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Se llama Eärendel y, desde este miércoles, es la estrella individual más lejana jamás observada por los humanos, a 12.900 millones de años luz de la Tierra. El 'récord' hasta ahora lo ostentaba la estrella Ícaro, descubierta en 2018, a 9.000 millones de ... años luz. Se ha avistado con el telescopio espacial Hubble y los resultados se han publicado en la revista 'Nature'.
Lo sorprendente es que (alerta 'spoiler') Eärendel ya no existe. Sí, explotó hace mucho tiempo, pero todavía la vemos porque la luz que observamos en las estrellas al mirar al cielo hoy, en realidad, la emitieron mucho antes. «Como Eärendel está tan lejos, su luz ha tardado en llegar a la Tierra 12.900 millones de años. Por eso, lo que nosotros apreciamos ahora es la estrella como fue en el pasado, cuando el Universo tenía el 10% de su edad actual, pues Eärendel apareció tan 'solo' 900 millones de años tras del Big Bang (que ocurrió hace 13.800 millones de años). Es decir, si el Universo fuera un humano de 80 años, podríamos decir que Eärendel nació cuando este tenía 5 años», aclara a este periódico el investigador José María Diego, del Instituto de Física de Cantabria (IFCA, CSIC-UC), que ha participado en el estudio, liderado por Brian Welch, de la Johns Hopkins University (EEUU), y el equipo Space Telescope Science Institute (STScI).
La estrella, que tiene 50 veces la masa del Sol y es mucho más brillante que este, se ha podido detectar gracias a que está magnificada por un cúmulo de galaxias en lo que se conoce como lentes gravitacionales. «Cuando a mitad de camino entre un objeto muy distante (en este caso Eärendel) y un telescopio tienes una masa muy grande, como un cúmulo de galaxias miles de veces mayor que la Vía Láctea, estas actúan como una lente y curvan el espacio y la luz, amplificando lo que hay detrás«, explica Diego.
Si lo miramos en la fotografía tomada por el telescopio Hubble, el conjunto de galaxias que actúan de lente gravitacional son las elipses blancas que se ven en la parte superior izquierda del recuadro, la línea curva roja es parte de la galaxia Sunrise, de la que forma parte Eärendel, el punto señalado con la flecha blanca. La amplificación que hace esa lente gravitacional es de un factor 5.000, lo que quiere decir que ese puntito rojo que vemos en la foto realmente es 5.000 veces más pequeño.
Al ser una estrella de primera generación (formada poco después del Big Bang), el descubrimiento de Eärendel permite dar un salto en el tiempo y explorar cómo fueron los incios del Universo. «Antes apenas sabíamos nada de este tipo de estrellas y, a partir de ahora, podremos estudiarlas en detalle. Será una ventana a una era del Universo con la que no estamos familiarizados, pero que condujo a todo lo que conocemos», afirma Brian Welch.
Las expectativas están puestas ahora en el telescopio James Webb, lanzado a finales de 2021 y sucesor del Hubble, con el que los astrónomos esperan que Eärendel pueda verse cada vez más ampliada y así saber más sobre su composición. De hecho, ya existe un programa de observación aprobado por la NASA.
«Vamos a aprender muchas cosas. Por ejemplo, obtendremos su espectro, es decir, la huella digital de la estrella, que nos aportará datos cronológicos de su existencia o los elementos que la componen, entre otros», apunta Diego. «Además, servirá para para arrojar luz sobre la materia oscura, que es uno de los grandes misterios de la ciencia moderna, porque también se estudian a través de estas lentes gravitatorias, y abrirá muchas otras ramas de investigación que ni siquiera nos planteamos ahora mismo».
La estrella recibe su nombre del poema 'El viaje de Eärendel, la estrella vespertina', escrito en 1914 por John Ronald Reuel Tolkien, autor de 'El señor de los anillos', quien se inspiró en la mitología anglosajona. «Era el nombre ideal, teniendo en cuenta que Eärendel forma parte de la galaxia Sunrise (Amanecer, en inglés) y, además, los tres autores principales del estudio somos fans de Tolkien», reconoce Diego.
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