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La carrera espacial comenzó un ya lejano 4 de octubre de 1957. Aquel día, la Unión Soviética lanzó al espacio el Sputnik, una pequeña esfera de aluminio y cuatro antenas del tamaño de un balón de fútbol y poco más de 80 kilos de peso. Sus 'bepps' asombraron tanto como asustaron a Estados Unidos, su gran rival en la Guerra Fría. Desde aquella fecha, ambas superpotencias llevaron a las estrellas su rivalidad sobre la Tierra impulsando el lanzamiento de todo tipo de cohetes y artilugios al espacio. Casi siete décadas después, aquella carrera se ha acelerado hasta convertirse en un sprint. En el año recién terminado ha vuelto a batir todas las m arcas conocidas hasta ahora. 258 lanzamientos se registraron en los pasados doce meses, a una media de uno cada día y medio. Son 46 más que en 2022 y tres veces más que en 2016.
Ni el viejo programa lunar Apolo que llevó al ser humano a la Luna a finales de los años sesenta del siglo pasado, ni las misiones a Marte o Venus ni la construcción de la Estación Espacial Internacional lograron acercarse siquiera de lejos a la velocidad de crucero alcanzada por la renovada fiebre espacial. Según los datos que maneja el astrofísico Jonathan McDowell, del Centro Harvard & Smithsonian, del que proceden las cifras precedentes, en 1984, en plena efervescencia de la Guerra de las Galaxias impulsada por Ronald Reagan, fueron 129 los despegues, justo la mitad que el dato de 2024.
Esta disparada cifra es la consecuencia de la irrupción en el espacio de multimillonarios como Elon Musk, Jeff Bezos –el fundador de Amazon– y Jared Isaacman –protagonista del primer paseo espacial de la historia y el elegido por Trump para dirigir la Nasa–, que han visto un nuevo filón a explotar en las estrellas. Un filón con muchos ceros. Se calcula que la industria espacial genera anualmente en torno a 630.000 millones de dólares –unos 600.000 millones de euros– y alcanzará los 1,8 billones en 2035.
Enero El primer mes del año contemplará dos misiones lunares de las empresas Firefly e ispace.
Cohete de Bezos Se espera también en enero el despegue del New Glenn, el megacohete del fundador de Amazon.
Primer trimestre La empresa Intuituve Machine buscará agua en el satélite terrestre.
Pruebas de la Starship Elon Musk tiene permiso para realizar 25 vuelos con su enorme cohete, el primero previsto para las próximas semanas.
Miura 5 El segundo cohete de la española PLD Space debía despegar en 2026, pero podría adelantarse a fines de este año.
Cuando Elon Musk fundó Space X en 2002, nada hacía pensar que este sector despegaría de semejante manera. Por entonces solo se mandaban al espacio unos 60 cohetes al año. Hasta entonces, los enormes costes hacían que únicamente estuvieran al alcance de las grandes potencias. Cada vuelo del gigantesco Saturno V, el que llevó al ser humano a la Luna, suponía un desembolso de mil millones de dólares. Cada vuelo de su sucesora, la todavía más colosal Starship –con sus 121 metros de altura es el cohete más grande jamás construido, superando en diez a su antecesor–, cuesta diez millones de dólares, según el magnate, que espera reducirlo todavía más, hasta un millón de dólares.
Detrás de esta descomunal reducción de costes está la reutilización de los cohetes. El más utilizado de todos es el Falcon 9, de Space X. Con 70 metros de altura, es el artilugio que ha conseguido que los vuelos al espacio se hayan convertido en rutinarios. De los 258 lanzamientos mencionados, más de la mitad –134, el récord de la empresa– han sido posibles gracias a este o a su hermano mayor, el Falcon Heavy. Desde su primer vuelo en 2010, el Falcon 9 ha protagonizado más de 400 misiones exitosas. En su almacén de carga viajan los miles de satélites Starlink que orbitan en torno a la Tierra para ofrecer conexión por satélite a Internet. También transporta buena parte de los pequeños satélites de observación que infinidad de empresas privadas construyen. Y se encarga igualmente de transportar astronautas a la Estación Espacial Internacional.
Su gran ventaja es que, a diferencia de los viejos cohetes, no es de usar y tirar. Una vez que despega y eleva su carga, los propulsores vuelven a la Tierra para aterrizar sobre barcazas dispuestas en el océano, una maniobra que han logrado realizar hasta en 375 ocasiones. Esto permite multiplicar sus vuelos –el récord entre despegue y despegue de un mismo Falcon 9 es de 13 días– y rebajar sus costes. Cada lanzamiento supone un gasto de 15 millones de dólares frente a los 1.500 millones de cada despegue del transbordador espacial. Sus 134 vuelos de este año arrojan una media de un despegue cada 2,7 días.
Es este aluvión de lanzamientos de la empresa espacial de Musk el que mantiene a Estados Unidos a la cabeza del sector espacial. De hecho, apenas deja espacio para el resto de empresas de la primera potencia mundial, que se quedan en tan solo 24 misiones. Por detrás se sitúa China, que ha lanzado 66 artilugios al espacio –iguala el dato de 2023 y mejora los 62 de 2022–, y Rusia, que con 17 sigue con su declinar estelar –lanzó 19 y 21 en 2022 y 2021 respectivamente–.
El gigante asiático ha relevado a Moscú como principal rival de la potencia norteamericana con un programa espacial que amenaza incluso con adelantar a la Nasa en la Luna. Si la agencia espacial norteamericana ya ha retrasado hasta en dos ocasiones el programa Artemisa, desde Pekín siguen cumpliendo sus planes a rajatabla incluso logrando hitos como aterrizar una nave en la cara oculta del satélite terrestre. Rusia, por su parte, mantiene su actividad espacial ligada fundamentalmente a la Estación Espacial Internacional y al vetusto cohete Soyuz.
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2024 ha sido también un año importante para Europa, que recuperó su capacidad para lanzar cohetes al espacio. El tantas veces retrasado Ariane 6 por fin llevó a cabo su primera misión y se lanzaron con éxito los Vega y Vega-C. Pese a todo, el continente siguió recurriendo a Elon Musk para buena parte de sus misiones.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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