suizo alemán establecían un límite a la velocidad que puede alcanzar un objeto que tenga masa en reposo: la velocidad de la luz en el vacío, llamada 'c', que es, por redondear, de 300.000 kilómetros por segundo. Hay objetos que pueden viajar a esa velocidad, pero carecen de masa, como los fotones. Los seres humanos, objetos como los cohetes y cualquier otro que tenga masa presentan un comportamiento peculiar, según demostró Einstein y se ha comprobado experimentalmente: cuando un objeto aumenta su velocidad, su masa aumenta proporcionalmente. Esto es irrelevante a velocidades relativamente bajas, pero conforme nos aproximamos a la velocidad de la luz, la masa aumenta enormemente, y por tanto necesita más energía para incrementar su velocidad, lo que a su vez aumenta su masa. En el caso extremo, para que un objeto con masa llegara a la velocidad de la luz necesitaría energía infinita.
Si bien esto desafía nuestro sentido común, es un hecho confirmado y es un verdadero dolor de cabeza para los que sueñan con viajar a las estrellas. En resumen, que si no se puede ir acelerando, había que buscar otras formas… en la imaginación y en los extremos más especulativos de la cosmología.
Las teorías de Einstein también establecen que el espaciotiempo se puede curvar. La gravedad sería la curvatura del espacio provocada por un objeto como un planeta o una estrella, por ejemplo. La curvatura del espacio en distintas formas es uno de los subterfugios que han utilizado numerosas obras literarias y cinematográficas para que el ser humano pueda salir de su relativamente minúsculo sistema solar.
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El 'warp drive' o 'motor de curvatura' que postuló la ciencia ficción a partir de la novela 'Islas del espacio' del escritor John W. Campbell y se hizo popular como forma de viaje en 'Star Trek' implica alterar la curvatura del espacio para viajar a una velocidad mayor que la de la luz porque lo que se movería, de alguna forma que la física real no imagina aún, sería el espacio. Un viaje con el motor de curvatura no sería instantáneo, sino que tomaría cierto tiempo, lo cual es muy conveniente para efectos dramáticos.
Una propuesta de la ciencia especulativa para un tipo de motor de curvatura provino del físico teórico mexicano Miguel Alcubierre y se basa en una de las soluciones de las ecuaciones de campo de la relatividad general de Einstein. Según esta idea, si se pudiera crear un campo de masa negativa (absolutamente imaginario) en una nave, esta podría contraer el espacio frente a ella en su avance y expandirlo detrás, viajando efectivamente más rápido que la luz dentro de una burbuja de espacio curvado.
Desde su postulación en 1994, numerosos físicos han explorado y comentado la idea, que según su creador nació precisamente de su afición a 'Star Trek', mientras que algunos autores de ciencia ficción han usado la idea para sus creaciones.
A diferencia de los motores de curvatura que requieren tiempo para el viaje, desde 1931 la ciencia ficción propuso la posibilidad de curvar el espacio tanto que un punto del mismo se una a otro muy lejano permitiendo saltar entre ambos. Pensemos en una hoja de papel con la que hacemos una bola arrugándola. Algunos puntos de ella que antes estaban separados se encuentran ahora juntos. Para ir de uno a otro punto bastaría 'saltar' por la separación entre ambos. Si se curvara el espacio así, se podría viajar entre ambos puntos instantáneamente dando un salto en el hiperespacio en lugar de recorrer toda la distancia que los une en el espacio 'normal'. ¿Y qué es el hiperespacio? Pues la ciencia ficción, claro, no lo explica, pero es una dimensión o universo paralelo donde se curva el espacio… o algo similar.
Otra solución especulativa a las ecuaciones de Einstein produce el llamado 'agujero de gusano', una forma de plegar el espacio creando un túnel entre dos puntos del espacio 'normal'.
Pero en la realidad, todo indica que es imposible realizar esos viajes dadas las distancias enormes del Universo. Nos toma tres días llegar a la Luna, pero un viaje a Marte tomaría unos siete meses con nuestras capacidades actuales. Salir del sistema solar le tomó más de 40 años a la sonda Voyager 2 . A la mayor velocidad alcanzada por un objeto humano, ir a la estrella más cercana, Proxima Centauri, a 4,24 años luz, nos tomaría más de 80.000 años. El tiempo transcurrido desde el Paleolítico. Y salir de la galaxia a nuestra vecina cósmica más cercana, Andrómeda, aún yendo a la velocidad de la luz, requeriría 2,5 millones de años.
Dentro del propio sistema solar, sería una tarea de ingeniería planetaria titánica hacer habitables a los mejores candidatos para nuestra colonización: Marte y las lunas Europa, Ganímedes y Calisto de Júpiter, y Titán y Enceladus de Saturno.
Las estrellas no están a nuestro alcance… Esto puede ser desalentador pero también nos invita a recordar que este planeta es nuestro único hogar y que cuidarlo no es asunto de política o estética, sino de mera supervivencia.
Otra forma de vencer el obstáculo de la velocidad de la luz que ha usado la ciencia ficción es la 'nave generacional' en la que un grupo de seres humanos viviría y se reproduciría cultivando comida hidropónica hasta llegar a su destino. Aunque, claro, la pregunta es qué lealtad tendrían esos descendientes de los humanos dentro de miles de años a un planeta que los echó al espacio.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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