Conservar el 'pedigrí' de la oveja chamarita

En aras de preservar la raza se trabaja en su certificación, que se consigue gracias al libro genealógico, que garantiza que los animales ahí inscritos son de raza pura. En este sentido José Antonio González, veterinario de Arocha, explica que los ganaderos que pertenecen a la asociación, cuando paren sus ovejas, les ponen a los corderos pequeños una identificación personal. Para ello, con un lector leen el número de identificación electrónico de la oveja (bolo ruminal) y a ese parto se le pone la fecha, de qué oveja han nacido y la identificación personal del cordero.

El programa de mejora está presentado en el Ministerio de Agricultura y es un plan al que ayuda en su consecución el Departamento de Genética de la Universidad de Zaragoza.

Todo ello conlleva un coste. Gracias a subvenciones para el fomento de razas autóctonas españolas, junto a las cuotas que aportan los propios ganaderos de Arocha, es posible sufragar este libro genealógico, así como llevar a cabo la mejora de los planes de cría. En las explotaciones ganaderas que pertenecen a la asociación, los machos que tienen los ganaderos son todos de la raza chamarita, «no se permite tener machos para cubrir que no sean de esta raza», subraya González. Con ello se evitan posibles problemas. «Nosotros queremos mantener la pureza de la raza, con lo cual no teniendo otro tipo de razas, eludimos que pueda existir un error», añade el veterinario de Arocha.

En líneas generales, los censos de ovino en La Rioja se han reducido a la mitad, aunque la raza chamarita se está manteniendo. «Es una oveja de pequeño formato, muy rústico y muy adaptable a la zona donde vive. Hemos podido mantenerla y también los ganaderos», señala José Antonio González. Aunque reconoce que el futuro de la oveja chamarita, como el de la oveja en general, es difícil, porque «esto es una cosa vocacional, porque hay que sacarlas todos los días al campo» y la falta de relevo generacional se une «a otra serie de problemas añadidos como es el tema del lobo, porque a todos nos gusta dormir tranquilos por la noche, y donde hay lobo no se duerme tranquilo». A todo ello se suman «los altos costes de producción y los requisitos europeos que hacen cada vez más complicado acceder a subvenciones, como las de la PAC», lamenta González.