'The End of the F***ing World', nihilismo adolescente
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Jessica Barden repite el mismo personaje que en la versión cortometraje estrenada en 2014Hay que estar al loro con los estrenos en las plataformas de entretenimiento en streaming porque hay lanzamientos sugestivos que pueden pasar desapercibidos por la audiencia debido a que carecen del esfuerzo publicitario que acapara otras producciones más sonadas (no necesariamente mejores, creativamente hablando). Es ... el caso de 'The End of the F***ing World', una serie británica que ha visto la luz en Netflix en pleno temporal navideño.
Estrenada inicialmente en Channel 4 en Reino Unido, la posibilidad de disfrutar del tirón de los ocho episodios de su primera temporada, de apenas 20 minutos cada uno, se antoja un bendito aliciente. Basada en la novela gráfica de Charles S. Forsman, de próxima edición en nuestro mercado, su estética indie y una exquisita banda sonora(Wanda Jackson, Brenda Lee, Buzzcocks, Ricky Nelson, Fleetwood Mac, etc.) han catapultado de inmediato a la categoría de culto a esta oda al nihilismo adolescente, pasto de hipsters, que, a pesar de frenar su posible incorrección política –no se atreve a ser rematadamente perversa-, resulta un soplo de aire fresco en una parrilla copada por los culebrones de larga duración.
Imposible no coger cariño a la excéntrica pareja protagonista, una manic pixie dream girl voceras, pasadísima de vueltas, y un nerd que quiere opositar a psicópata. Sus ansias de matar a un ser humano dejan de reconcomerle cuando aparece en escena su amiga inadaptada, la que mueve los hilos a partir del momento en que escapan juntos de sus respectivos (y despectivos) hogares familiares. Amor insano en los tiempos de Instagram.
'The End of the F***ing World' tuvo su versión en cortometraje en 2014, bajo el título 'TEotFW'. Detrás ya estaba Jonathan Entwistle, responsable del desarrollo y la escritura y dirección de la mayoría de las entregas de la serie disponible en Netflix.
En ambos proyectos repite la actriz protagonista, Jessica Barden, presente en 'Langosta' y 'Hanna'. Alex Lawther sustituye a Craig Roberts, actor principal en la pieza inicial, que funcionó como un capítulo piloto. Lawther formó parte del reparto de 'The Imitation Game' y participó en la tercera temporada de 'Black Mirror', en el episodio 'Shut up and Dance'.
Jessica encarna a Alyssa, una chica nueva en el instituto con problemas de integración. Viene de una familia disfuncional. Su madre ha vuelto a encontrar pareja, un padrastro impresentable, con ínfulas, que manipula a su antojo a su media naranja. Alex interpreta a James, un chaval traumatizado, incapaz de mostrar empatía, que busca emociones torturando a animales e insectos. Su sueño retorcido es ser un psycho-killer. Ambos inician un viaje huyendo de la realidad, enfrentándose al mundo adulto y sus miedos, el difícil paso de la adolescencia a una supuesta madurez que no siempre llega.
Comedia y drama se fusionan con un agradecido tono en 'The End of the F***ing World'. La serie despierta sensaciones que van de la sonrisa al vacío mientras aborda la temática adolescente, atendiendo al esquema clásico de historia de amor entre dos personas aparentemente opuestas que se acercan y alejan en un periplo iniciático en común.
Hay destellos de poesía y momentos de desconcierto, sin llegar a perturbar como 'Asesinos natos' o 'Corazón salvaje'. 'Los asesinos de la luna de miel' no es el relato romántico y macabro donde se mira. Alyssa y James simbolizan los problemas de la adolescencia, son raritos, pero no tanto. Sus inseguridades son universales. Según avanza su aventura, reflejo de los cambios de una etapa vital, nos damos cuenta de cómo el dueto incomprendido se esconde bajo capas de aparente extravagancia.
Los trastornos que sufren se tornan obvios y la acción no se desvía del camino trazado. La excelente actuación del elenco protagonista y la utilización de la voz en off para jugar con los pensamientos de los protagonistas, que actúan de modo contrario a lo que imaginan, aportan los mejores instantes de una propuesta que controla todo posible exceso, la violencia está medida al máximo, para dejar un singular sabor agridulce.
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