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Al salir de la estación de trenes de Todmorden, un pueblecito de la campiña inglesa situado a 40 kilómetros de Manchester, el visitante se topa con una extraña bienvenida: «¡Sírvase usted mismo!», reza un cartel con forma de mapa. En él, más que los edificios ... emblemáticos, se muestra la distribución de las plantaciones que siembran de frutas, hortalizas, verduras e hierbas aromáticas cada centímetro de tierra libre de la ciudad. La comida crece literalmente en las calles. Frambuesas y acelgas; albahaca o zanahorias. Hay donde elegir. Lo mejor es que es gratis y abierto a todo el que guste.
Con esta carta de presentación no es de extrañar que Todmorden fuese bautizado en su día como el primer pueblo 'comestible' del mundo. 'Incredible edible' (increíble y comestible en inglés) fue el lema que acuñaron los padres de la idea de convertir el pueblo en un gran huerto comunitario en el año 2007.
Desde entonces, durante más de diez años, esta comunidad ha sido primero pionera y luego referente en la moda del compartir y cuidar; de primar lo local y natural en el consumo.
Junto al activismo sostenible en torno a la comida, añaden otra pincelada de utopía a su propósito: han adoptado 'la bondad' como lema. La palabra descansa en una de las calles principales en grandes letras mayúsculas blancas, como si desafiara a todo lo que presenta el famoso cartel de Hollywood.
Para que la siembra y recogida funcione, la idea es implicar a toda la comunidad en el proceso de producción. Tal y como explican desde el propio proyecto, los cultivos sembrados en terreno público cedido por las autoridades locales son cuidados por una red de unos trescientos voluntarios. Cada uno dedica dos mañanas al mes a esta tarea. Así, la comunidad no solo se autoabastece durante todo el año, sino que, además, el excedente se comparte en la 'gran fiesta anual de la cosecha. El príncipe Carlos de Inglaterra era uno de sus habituales.
La idea cuajó en la comunidad, que aún hoy mantiene vivo este activismo naturalista tras superar los encierros por la pandemia del Covid, pero trascendió a ella. En 2018 Incredible Edible dio un salto para convertirse en movimiento nacional y luego internacional. Lo que se convirtió en una acción pequeña, se ha transformado en inspiración para otros muchos grupos que ha seguido los pasos de esta comunidad.
Actualmente cuenta con 100 grupos en el Reino Unido que se han unido al movimiento de huertos urbanos para autoabastecer de alimentos a pequeñas comunidades; 600 en todo el mundo. Por eso ahora se definen como «una federación de grupos independientes a nivel mundial» y «abrazan la diversidad» de cómo se implanta el proyecto en cada lugar, en función de sus posibilidades.
En España, el aprovechamiento de terrenos municipales sin uso para ser reconvertidos en huertos tiene cierta tradición, pero el sistema de gestión no es tan abierto, tan enfocado a crear comunidad a una escala mayor. Suele estar a cargo de una asociación que solicita el uso del terreno; la comida no es para la comunidad, sino para quien la cultiva, en caso de que se permita esta opción y no tenga uso didáctico o recreativo, como sucede en otros muchos casos. En nuestro país, Salamanca o Valencia son dos de las ciudades que más han apostado por los beneficios de los huertos urbanos para sus comunidades.
De cualquier modo, no suelen coincidir con el caso inglés en cuanto a sistema de gestión, ya que normalmente se sortean los terrenos entre entidades solicitantes, mientras que en el caso británico están abiertos a todo el mundo que quiera participar de la comunidad.
Lo más parecido al caso británico, salvando las distancias, es el gran parque de la ciudad sueca de Malmö, donde las zonas verdes no solo adornan, sino que dan de comer al barrio, además de conectar a sus habitantes con la naturaleza, a pesar de vivir en una ciudad.
La consultora en sostenibilidad Ana Villagordo destaca la iniciativa inglesa como ejemplo inspirador de los cambios de mentalidad que requiere el futuro del planeta. Para explicarlo hace suyas las palabras de una voluntaria de la comunidad británica. «La gente está cansada de oír hablar de estrategia, de huella de carbono y de promesas electorales. Lo que quiere la gente es sentirse especial y pasar a la acción», reivindica como un camino certero para que los cambios sean posibles.
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