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Juan José Estebán
Martes, 17 de octubre 2023, 14:31
La península de Yucatán, en el extremo sur del golfo que da nombre al país, es el mayor imán turístico de México. En 2022, más de veinte millones de visitantes pernoctaron en sus hoteles atraídos por los vestigios mayas de Chichén Itzá, Tulum, Uxmal o ... Ek Balam, y por los deliciosos arenales caribeños de Cozumel, Playa del Carmen o Cancún. También por sus cenotes.
De estas pozas naturales de agua dulce a cielo abierto hay unas 2.400 en toda la península. Son hábitats extremadamente frágiles, pero resultan vitales para las pequeñas comunidades del interior de la península.
«Dependemos totalmente del agua de los cenotes: con ella nos bañamos, lavamos la ropa y los utensilios de cocina y, en las comunidades más alejadas, hasta la beben», asegura Alan de la O, uno de los fundadores de la cooperativa Bejil-Ha, comprometida con la conservación de los más de 50 cenotes de la comunidad de Chemuyil.
«A través recorridos turísticos muy restringidos y respetuosos con el ecosistema buscamos mostrar esta belleza a nuestros visitantes y, a la vez, protegerla y concienciarlos a ellos y a nuestra comunidad de la gran importancia de cuidar los cenotes y las cuevas inundadas de Quintana Roo», explica Marvin Heb, otro de los miembros de la cooperativa.
Ese compromiso de los 14 cooperativistas de Bejil-Ha les ha servido para ganarse el apodo de 'los guardianes de Chemuyil' y convertirse en uno de los proyectos de turismo comunitario que apoya la compañía hotelera española Iberostar, una de las compañías integradas en Líderes con Propósito, la comunidad de empresas que se gobiernan desde el propósito corporativo y en la que también están Havas Media Network España, HM Hospitales, IKEA, L'Oréal, Mahou San Miguel, Novartis, Puy du Fou, Salesforce, Santander, Telefónica, Tendam y Vocento.
Uno de los compromisos que emanan del propósito corporativo de Iberostar es contribuir al desarrollo social y económico de las comunidades locales donde se levantan sus establecimientos. Y para eso, la compañía balear acaba de firmar una alianza con la red de turismo comunitario y organización sin ánimo de lucro Planeterra. La idea es poner en marcha, antes de 2030, 36 proyectos de turismo comunitario que impactarán en más de 955.000 viajeros potenciales, implicarán a 35 comunidades locales y mejorarán la vida de más de 13.000 personas. El de Bejil-Hal es uno de los pioneros.
«En Planeterra hemos encontrado el socio ideal –explica Alejandro Borrás, director de la Fundación Iberostar–. Ellos llevan veinte años utilizando el turismo como herramienta para el desarrollo de las comunidades locales, y nos encanta su forma de trabajar. Generalmente, las comunidades locales suelen quedar fuera de la organización de los circuitos turísticos, pero ellos han visto que integrándolas, el impacto social, económico y medioambiental es mucho mayor».
En sus dos décadas de vida, Planeterra ha desarrollado muchos proyectos con touroperadores para dar relevancia y visibilidad a asociaciones y cooperativas locales, pero es la primera vez que trabajan con una cadena hotelera.
«Esta asociación con Iberostar es un brillante ejemplo que inspira a todo el sector turístico y a la industria hotelera. Mientras que las grandes cadenas hoteleras aún no han adoptado la integración de las comunidades locales, este proyecto destaca por su verdadero impacto. Con el potencial de replicar este modelo en 16 países y en más de cien propiedades hoteleras, Iberostar tiene el poder de transformar innumerables comunidades», asegura Jamie Sweeting, presidente de la Fundación Planeterra.
El turismo es una industria global que en 2022 movió casi 600.000 millones de euros, según Mobility Market Outlook. Pero las comunidades locales y sus pequeñas empresas, que son las que soportan su presión, apenas ven un céntimo de esa cantidad. El trabajo de Planeterra es, precisamente, apoyar y fortalecer el turismo comunitario para romper esa tendencia, proteger esos destinos y mejorar las economías locales.
