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Representación folclórica en Cape Town, Sudáfrica. Reuters
África, más allá del estereotipo de la pobreza

África, más allá del estereotipo de la pobreza

Desde el Norte global, la visión de África es monolítica: un único lugar abocado al hambre y a los conflictos. Esta simplificación impacta en cómo se percibe al continente también a nivel humanitario

Raquel C. Pico

Jueves, 23 de enero 2025, 17:00

Si quieres un smartphone en África solo tienes que pedírselo a los ancestros. Luego, eso sí, cargarlo no es del todo fácil: hay que escalar hasta lo alto del monte Kilimanjaro y esperar que el dios del trueno descargue sobre ti un rayo de energía. La influencer Charity Ekezie (@itssucrepea en Instagram) cuenta completamente seria estas historias a cámara: el sarcasmo es la herramienta con la que responde a las muchas preguntas absurdas que le hacen sobre la vida en África -como si hay supermercados o si tienen peines- y con la que invita a reflexionar sobre todos los mitos que existen sobre el continente.

La imagen de África en los países del Norte global está muy conectada con una visión un tanto paternalista y bastante sesgada de la realidad, como cuenta en África no es un país (Capitán Swing) el periodista Diop Faloyin. El continente se ve como un todo, los matices desaparecen y los titulares sobre guerras y hambrunas se perciben como el absoluto del día a día (aunque lo que puede estar ocurriendo en un país no necesariamente tiene porque estar pasando en otro).

En parte, la cultura popular del fin del siglo XX ayudó a afianzar ideas que venían de lejos. En los años 80, «la época dorada de las campañas benéficas», se celebraban telemaratones para recaudar fondos para diferentes catástrofes humanitarias en África.

«Además de los telemaratones, estaban los eventos y los lanzamientos grandilocuentes y exclusivos», escribe Faloyin. No es que las catástrofes humanitarias en cuestión no estuviesen ocurriendo, pero se abordaban de una forma simplista y las soluciones que se ponían en marcha no eran siempre realmente buenas, como explica el experto. Todo estaba igualmente tocado por un sensacionalismo emotivo que convertía a las tragedias ajenas en material para el prime time.

Y, aunque esto pueda parecer algo lejano, no lo es tanto. Faloyin lo recuerda echando mano de la campaña Kony 2012. «Pasó de ser el vídeo más viral de la historia de YouTube a paradigma de algunos de los peores excesos de la condescendencia de Occidente con África», señala el autor.

Una mirada simplista

Una campaña de una ONG estadounidense quiso acabar con un enquistado conflicto en una zona de Uganda mediante un vídeo viral, que presionaría a la comunidad internacional a actuar interviniendo sobre el terreno. Todo se hacía desde fuera, pero esta no es la única crítica que las voces locales hicieron. El vídeo era sentimental, simplificaba un conflicto complejo y resultaba flojo en términos informativos. Como explica Faloyin, nadie negaba que Joseph Kony (el objetivo de la campaña) fuese malo, sino que «el deseo de hacer el bien no debería convertir jamás el porqué en enemigo del cómo».

En cierto modo, la campaña también conectaba con el fenómeno del «salvador blanco», esa simplificación extrema de qué ocurre en África y por qué (olvidando, por ejemplo, el impacto que tuvo en el continente el colonialismo) o la asunción de ciertos clichés (como la percepción de que los habitantes del continente están abocados a un conflicto continúo y a pasar siempre hambre). La cultura popular producida en Occidente —desde las películas de Hollywood a los best-sellers literarios— perpetúan esas ideas, como recuerda Faloyin.

«Sigue habiendo estereotipos. Creo que la labor que hacen los medios de comunicación o las universidades es muy importante, desmitificando estas cuestiones con información o con literatura, porque ciertamente creo que hay mucho desconocimiento e ignorancia sobre cómo vive la gente en otras latitudes», apunta Jorge Antonio Pérez Pineda, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Nebrija, especializado en cooperación y desarrollo.

La publicidad o las películas de Hollywood ayudan a reforzar ideas preconcebidas. Por supuesto, esto no solo ocurre con África. Los estrenos de cine también muestran una España de toreros o una Francia que solo come baguettes.

Pero para África la cuestión no es tan banal, una simple curiosidad, porque todos estos clichés impactan en cómo se ve al continente desde fuera y cómo se percibe su realidad. Lo hace perjudicando a lo bueno (por ejemplo, las historias sobre turismo o economías emergentes quedan desdibujadas) y hasta a lo malo (porque los conflictos reales pierden relevancia, se ven como lo común).

«África es una de las regiones del mundo más pobladas y una de las que siguen siendo más pobres», recuerda el profesor. Cuando en Europa se toman decisiones partiendo de los estereotipos, se olvida que «también hay una realidad» que es la que está empujando crisis, conflictos o el fenómeno migratorio.

Entre Somalia y Sudáfrica

«En la clasificación de los 39 países más endeudados, 31 son africanos», ejemplifica. Pero recuerda que hay mucho más allá del estereotipo de imágenes de pobreza. «Sí, es cierto que el África subsahariana es la región más pobre del mundo, que existen muchos conflictos y que eso sigue generando inestabilidad económica, migración y la necesidad de que sigamos ayudando», apunta, pero también que deberíamos tener «más claridad sobre quién sufre en África esos problemas». «Es importante diferenciar dentro de África los países», señala. La economía de Sudáfrica poco tiene que ver con la de Somalia.

No todos los países están en la misma situación económica y no todas las sociedades africanas tienen las mismas infraestructuras. África, como dice Faloyin en el título de su libro, no es un país. Sería como pensar que toda Europa es como Suecia, o como Moldavia. «En realidad, menos del 10% del continente está sometido a un gobierno autoritario», señala en su libro Faloyin. Simplificar los problemas hace que también se simplifiquen las potenciales soluciones y que no se entienda la raíz de las causas de temas que llegan también a Europa, como las crisis de refugiados. Además, teniendo en cuenta que África es una de las regiones más afectadas por las consecuencias del cambio climático, esto hipoteca la respuesta a ese nuevo reto.

¿Y cómo hay que afrontar los retos de África? Por supuesto, escuchando a quienes lo están viviendo en primera persona, se puede concluir tras leer a Faloyin. Al evitar la simplificación también se evita pensar que todo el continente está abocado al hambre, la pobreza y la falta de desarrollo.

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