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Alimentar la gallina que cantó después de asada
SANTO DOMINGO

Alimentar la gallina que cantó después de asada

Antonio Rojas convirtió en un orgullo el trabajo de cuidar de las aves que recuerdan el milagro más famoso de Santo Domingo

PPLL

Sábado, 1 de febrero 2014, 02:14

ablar de Santo Domingo de la Calzada es hablar del milagro del gallo y la gallina. No en vano, en muchos rincones de España se conoce a esta ciudad por ser aquella en la que «cantó la gallina después de asada». Este, en realidad, sería el tercer milagro como suelen bromear en la localidad calceatense puesto que las gallinas no cantan, después del de la resurrección del joven peregrino ahorcado injustamente, el cual dio pie a que, posteriormente, una pareja de aves volviera a la vida para ratificar tal portento a los ojos del incrédulo corregidor que se disponía a hincarles el diente. Todo ello por intercesión del santo.

Ciertamente, si algo llama la atención a los visitantes en esta ciudad es encontrarse un gallo y una gallina en el interior de su majestuosa catedral; unos inquilinos con plumas que convierten a este templo en el único de la cristiandad que alberga animales vivos en su interior. Llevan ahí durante siglos por supuesto, sus ancestros, porque el gallinero actual data del XV, pero antes que este debía haber otro más rudimentario, según hicieron constar algunos viajeros en los diarios de su periplo.

Es el recuerdo físico, y también sonoro, del milagro más conocido de la Edad Media, del que actualmente cuida Víctor Pedro Galán, encargado, a su vez, de perpetuar una especie de aves blancas así tienen que ser, como aquellas otras que cantaron el milagro allá por el siglo XIV que estuvo al borde de extinción y que ahora él cría, mantiene y cambia cada quince días. Éste es el tiempo en el que las aves se relevan en el gallinero.

Pero no siempre ha sido así. Hasta el año 1965, el Cabildo de la catedral concretamente su sacristán, conocido por Tuto cuidaba de las aves y estas sólo permanecían en su hornacina desde el 25 de abril día de la gaita y el tamboril hasta el 13 de octubre, cuando se celebra en la ermita de la Mesa del Santo la romería que recuerda, precisamente, el milagro del peregrino ahorcado y del gallo y la gallina. Principio y final del periplo festivo y tradicional, por tanto, si bien era el frío el principal motivo por el que las aves se retiraban y pasaban a un gallinero existente en el propio claustro catedralicio, muy distinto entonces al actual. El sacristán, de hecho, dormía en una construcción existente en él.

Ese año, 1965, entra en juego Antonio Rojas Abeytua. Era Año Santo y, con el fin de darle más auge, este calceatense se ofreció al Cabildo a reformar el gallinero de modo que las aves pudieran permanecer en él durante todo el año. El órgano directivo del templo aceptó su propuesta y Antonio colocó un cristal en la hornacina y lo dotó de luz eléctrica para combatir el frío. Paralelamente, preparó en su domicilio de la entonces avenida del Generalísimo hoy avenida de Juan Carlos I, un gallinero para cuidar de los animales, labor que realizó durante 26 años, hasta su fallecimiento un 18 de octubre de 1991, con 78 años.

Su hijo, el actual prior de la Cofradía del Santo, Miguel Ángel Rojas, cuenta que «recibió infinidad de agasajos por su labor, pero lo más importante es lo orgulloso que se sentía por desarrollarla». Prueba de ello eran sus tarjetas de visita, en las que podía leerse: Antonio Rojas Abeytua. Cuidador del gallo y la gallina.

De casta le viene al galgo, porque Antonio fue un entusiasta colaborador con la cofradía y con las fiestas del Santo. Muchos recuerdan aún su voz entonando junto a Angelín en la Coral Calceatense el solo del villancico de La Rueda. Fue prior de la Cofradía del Santo en 1959, cuando se sacaron por primera vez los restos del Santo, e hizo las veces de prior en los años 1953/54 y 1986/87, a los priores Gregorio Costa y Vicente Mendi. A su muerte tomó el testigo Florentino Pozo, que se ocupaba de gallos y gallinas en la casa de la Cofradía del Santo.

Así las cosas, no es de extrañar que gallos y gallinas estén por todas partes en la ciudad calceatense, sobre todo, en las tiendas de recuerdos. Algunos, incluso, echan en falta un monumento a tan popular animal por estos lares, coprotagonista de un milagro que lleva camino de convertirse en Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial. En Santo Domingo de la Calzada aún reverberan con fuerza los ecos del canto de aquel gallo.

Un milagro de interés cultural

La Consejería de Educación, Cultura y Turismo incoó en julio del 2013 el expediente para la declaración del milagro como Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial, lo que le procurará la mayor protección posible ya que, ante cualquier intervención en él o su entorno, será necesario contar con autorización expresa de la Consejería, previo informe del Consejo Superior del Patrimonio Cultural, Histórico y Artístico de La Rioja.

Sus impulsores señalan que este «patrimonio cultural» ha alcanzado «una enorme trascendencia narrativa, que la ha situado en uno de los referentes de la cultura popular de La Rioja, con un valor patrimonial digno de ser conservado para generaciones futuras». En él recogen tres líneas de desarrollo interrelacionadas: la leyenda: «Gracias al eclecticismo propio de la cultura popular, potenciado por el espacio de intercambio que constituyó el Camino de Santiago, se entremezclan motivos de diversa índole para construir una narración muy particular de un milagro recurrente en diversas fuentes medievales»; su dimensión paremiológica: «El refrán donde cantó la gallina después de asada' supone un hecho excepcional, ya que no es habitual que el hecho milagroso de la leyenda aparezca unido a la identidad de la población», dicen. Otra, la dimensión zoológica, arquitectónica y etnográfica del milagro, por «la inusual presencia» de un gallinero en la catedral. «Los peregrinos confiaban en que si daban de comer al gallo y la gallina tendrían buena suerte en el Camino, por lo que la presencia de estos animales en la catedral tiene tradición de siglos y se pueden encontrar referencias documentales de 1350», explican.

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