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Ningún virus entiende de fronteras, como bien demostró la pandemia de la covid-19, así que la prevención tampoco debería limitarse a territorios concretos. Un agente infeccioso muy conocido en España, el virus del Nilo Occidental, es la prueba más evidente de la necesidad de ... cooperación entre diferentes gobiernos. Especialistas del Centro de Vacunación Internacional de Málaga, de la universidad de esa ciudad y de la Universidad de Córdoba proponen en un estudio publicado en la revista Eurosurveillance que se contemple las cuencas fluviales como unidades de gestión de salud pública en lugar de las zonas administrativas determinadas por límites políticos.
El virus del Nilo Occidental es una enfermedad transmitida por mosquitos que en Europa, en las dos últimas décadas, ha pasado de casos esporádicos a brotes anuales debido a factores ambientales como las altas temperaturas. La sufren los equinos, sobre todo, pero también, los humanos, como demuestra el ingreso de una mujer de 76 años en Barcelona hace apenas dos semanas, y se extiende principalmente en tierras de cultivo (los arrozales son las zonas ideales para la cría de los mosquitos) y en el cauce de los ríos.
La Península Ibérica es una de las regiones europeas más afectadas, y los lugares con mayor prevalencia son las zonas más cercanas a la costa del Guadalquivir, en las provincias de Sevilla y Cádiz, pero también en el Guadiana, el Tajo y en la parte baja del Ebro, donde la disponibilidad de agua es mayor, lo que conlleva «mayores densidades» de mosquitos. Pero esas cuencas comparten dos fronteras, la de España y Portugal, y tres comunidades autónomas, Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía, de ahí la necesidad de colaboración intergubernamental.
Los especialistas recuerdan que en los humanos, la infección del virus del Nilo Occidental suele ser asintomática: los contagios pueden pasar desapercibidos si no se observan síntomas neurológicos. Así, apuntan que «los casos diagnosticados en humanos son sólo la punta del iceberg: se estima que el 80% de los individuos infectados son asintomáticos y menos del 1% desarrollan una forma grave de la enfermedad», pero entre ese grupo puede ser incluso potencialmente mortal, «con complicaciones graves en personas mayores de 50 años y en pacientes inmunodeprimidos».
Pero hay una clave para anticiparse a los posibles brotes en humanos: en los caballos, la enfermedad es evidente, y «esta susceptibilidad al virus hace de los équidos una especie indicadora útil para la población humana, especialmente durante la temporada de transmisión, cuando los mosquitos son abundantes y se producen contagios», señalan los autores de la investigación.
«En múltiples zonas de Andalucía se han notificado casos en équidos donde aún no se han detectado casos en humanos. Y en el noreste de España (Cataluña), nuestro modelo equino ha identificado áreas de riesgo, mientras que el modelo humano no lo ha hecho, lo que sugiere que los contagios que afectan a los equinos también pueden afectar a los humanos, pero permanecen sin detectar», subraya el documento, que firman los científicos José María García Carrasco, Antonio Román Muñoz, Jesús Olivero, Marina Segura, Ignacio García-Bocanegra y Raimundo Real.
De esta manera, la vigilancia a los equinos para evitar infecciones en humanos «es más rentable que la de los mosquitos y más eficaz que la de las aves». «No hay que subestimar el papel de los caballos como indicadores tempranos de riesgo, ya que los casos en caballos pueden preceder en varios años a los de los humanos» y «debe existir un fuerte vínculo entre las alertas equinas y humanas para dar una respuesta eficaz y oportuna y permitir la aplicación de medidas específicas», reiteran los especialistas.
De esta forma, plantean que si se detectan infecciones de virus del Nilo Occidental, «se debería alertar a todos los centros sanitarios de la misma cuenca hidrográfica, ya que la propagación puede producirse en territorios vecinos, incluso entre países como Portugal y España, si comparten la misma cuenca hidrográfica». «La toma de decisiones sería más eficiente desde una perspectiva ecosistémica, considerando el medio ambiente y la sanidad animal como un todo, utilizando en este caso a los équidos como identificadores de las zonas de riesgo para garantizar la salud pública, es decir, el enfoque One Health», subrayan, y entre las medidas que plantean para frenar posibles brotes plantean programas de vigilancia y medidas preventivas destacan los «planes de fumigación en zonas sensibles o campañas de concienciación ciudadana para reducir la exposición y las picaduras de mosquitos para reducir el impacto de la enfermedad y el número de personas expuestas a este virus».
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