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La investigación contra el alzhéimer tiene dos frentes fundamentales. El más importante son las placas amiloides, una acumulación de la proteína beta amiloide entre las neuronas que se cree causa el deterioro que sufren quienes padecen una enfermedad neurodegenerativa que afecta a más de 40 ... millones de personas en todo el mundo. El año pasado se aprobaron dos medicamentos -el lecanemab y el donanemab- que reducen de forma modesta su presencia. La otra se centra en prevenir la formación de los ovillos de otra proteína, la tau, en el interior de las neuronas. Una investigación que se publica este jueves en la revista 'Nature Communications' abre una nueva vía para evitar la muerte neuronal y, con ello, abre también la puerta para nuevos tratamientos contra esta patología y otras demencias.
«Nuestros datos respaldan la idea de que estabilizar o aumentar la cantidad de ARN cortos protectores en el cerebro podría ser un enfoque completamente nuevo para detener o retrasar el alzhéimer o la neurodegeneración en general», explica Marcus Peter, profesor en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos. «Es una investigación interesante. Se trata de un área que está infrautilizada pero tiene potencial», confirma Nora Bengoa, neurocientífica e investigadora principal del Achucarro Basque Center for Neuroscience.
El ARN es una especie de mensajero entre el ADN, que contiene nuestra información genética en el núcleo de las células, y las proteínas, que se encarga de sintetizar. Junto a este ARN mensajero o codificante largo -es el utilizado en las vacunas contra el covid que le valieron el año pasado el Nobel de Medicina a Katalin Karikó y Drew Weissman-, existe una gran cantidad de ARN corto que no produce proteínas. Los autores de esta investigación han descubierto que algunos de estos últimos pueden matar las células y sugieren que están implicados en la muerte de las neuronas.
El organismo cuenta con un contrapeso natural para evitarlo. Son una especie de guardianes llamados microARN que impiden que el ARN tóxico entre en la maquinaria celular. El problema es que su número disminuye con la edad, dejando vía libre a la acción del tóxico. «Descubrimos que en las células cerebrales que envejecen, el equilibrio entre los ARNs tóxicos y protectores se desplaza hacia los tóxicos», subraya Peter. «Los microARN regulan la expresión génica de multitud de genes, y en consecuencia, puede influir en el estado celular y la supervivencia de la célula», subraya la especialista vasca.
La investigación abierta con este trabajo debe determinar ahora en diferentes modelos animales y celulares además de en cerebros de pacientes con alzhéimer la contribución exacta de los ARN tóxicos a la muerte celular que ocurre en esta enfermedad y buscar fármacos que bloqueen su acción o mejoren los niveles de los protectores. Y también ofrece una nueva vía de estudio para otras enfermedades neurodegenerativas. «Nuestros datos proporcionan una nueva explicación de por qué, en casi todas las enfermedades neurodegenerativas, los individuos afectados tienen décadas de vida libre de síntomas y luego la enfermedad comienza a aparecer gradualmente a medida que las células pierden su protección con la edad», señala Peter.
«Ya se estaba probando otro tipo de ARN -los llamados nucleótidos antisentido- contra el alzhéimer. Es la misma idea pero con otro 'target'. Se administran con una punción lumbar, como una epidural, para acceder al sistema nervioso central, ya que el cerebro está muy protegido y es muy difícil entrar en él», subraya Bengoa, que destaca otro aspecto del trabajo publicado hoy: la investigación con los llamados 'superancianos' ('superagers', en inglés), personas de 80 años o más con una capacidad de memoria similar o superior a personas con 20 o 30 años menos. Han descubierto que tienen mayor cantidad de ARN protector.
«Acceder a muestras humanas es muy difícil. No es lo mismo ensayar en células y ratones que con material humano, especialmente con estos 'superagers', que no van al hospital para nada. Normalmente tenemos cerebros donados de gente con enfermedad, no de personas sanas, de control. Esto supone supercontrol».
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