¿Para qué sirven las cumbres del clima (aka COP)?
Pedro Zorrilla
Coordinador de la campaña de cambio climático de Greenpeace
Jueves, 30 de noviembre 2023, 09:19
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Pedro Zorrilla
Coordinador de la campaña de cambio climático de Greenpeace
Jueves, 30 de noviembre 2023, 09:19
Las emisiones mundiales en 1997 eran de 24 gigatoneladas anuales y actualmente son de 37 Gt/año. La concentración de CO2 en la atmósfera en 1997 era de 364 partes por millón (ppm); ahora es de 419 ppm. La temperatura media global en 1997 era ... 0,5ºC mayor que en la era preindustrial; hoy es 1,2 ºC mayor. Las consecuencias del calentamiento global son ya evidentes en todo el mundo: olas de calor, inundaciones, sequías o incendios como nunca antes. ¿Significa todo esto que las cumbres del clima no sirven para nada? ¿O que hay que alcanzar acuerdos más ambiciosos que supongan un punto de inflexión, que hay que hacer todos los esfuerzos posibles para evitar el desastre al que nos encamina la falta de cambios?
La primera cumbre mundial de cambio climático (las llamadas «COP del clima») tuvo lugar en 1995 y, sólo dos años después, en la COP de 1997 se consiguió aprobar el Protocolo de Kioto, por el que los países industrializados se comprometían a limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero no sólo eso, Kioto era vinculante: si no las reducían al ritmo marcado, los Estados firmantes estaban dispuestos a pagar una multa. Esta obligación legal provocó que muchos países nunca lo firmaran; entre ellos, Estados Unidos, el mayor emisor mundial en esos momentos (y todavía a día de hoy, el mayor emisor de la historia). A raíz de eso, incluso un país, Canadá, que no iba a cumplir sus obligaciones, abandonó el protocolo en lugar de pagar la multa que le correspondía.
Esta falta de compromiso de todos los países llevó a firmar un segundo procedimiento, el Acuerdo de París, en 2015, 18 años después del Protocolo de Kioto. El nuevo acuerdo –vigente hoy– tiene el objetivo de evitar un calentamiento global mayor de 1,5°, lo máximo posible por debajo de 2ºC, y no implica compromisos obligatorios de reducción de emisiones ni sanciones a los países. Lo que sí hace es animar a todos los países a actuar: la única obligación es compartir de forma transparente las emisiones producidas cada año.
No hay duda de que hemos tenido tiempo y oportunidades para hacerlo mejor y más rápido. Si desde 1995 todos los países del mundo hubieran hecho el trabajo necesario para reducir las emisiones de efecto invernadero, el mundo sería infinitamente mejor que en la actualidad. Aun así, a lo largo de estos años se han producido cambios y avances que garantizan que estemos en una situación mejor que si no se hubiera hecho nada. Uno de los puntos más significativos es que tanto la Unión Europea como Estados Unidos, las regiones con mayores emisiones en 1997, las han reducido con respecto a entonces. No lo han hecho ni a la velocidad ni en la cantidad necesaria, pero la evolución sirve de prueba de que es posible, y son ejemplos para mejorar.
También es muy relevante el hecho de que los esfuerzos que comenzaron en 1995 se hayan traducido en un mejor conocimiento del funcionamiento del planeta, de las soluciones a la crisis climática, y en cambios tecnológicos que ahora facilitan enormemente el abandono de los combustibles fósiles. Otra mejora significativa ha sido la financiación climática por los países con más renta y más contaminantes de los países más vulnerables: en 2021 fue de entre 23.000 y 83.000 millones de dólares. Aunque sigue siendo insuficiente, no es una cantidad despreciable. La pregunta podría ser, entonces, ¿cómo estaríamos si no hubiera COP?
Antes de terminar conviene recordar las dos fuerzas que mueven estas cumbres del clima. Por un lado, el freno lo ejercen las empresas ligadas a los combustibles fósiles, con gran presencia en las cumbres y que destinan miles de millones cada año a confundir a la opinión pública y a comprar voluntades políticas. El motor son, sin duda, las organizaciones de la sociedad civil, que, con muchos menos recursos que la industria, se encargan de recordar la necesidad de acción y la obligación de los líderes mundiales de llegar a acuerdos ambiciosos. Gracias a dicho empuje se han conseguido logros como el Acuerdo de París, el Fondo de pérdidas y daños o el Fondo de Adaptación.
Las energías renovables, junto con el ahorro de energía y la eficiencia, conforman el tridente que nos permite abandonar los combustibles fósiles. Aumentar las renovables es, por tanto, un requisito ineludible para luchar contra la emergencia climática. Sin embargo, se ha demostrado que además de aumentar sus instalaciones, también es necesario tomar medidas para frenar la expansión fósil. El año en el que la COP se celebra en uno de los mayores países productores de petróleo y gas del mundo, con un presidente que es CEO de la 12ª mayor petrolera del mundo, la decisión que definiría su éxito sería que se enviara un mensaje alto y claro al mundo: vamos a poner fin a la era de los combustibles fósiles. Necesitamos políticas dirigidas a poder abandonar de forma rápida, ordenada y justa los combustibles fósiles.
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