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Vista general de la finca de La Grajera en la que se ubican las muestras de vid. SERGIO MARTÍNEZ
Un museo para nuestra historia agrícola

Un museo para nuestra historia agrícola

El Banco de Germoplasma de La Grajera acoge miles de muestras de vid y olivo representando la biodiversidad riojana con el objetivo de conservarla y emplearla ante los retos futuros

SERGIO MARTÍNEZ

Martes, 3 de marzo 2020, 10:01

En pleno océano Ártico, en archipiélago de Svalbard, una de las masas de tierra más cercanas al polo norte, se encuentra uno de los tesoros más valiosos de la humanidad: el Banco Mundial de Semillas. Mil metros cuadrados de pasillos y depósitos bajo cero grados que contienen cerca de un millón de muestras con semillas procedentes de todo el planeta, buscando preservar la diversidad de nuestros cultivos presentes ante un incierto futuro. A mucha menor escala pero con similares objetivos y planteamientos, La Rioja también cuenta con su propio banco genético de vid y olivo en La Grajera, un ejemplo de la riqueza genética de la región y de una biodiversidad que proteger.

En el año 1999 se dieron los primeros pasos para la creación del Banco de Germoplasma de vid de La Grajera, gestionado actualmente por el Instituto de Ciencias de la Vid y el Vino (ICVV), institución en la que colaboran el Gobierno de La Rioja, la Universidad de La Rioja y el CSIC. La preocupación por la desaparición del material genético de los viñedos riojanos y los extendidos arranques de cepas viejas para su sustitución por otras nuevas, más productivas pero menos complejas, fue el punto de partida del proyecto, que prolongó sus actividades de prospección y recogida de muestras durante nueve años.

«Se buscaron viñedos localizados en toda la región y que fuesen antiguos, de al menos sesenta años, porque, por su edad, presentan una mayor diversidad genética y un número más alto de mutaciones», explica Javier Portu Reinares, ingeniero técnico agrícola de la Consejería de Agricultura e investigador del ICVV, que coordina junto a Elisa Baroja y Enrique García-Escudero el Banco de Germoplasma de vid. «El primer objetivo es mantener y conservar la biodiversidad, que ahora se está perdiendo, y que esta nos permita adaptarnos a situaciones tan variables como el cambio climático», añade.

El interés se centró en viñedos antiguos, de más de sesenta años, con mayor diversidad genética

En los estudios de olivo se encontraron 48 variedades desconocidas hasta la fecha

En ese primer proceso se trabajó en 162 parcelas de 52 municipios de toda la DOCa Rioja, «para representar la variabilidad geográfica», comenta Portu, obteniendo un total de 1.667 muestras que se plantaron en la finca de La Grajera. Esta selección se realizó atendiendo a criterios de representación de las diferentes variedades presentes en Rioja, por lo que el tempranillo cuenta con casi la mitad de accesiones totales. Justo antes de la vendimia, los equipos de prospección se desplazaban a las fincas con el objetivo se elegir las vides de las que más adelante, en torno a noviembre, se recogerían muestras. Estas se mantienen en una cámara frigorífica hasta la llegada de la primavera, cuando se plantaba finalmente en el campo, con cinco cepas por cada una de las muestras.

La finca supone un verdadero museo de historia de viticultura riojana, con ejemplares que centenarios, de cada rincón de la denominación, con peculiaridades que los hacen únicos. Cada una de las muestras se diferencia en la viña con un cartel con la variedad y el código identificativo, que recoge toda la información disponible y se asocia a los estudios que se realizan en ella. «Una vez aquí se realiza un trabajo de caracterización, en el que valoramos el comportamiento agronómico, la fenología, la duración del ciclo, la producción, el vigor,...», detalla Javier Portu. Además de los análisis de campo, se elabora vino con el que obtener sus características y posibilidades enológicas en depósitos de microvinificación.

El Banco de Germoplasma supone una importante herramienta de cara a la práctica de estudios de todo tipo como la resistencia a enfermedades y al estrés hídrico, la eficacia en el uso del agua, la adaptación a los cambios del clima, etc. Conocer cómo se comportan ante estas situaciones todas muestras plantadas resultará decisivo ante los cambios futuros pero también para retos presentes.

