Aplicación de fitosanitarios para asegurar un buen desarrollo del fruto, el lunes en una finca de frutales de Rincón de Soto. SANDA

Los riesgos por enfermedades y plagas mantienen en alerta a los agricultores

La humedad, el exceso de lluvia y el aumento de temperaturas obligan a extremar la vigilancia en los frutales y a realizar tratamientos adecuados

Miércoles, 9 de abril 2025, 07:42

La floración es un momento clave en la aplicación de productos fitosanitarios para evitar problemas que afecten al ciclo vegetativo y dañen la cosecha, algo ... que aumenta con la situación climatológica. «En la caída de pétalos se debe extremar la vigilancia en el melocotonero, ciruelo y almendro, entre otros frutales, para controlar las enfermedades y plagas como el pulgón», comenta Adolfo Nájera, presidente de la SAT Valle de Rincón.

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«La lluvia y el aumento de temperaturas provoca un mayor crecimiento de la vegetación y conlleva un incremento del riesgo de plagas que se alimentan de los brotes verdes», añade.

En el caso de los hongos, proliferan por la humedad y la temperatura elevada. Asegura que esta misma semana se ha dado la situación y ha motivado el aviso de fuego bacteriano que mantiene en alerta a los agricultores. La bacteria 'Erwinia amylovora' causa esta enfermedad que afecta a frutales de pepita, principalmente al peral, y puede llegar a destruir plantaciones enteras, por lo que estos últimos años se ha procedido al arranque para impedir su propagación.

El pulgón, mancha ocre, fuego bacteriano, araña roja, monilia, polilla del jazmín, repilo y barrenillo son algunos peligros

Los tratamientos químicos autorizados en floración para el fuego bacteriano son preventivos, no tienen eficacia curativa. Resulta esencial eliminar los restos de poda y quemarlos en la parcela. Cortar las ramas dañadas y dejarlas en la calle o triturarlas favorecen la propagación de la enfermedad y es sancionable.

El boletín de avisos fitosanitarios de Agricultura del 4 de abril citaba la polilla del jazmín o glifodes como una plaga que afecta al olivo en primavera y el inicio del verano, cuando las larvas salen de su hibernación y se alimentan de los brotes terminales. En la campaña anterior se detectó un incremento que duró hasta otoño e incluso en plantaciones adultas, cuando lo normal es que dañen a los olivos jóvenes.

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Este árbol también sufre la enfermedad del repilo que lo debilita al perder las hojas. El agua de lluvia, niebla o rocío son sus principales vías de transmisión. Se debe vigilar de forma exhaustiva en años con primaveras húmedas o zonas con humedad ambiental elevada. Las abundantes lluvias de marzo e inicios de abril y las altas temperaturas aceleran el ciclo del patógeno por lo que se recomienda realizar tratamientos. El barrenillo (escarabajo) y la verticilosis (enfermedad causada por un hongo) son capaces de secar ramas de los olivos. En menor medida, la cochinilla es otro insecto que lo ataca.

Los cultivadores de almendro están pendientes del pulgón verde. Si ahora se interviene adecuadamente, estará controlado toda la campaña. Además, deben luchar contra la mancha ocre (provocada por un hongo) con aplicaciones de productos desde marzo hasta finales de junio, siempre después de las lluvias.

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En boletines fitosanitarios de marzo se recomendó tratar con aceite de parafina los frutales para luchar contra la araña roja, así como diversos productos contra la monilia para melocotonero, nectarino, ciruelo, cerezo, almendro y albaricoquero, tanto con la primera flor abierta como en la caída de pétalos y contra el pulgón al final de la floración.

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