«Nosotros ofrecemos muchos servicios en nuestros establecimientos, pero al ser 'todo incluido' muchos clientes no salen del hotel. Eso hace que las estancias apenas se traduzcan en beneficio para las comunidades. Pero estamos innovando para conseguirlo –asegura Alejandro Borrás–. Como parte de nuestro compromiso de generar un impacto positivo en la vida de las personas y su entorno a través de un turismo responsable, es fundamental apoyar las iniciativas de las comunidades locales, haciéndolas partícipes activas de la oferta turísticas para contribuir así a la mejora de las condiciones de vida de las personas que las forman, además de enriquecer las experiencias de nuestros clientes».
Los tres primeros proyectos de la colaboración entre Iberostar y Planeterra, uno en México y dos en República Dominicana, ya están en marcha. El de México son las rutas que organiza la cooperativa Bejil-Ha, que animan a los clientes a salir del hotel y descubrir, de la mano de guías locales, los cenotes de Chemuyil, que están fuera de las rutas turísticas tradicionales. «Son experiencias auténticas y un modelo de éxito en el mercado», apunta Alejandro Borrás.
En el caso de República Dominicana, son las comunidades locales las que se acercan al hotel Iberostar Costa Dorada para ofrecer sendas experiencias inmersivas. En la primera, los clientes tienen la oportunidad de conocer el proceso de cultivo del cacao y la elaboración del chocolate gracias a la cooperativa El chocal. Esta asociación la integran una treintena de mujeres de Altamira, en Puerto Plata, y su proyecto proporciona ayuda a más de 200 familias. Del mismo modo, a través de la Asociación de Artesanos de Madera Petrificada de la comunidad de Imbert, también en Puerto Plata, los huéspedes pueden conocer las técnicas locales de tallado de madera y adquirir sus productos, una actividad de la que subsisten más de 250 familias.
Estos tres programas piloto, que solo llevan en funcionamiento unos meses, son el banco de pruebas para mejorar la eficacia de los 33 que vendrán después. «Con Planeterra nos hemos marcado dos destinos prioritarios, México y República Dominicana, que es donde tenemos más establecimientos –apunta Alejandro Borrás–. Pero vamos a llegar allá donde tengamos hoteles. También en el área EMEA (Europa, Oriente Medio y África), donde hemos empezado a desarrollar en Agadir (Marruecos), bajo el modelo de República Dominicana, un proyecto con una cooperativa de mujeres que trabaja el aceite de argán».
La idea es la misma en todos los casos: favorecer la economía de las comunidades locales, crear empleo, evitar la despoblación, fomentar el respeto a la naturaleza, preservar las tradiciones, impulsar la apertura de nuevos negocios y, de cara a los clientes de Iberostar, ofrecerles experiencias auténticas a las que no podrían acceder de otra manera.
Como bañarse en los cenotes Ta'akbi-ha, K'oox Baal o Xunaan Ha después de un caminata por la selva o terminar la ruta con una experiencia gastronómica tradicional ofrecida por las mujeres de Chemuyil, lo que hace que la actividad impacte en más miembros de la comunidad. «Yo he crecido comiendo esa misma comida con reminiscencias mayas y bañándome en estos cenotes –explica Marvin Heb–. Y por el mismo camino por donde hoy conducimos a los huéspedes nosotros buscábamos palomas cuando éramos críos».
Marvin reconoce que, con el final de la infancia, su pandilla de chicos y chicas de Chemuyil dejó de frecuentar estos cenotes. Y que al volver a ellos, ya bien entrada la veintena, y ver el estado en el que se encontraban, decidieron crear Bejil-ha, un término maya que significa 'camino del agua', para recuperarlos y convertirlos en una atracción turística sostenible que favoreciese a toda la comunidad.
Cada día, mientras unos cooperativistas hacen guardia a la entrada de los principales cenotes de Chemuyil para regular el número de visitantes y cerciorarse de que admiren y disfruten estos ecosistemas subterráneos sin dañarlos ni contaminarlos, otros organizan rutas para que turistas como los que se alojan en los hoteles de Iberostar los conozcan de una forma única y sostenible. «Es nuestro compromiso con las comunidades de Chemuyil y Akumal –explica Marvin Heb–; nuestro granito de arena para conservar esta paz y esa forma de vivir».
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