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La Agencia Espacial Europea alerta de que la basura en órbita «pone en peligro la vida moderna»

En la actualidad, 9.300 toneladas de desechos amenazan a los satélites que hacen posible las telecomunicaciones, sincronizan la navegación y el tráfico aéreo y ayudan a pronosticar el tiempo. «Una reacción catastrófica en cadena no es solo una posibilidad, sino que ya está en marcha», advierte la ESA.

Lunes, 14 de abril 2025, 00:16

El último informe hecho público por la Agencia Espacial Europea (ESA) sobre la basura espacial que rodea nuestro planeta viene cargado de cifras astronómicas y mensajes alarmantes. Desde que comenzara la carrera espacial hace 60 años con el vuelo del Sputnik soviético, se han realizado 6.050 lanzamientos que han puesto en órbita 56.450 objetos. De ellos, 28.160 son rastreables y siguen dando vueltas en el espacio. Son satélites inservibles, restos de cohetes y otros componentes de misiones del pasado que, con una masa de 9.300 toneladas, ponen en peligro los 10.200 satélites actualmente activos.

«Los satélites que hacen posible la vida moderna están en peligro: desde la navegación para el transporte mundial hasta la sincronización de la banca y las finanzas, las telecomunicaciones, la monitorización del clima, el control del tráfico aéreo… ¿Se trata de una crisis? En algunas órbitas, sí», asegura un vídeo de la misma ESA presentado hace unos días en la 9ª Conferencia Europea sobre Desechos Espaciales. «Por encima de los 800 kilómetros, no podemos contar con la atmósfera para eliminar los desechos –una referencia a la fricción que hace que se alcancen temperaturas de hasta 3.000 grados que los desintegra–. Una vez que estas órbitas de gran altitud se han llenado de fragmentos, no hay vuelta atrás. El problema es acumulativo y con el nivel de tecnología actual, irreversible. Una reacción catastrófica en cadena no es solo una posibilidad, sino que ya está en marcha», añade.

7 choques en el espacio

En las seis largas décadas de lanzamientos al espacio, se han registrado 560 «eventos de fragmentación en órbita». En la mayor parte de ocasiones, la causa han sido explosiones de las naves espaciales por el combustible residual que quedaba en sus depósitos. Los misiles lanzados para destruir satélites añaden más escombros. Un solo ensayo llevado a cabo por China en 2007 incrementó en un 25% el número de desechos detectables –los que resultan imposibles de seguir por tener un tamaño de entre un milímetro y diez centímetros tamaño se calculan en más de 131 millones–.

Con el febril ritmo de lanzamientos de la carrera espacial comercial –solo el año pasado se lanzaron 258 cohetes, la cifra más alta jamás registrada, a una media de uno y medio al día; la cifra supera en 46 los efectuados en 2022 y es el triple que en 2016–, el peligro ahora es otro: las colisiones. «Se prevé que en el futuro las colisiones se conviertan en la principal fuente de desechos espaciales», advierte la agencia europea. En todo este tiempo, solo se han registrado siete de estos choques. El primero y más importante ocurrió el 10 de febrero de 2009, cuando dos satélites de comunicaciones ruso y norteamericano chocaron a 776 kilómetros de altitud sobre Siberia. El impacto, que se produjo a una velocidad de 42.000 kilómetros por hora, generó 2.300 fragmentos rastreables. La propia Estación Espacial Internacional (ISS) ha tenido que encender varias veces sus motores para variar su posición y evitar la embestida de algunos de estos dispositivos. En concreto, 32 veces desde 1999.

La mayor parte de los satélites se encuentran en lo que se llama Órbita Baja Terrestre (LEO, por sus siglas en inglés). Comienza justo por encima de la parte superior de la atmósfera y llega hasta los 2.000 kilómetros de distancia respecto a la superficie del planeta. En ella se encuentran la mayoría de los satélites y la propia Estación Espacial. Hasta los 35.780 kilómetros se extiende la Órbita Media Terrestre, donde se encuentran, por ejemplo, los satélites GPS. Y a esos más de 35.000 kilómetros de distancia está la Órbita Alta Terrestre u órbita geosincrónica. Allí suelen situarse los satélites meteorológicos, cuya velocidad de desplazamiento coincide con la de la rotación de la Tierra, de manera que apuntan siempre al mismo lugar. La mayor parte de los escombros se concentra entre 800 y los 1.000 kilómetros, y cerca de los 1.400. Por encima de la primera de la primera, lejos de la mencionada fricción con la atmósfera, «los objetos permanecen durante décadas». Los expertos europeos calculan que duplicar el número de estos multiplicará por cuatro el riesgo de colisión.

Como una reserva natural

Para evitar los choques, cada satélite de la ESA tiene que realizar el doble de maniobras para evitar colisiones que hace diez años y «algunos operadores informan de dos maniobras de este tipo al mes por satélite», subrayan. La propia agencia se ha autoimpuesto reducir al máximo la basura espacial que genera: aspira a ser neutral en 2030 y ha reducido de 25 a 5 años el tiempo máximo que sus satélites pueden estar en órbita una vez finalizada su misión. El objetivo, que el espacio sea como «una reserva natural: lo que traes contigo, debes llevártelo contigo».

A ello se le añaden misiones para recuperar estos desechos. Para este año está prevista la misión 'ClearSpace-1', una nave con cuatro brazos robóticos que intentará recuperar parte de un cohete lanzado en 2013. «Basta imaginar lo peligroso que sería navegar en alta mar si todos los barcos perdidos en la historia aún estuvieran flotando en el agua», dijeron al presentar este proyecto pionero.

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