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El telescopio espacial James Webb entró en la noche del lunes en órbita del segundo punto de Lagrange (L2) después de encender a las 20 horas sus motores durante 297 segundos en la maniobra final tras veintinueve días de viaje. «Estamos un paso más cerca ... de descubrir los misterios del Universo», dijo el administrador de la NASA, Bill Nelson. Con su parasol protegiéndolo de la radiación solar, el observatorio activará durante las próximas semanas sus instrumentos, que se probarán durante varios meses hasta que en junio envíe su primera foto del Cosmos.
El James Webb despegó el 25 de diciembre del espaciopuerto europeo de Kurú (Guayana Francesa) con destino a L2, un punto situado a 1,5 millones de kilómetros. Allí, las atracciones gravitatorias del Sol y la Tierra hacen que un objeto permanezca estable respecto a nosotros. Durante su largo viaje, el observatorio de infrarrojos –un proyecto de la NASA, la ESA y la Agencia espacial Canadiense– fue abriéndose poco a poco. Había despegado plegado en lo alto de un cohete europeo Ariane 5.
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El despliegue del telescopio había sido definido por la NASA como «veintinueve días al borde del abismo». El lunes, el observatorio espacial más complejo de la Historia llegó a su destino tal como estaba previsto, totalmente desplegado. «Durante el último mes, el James Webb ha logrado un éxito asombroso. Es un tributo a toda la gente que ha dedicado muchos años e incluso décadas para asegurar el éxito de la misión», indicó Bill Ochs, director del proyecto en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA.
Su escudo térmico, de 21,2 metros de largo y 14,2 de ancho, mantendrá los espejos y el instrumental a -233º C. Al ser un telescopio infrarrojo, sus espejos y sensores deben mantenerse a temperaturas extremadamente frías para detectar las débiles señales de calor de los objetos más lejanos. El James Webb ha costado más de 9.600 millones de dólares y viajará en el espacio y en el tiempo mucho más lejos que el Hubble, que orbita la Tierra a 500 kilómetros de altura. Frente al veterano telescopio, que nos ha ofrecido imágenes del Universo como era hace 12.500 millones de años, el nuevo llegará a verlo como era hace 13.500 millones de años, solo 300 millones de años después del Big Bang.
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«Yo suelo decir que el Hubble vio el Universo cuando era un adolescente y el James Webb lo verá cuando era un bebé», explicaba a este periódico antes del lanzamiento Macarena García Marín, astrofísica del equipo científico y de operaciones de la ESA para el telescopio espacial. Además, el nuevo observatorio analizará las atmósferas de planetas extrasolares, estudiará la evolución de las estrellas y las galaxias... La misión, en principio prevista para cinco años, podría extenderse «bastante más» de los diez gracias a la precisión del lanzamiento, que ha posibilitado un ahorro de combustible que podrá utilizarse para ajustar la órbita, mantener su orientación y apuntar a objetivos científicos.
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