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Los humanos estamos perfectamente diseñados para vivir en la Tierra. Por eso, viajar al espacio supone todo un desafío fisiológico, y nuestro ADN es uno de los grandes perjudicados. «La exposición al ambiente fuera de la atmósfera, como la microgravedad, la radiación ionizante y otros ... estresores físicos, puede conducir a una inestabilidad en los genes con profundas consecuencias en la salud humana, al estar asociado con los cambios funcionales que afectan a varias enfermedades, incluido el cáncer». Así lo explica Patsy McDonald, coautora de un experimento científico enviado al espacio el pasado viernes. Se trata de un laboratorio en miniatura que ha viajado a bordo de la nave espacial Crew Dragon, en el marco de la misión Axiom-1, el primer viaje privado a la Estación Espacial Internacional (EEI). El objetivo es desarrollar una terapia preventiva que pueda administrarse a los astronautas, antes de viajar, para mitigar los daños en los genes durante su estancia en el espacio.
Tanto McDonald como su compañero Derek Duckett son cofundadores de la empresa Cadw Therapeutics y miembros asociados del centro oncológico estadounidense Moffitt. Ellos han estudiado durante años el papel del gen beta-arrestina1 en el daño crónico del ADN inducido por el estrés (como el que sufren los astronautas en el espacio). «Nuestro trabajo ha demostrado que al eliminar el gen beta-arrestina 1 las células se defienden mejor contra los factores estresantes y el daño al ADN es limitado», explican. El objetivo del experimento a bordo de Crew Dragon es ir un paso más alla: comprobar si la eliminación de dicho gen de las células de los astronautas puede protegerles contra el entorno hostil del espacio.
Este experimento consiste en un chip que tiene dos compartimentos separados con tres cámaras cada uno. En uno de los compartimentos se han cargado células normales, en el otro, células a las que se les ha eliminado el gen beta-arrestina 1. El hecho de que cada compartimento tenga tres cámaras replicadas es importante, porque permite comprobar si hay variaciones en los resultados de un mismo grupo de células. El chip va alojado en un sistema de laboratorio miniaturizado, desarrollado por la empresa israelí SpacePharma, que pueden funcionar en la microgravedad del espacio y que sirve como una incubadora. El laboratorio está totalmente automatizado y diseñado para mantener vivas las células durante su estancia en la Estación Espacial Internacional, pero lo más increíble de todo es que se puede monitorear en remoto desde la Tierra.
«El experimento permanecerá en la Estación Espacial Internacional durante 10 días y todas las células estarán expuestas a los mismos factores estresantes. Cuando regrese a la Tierra y lo llevemos al laboratorio, podremos confirmar nuestra hipótesis de que eliminar el gen beta-arrestina 1 ayuda a proteger las células del daño producido en el espacio», declara Duckett.
La validación de este experimento allanará el camino para el trabajo futuro sobre medidas preventivas para viajar al espacio de forma segura, un aspecto crucial no solo en relación al bienestar de los astronautas sino también de las futuras personas que viajen al espacio como turistas espaciales.
Patsy McDonald y Derek Duckett son discípulos de los doctores Robert Lefkowitz y Paul Modrich, ambos son premios Nobel por su trabajo pionero en la señalización de receptores de superficie celular, en la que la beta-arrestina1 juega un papel importante, y la reparación del ADN, respectivamente. Fue en el laboratorio de estos científicos donde empezaron a investigar sobre el papel de la beta-arrestina 1 en el daño crónico del ADN inducido por el estrés.
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