En todo este proceso la labor del viticultor es clave, como primer observador del comportamiento del viñedo. «Muchas veces ellos nos llaman cuando ven que algo le pasa a las cepas, o tienen alguna mutación, y entonces nos acercamos para comprobarlo. Aprendemos muchísimo de ellos, saben cuando hay algo diferente en base a su observación de años de experiencia». Uno de los casos más célebres y que ejemplifican la riqueza que ofrecen las mutaciones en el viñedo fue el surgimiento de la variedad tempranillo blanco en Murillo de río Leza en el año 1988.

Red de olivos

Siguiendo los pasos de la vid, en el año 2007 se puso en marcha el Banco de Germoplasma de olivo, que replica prácticamente todos los procesos y objetivos, aunque cuenta con algunas singularidades. «Nos hemos centrado en conocer la diversidad de la región buscando material diferente y pensando en el valor que tiene a largo plazo, analizando su comportamiento en el campo y en la elaboración de aceite», explica Javier Ugarte, responsable de los trabajos con el olivo.

Los trabajos de recuperación de este material genético se realizaron en una treintena de localidades riojanas, seleccionando variedades autóctonas, así como minoritarias y desconocidas. Precisamente en estas últimas está el punto de mayor interés. En la segunda fase del proyecto, llevada a cabo entre los años 2015 y 2018, se seleccionaron 217 árboles en diversos puntos de la región. Una vez analizados, se descubrió que 94 de ellos pertenecían a variedades autóctonas, con ciertas peculiaridades pero ya conocidas. La atención se centró en el resto de muestras, que ofrecieron nada menos que 48 genotipos nuevos, de los cuales 26 eran ejemplares únicos y el resto se repetían en varios puntos de La Rioja. «Ha habido grandes hallazgos de variedades no catalogadas y existentes en diferentes municipios, lo que demuestra que se han cultivado de forma tradicional y se han llegado a extender», apunta Ugarte.

Esas muestras, comparadas en el Banco Mundial de Germoplasma de Olivo de Córdoba, no coincidían con ninguna variedad conocida. «Se sorprendieron de que una región tan pequeña como La Rioja tuviese tanta variedad», comenta Javier Ugarte. Picudillo, negral, picalaceña-cirujal, aceitunero y picudo son algunas de las descubiertas hasta la fecha en este proyecto, pero muchas continúan sin identificación, ya que no se conocen sus nombres o reciben una denominación diferente dependiendo del pueblo en el que se haya recogido la muestra. Un mundo nuevo que en realidad es el reflejo del pasado de nuestra región y de un patrimonio a conocer. En La Grajera se han plantado cinco ejemplares de cada uno de esos 48 genotipos de olivo descubiertos, además de otros de variedades minoritarias autóctonas por su interés específico por cuestiones de antigüedad o productividad.

Javier Portu, responsable del Banco de Germoplasma de vid, concluye con una reflexión que guía estos proyectos conservacionistas: «Ahora hablamos de la importancia que tiene ante el cambio climático pero puede resultar interesante para cualquier situación. Es vital conservar nuestra riqueza genética».

Una colección de variedades de vid de todo el planeta

El Banco de Germoplasma de la vid cuenta con un gran número de ejemplares que representan la variedad genética de Rioja. Sin embargo, el Instituto de Ciencias de la Vid y el Vino (ICVV) cuenta también con otras fincas quizá más anecdóticas pero también interesantes en su trabajo. Una de ellas es la de la colección de variedades, que comenzó con la primeras plantaciones en el año 2010 y acumula 511 ejemplares de variedades de vid de todo el planeta, tanto nacionales como internacionales, que resultan de intereses para los estudios llevados a cabo en el ICVV. Todo un muestrario vitícola mundial que se encuentra a un paso de Logroño. Además, en la finca Valdegón, en Agoncillo, el ICVV cuenta con una parcela de curiosidades, donde conserva material de vid con genotipos desconocidos, variedades con mutaciones de color, como la del grisáceo tempranillo royo, y otros ejemplares llamativos por su tipicidad. Dos ejemplos más de la amplia gama de material vegetal con la que cuenta el ICVV.

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