El cordero lechal se pasa al pasto
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El cierre de los restaurantes hace que los corderos más jóvenes no encuentren sitio en las mesas y deban seguir criándose para venderse como cordero de pasto, más baratoUna de las grandes víctimas de la pandemia por COVID-19 ha sido la ganadería ovina de carne. Los ganaderos cuentan con que en los meses finales de la primavera y los primeros del verano se dé salida a buena parte de los corderos recién nacidos.
Son meses de grandes celebraciones. Bodas y comuniones demandan grandes banquetes en los que el cordero lechal suele jugar un papel protagonista. Sin embargo, este año la tradición se ha visto alterada. Con el cierre de los restaurantes y la suspensión de bodas y comuniones, pocos son los que compran cordero en la carnicería para un consumo doméstico, «de hecho, antes era el propio carnicero el que venía a las explotaciones a elegir sus propios corderos que luego era los que iba a vender, ahora ya no se mueven», explican casi todos ganaderos consultados.
En esas circunstancias, los ganaderos se han visto obligados, bien a desprenderse –a través de los tratantes o distribuidores– de los corderos lechales a cualquier precio («en la carnicería el precio del cordero apenas se ha movido, incluso en algunos casos se ha subido, pero a nosotros nos pagan mucho más barato», denuncian) o a seguir criando a los animales con el consiguiente aumento del gasto: «Hay que darles de comer, que no es barato, corres el riesgo de que se te muera alguno, y luego si lo consigues vender, el precio del cordero de pasto es mucho más bajo que el de leche... la solución no es buena», lamentan.
Gonzalo Porres cuenta con un rebaño cada vez más reducido en Tirgo. Llegó a tener 1.200 ovejas, aunque ahora ya son muchas menos las que cuida. «Casi todos nos las estamos quitando... es duro y poco rentable».
Él explica que se depende mucho de los restaurantes, en su zona establecimientos como Terete de Haro o algunos restaurantes de Miranda son grandes consumidores, «pero ahora todo está parado».
Y comenta que ya nadie compra cordero para consumir en casa como hace años, salvo en Navidad y en esa época aunque la mayoría lo desconoce «no se compra cordero de aquí, sino que suele ser francés que es mucho más barato; aunque lógicamente la calidad no tiene comparación».
La demanda, sin embargo, hace que a partir de San José –con las celebraciones– el precio se eleve, al menos para el ganadero. Pero no este año.
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Y aún Gonzalo Porres debe estar agradecido: «El año pasado por estas fechas tenía 600 corderos que fueron saliendo, este año no sé que hubiera hecho con ellos».
En cualquier caso, admite que el sector va a quedar muy tocado tras los meses de crisis sanitaria y el consecuente estado de alarma. «En La Rioja Alta si la gente del País Vasco, de la que dependemos, no puede venir; los restaurantes o no abrirán o si finalmente lo hacen, consumirán muy poco... El cliente vasco consume mucho».
En Ojacastro tiene su explotación ganadera Rafael Pisón, y él tampoco es mucho más optimista con la situación del sector: «Ahora aquí solo se come cerdo y pollo, no sé el motivo, pero la gente se siente más cómoda. No es cuestión del precio, porque el cordero no está muy lejos de estas otras carnes».
La solución es, eso sí, igual para todos: «He dejado el cordero para pasto y voy quitándomelos como puedo». Eso implica también que «me tengo que conformar con lo que me dan porque si no, el cordero me cuesta dinero y encima como tarde en venderlo, me lo van a pagar a precio de oveja».
Y ofrece además algunos datos añadidos: «Ahora la lana se paga a diez céntimos, cuando antes se pagaba a 170 pesetas el kilo. Esquilar cuesta 1,30 euros por animal... antes la basura, el estiércol se pagaba, ahora ya no... La verdad es que hace 30 años estábamos mucho mejor. Ahora es complicado sacarle rentabilidad al ganado. El que puede manda el ganado fuera de España porque es otra forma de ingresar».
Tanto es así que Rafael Pisón, a sus 63 años y con más de 40 años de experiencia y trabajo con las ovejas, se plantea quitárselas: «Es que no saco nada, y la jornada de ayer, por ejemplo, comenzó a las 7.30 horas cuando las saqué y no volví a casa hasta las 23.30 horas... son jornadas muy largas y nada rentables».
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