«Desde pequeño tuve claro este oficio, pero antes fui a la universidad»

Manuel, de 35 años, aprendió el oficio en casa, por eso siempre ha sido consciente de que «hay que tener mucha vocación para poder aguantar». Él la tiene desde muy joven. La única duda que se le planteó al concluir los estudios universitarios –cursó Ingeniería Técnica Agrícola en Pamplona e Ingeniería Superior en León– fue compatibilizar las labores agrícolas con un trabajo o dedicarse al cien por cien al campo. Pesó lo segundo. «Espero no haberme equivocado, porque todas las inversiones que estoy realizando son a largo plazo». Unos años después de aquella determinación, cultiva viña, cereal y patata como muchos, pero también zanahoria, guisante, judía verde y remolacha. «Empecé con una explotación pequeña cedida por mis padres y mi objetivo ha sido siempre incorporar nuevos cultivos en rotación», relata. Manuel es consciente de que iniciar hoy una explotación desde cero es imposible por los costes de la tierra y la maquinaria Solo un tractor para viñedo puede alcanzar 70.000 euros. Por eso, se queja de que las ayudas siguen siendo insuficientes, también de que los criterios de selección dejan a muchos aspirantes fuera. «¿Qué políticas son necesarias para apoyar a los jóvenes agricultores? La primera, no generar desigualdades entre agricultores cuando se reparten los derechos de plantación. Algunos han recibido hasta 12 hectáreas y otros ninguna». Otra sería facilitar el acceso a la compra de tierra, «por ejemplo poder amortizar un porcentaje del gasto y que este se considere como inversión».

A la Administración también le pide un contacto más directo con los jóvenes agricultores como él para resolver las dificultades a las que se enfrentan y campañas de incentivación entre la juventud promocionando la agricultura como un sector «muy profesionalizado». Para él, vivir de la agricultura solo tiene ventajas: trabajar para uno mismo, plantearse objetivos, poder innovar y producir productos de calidad.