La situación actual del mercado ecológico en Europa es de un consumo en aumento, pero no tanto como para alcanzar el objetivo europeo de conseguir que la cuarta parte de la superficie agrícola sea ecológica en 2023. Incentivar el consumo es por tanto una prioridad ... y por ello el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) está estudiando bajar el IVA de los alimentos ecológicos. La duda es si es una solución sostenible, aunque a corto plazo pueda ser un revulsivo.

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Uno de los hándicaps que tienen los productos ecológicos es su mayor coste, ya que al tener muy limitada la aplicación de modernas tecnologías fitosanitarias, genéticas, fertilizantes, etc. su productividad es, con carácter general, sustancialmente más reducida. Además, esto conlleva, o bien mayor uso de tierras para obtener la misma producción, o aumentar las importaciones y hacernos más dependientes del exterior.

La realidad es que si se reduce el tipo impositivo se convierte en un producto bonificado. Así, si llegara a alcanzar un alto nivel de producción y por tanto a representar una parte significativa de nuestro sistema alimentario, sería difícilmente sostenible mantener un IVA reducido, porque supondría una pérdida sustancial de ingresos para las arcas públicas. En definitiva, se habrá llevado al sector a un crecimiento subsidiado y de dudosa sostenibilidad económica, al no depender de su competitividad.

La Comisión Europea y los Estados miembros harán bien en promover el consumo de productos ecológicos, para ser coherentes con el Pacto Verde Europeo y sus estrategias 'De la granja a la mesa' y 'Biodiversidad', pero a través de campañas de promoción, fundamentalmente. También el sector productor debería aprovechar esta corriente convenciendo a los consumidores con una buena relación calidad precio. Lo contrario, será generar una burbuja que tarde o temprano podría estallar.

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