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Ana Belén Fernández fue galardonada en los Premios del Campo con el de agricultora profesional, pero también pudo haber recibido el de mejor esposa porque cuando su suegro murió y su marido le planteó «o te vienes a trabajar conmigo a la bodega, o tenemos que venderlo, ella no dudó en abandonar su trabajo de química y hacerse cargo de las tierras, mientras su esposo seguía al frente de la elaboración de vinos».
Ahora, años después no solo no se arrepiente de la decisión tomada sino que afirma que «no sabía que el campo mi iba a gustar tanto».
Para poder hacer una adecuada transición del laboratorio químico a la viña, Ana Belén hizo un curso de 150 horas en La Grajera y estuvo mes y medio de prácticas en CVNE, aunque además, siempre encontró la ayuda y los consejos de David, su marido.
No hubo mayores problemas, aunque el tractor es lo que más respeto le daba «pero más que nada porque me daba miedo llevarme una cepa por delante o un alambre», por lo demás todo ha ido bien, incluso ha visto cómo era muy bien aceptada en un sector –el agrario– muy masculino: «Conmigo, quizá por ser mujer, todo han sido ayudas», afirma.
Lo único que no le gusta de su trabajo es que «a veces me tengo que pasar más tiempo haciendo papeles que sobre el tractor. Lo de la burocracia es impresionante».
Con los años, ella ha ido aprendiendo mucho. Tenía la base química, pero en conocimientos del campo partía de cero, pero ahora es ella la que da la orden de iniciar la vendimia «cuando veo que la uva está en su momento óptimo».
La labor de Isabel ha conseguido que las bodegas Ruiz Alfaya hayan experimentado un cambio notable. «Mi marido y mi suegro hacían, principalmente, vino a granel. Ahora ya tenemos nueve vinos elaborados –y embotellados– con nuestras cuatro variedades de uva», comenta orgullosa.
La bodega se ha abierto al enoturismo, y muy a menudo es la misma Ana Belén la que enseña la bodega a las visitas y explica el proceso de elaboración del vino, «y cuando se despide el cliente y viene a darte dos besos y un abrazo, sientes una satisfacción impresionante», reconoce esta mujer que pone una gran pasión a todo lo que hace, tanto es así, que como le gusta la cocina, no solo elabora algunos pinchos para ofrecer en la parte enogastronómica de la bodega sino que «el año pasado fui finalista en el Concurso de Pinchos de La Rioja».
En cualquier caso, ahora es feliz con un trabajo al que accedió cuando ya contaba 40 años y que le ha permitido dedicarse a un mundo que desconocía pero que ha descubierto como apasionante y evolucionar «sin haberme dado cuenta de cómo hemos ido creciendo», asegura esta mujer agricultora.
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