Tormenta perfecta en la apicultura

La realidad es que las estimaciones de las organizaciones del sector calculan pérdidas de producción que oscilan entre el 50-80% afectando a casi todas las tipologías de mieles. Una caída que se va a ver acompañada por unos muy bajos precios, consecuencia de la presión que ejerce la entrada de una enorme cantidad de miel de importación, o sucedáneo en muchos casos, que cotiza a precios extremadamente bajos.

Pero además de la baja producción y los bajos precios, el consumo disminuye año tras año. En definitiva, una tormenta perfecta que ha puesto al sector al pie de los caballos y que no solo es un problema para los productores, sino también para los ecosistemas, porque si desaparece la producción, la población de abejas se reducirá todavía más, y la necesaria polinización estará mucho más limitada. Y no hay que olvidar que una significativa disminución de los polinizadores, además del deterioro medioambiental, podría tener un importante impacto alimentario.

La solución no es sencilla. Pasa por potenciar el consumo de la miel local y por establecer una clara diferenciación con respecto a las mieles foráneas. El problema es que para eso son necesarias costosas campañas, que requieren de recursos públicos, pero también privados, y se trata de un sector cuyo músculo económico y financiero es reducido.