
IÑAKI GARCÍA
Martes, 6 de noviembre 2012, 11:13
Uno de los remedios caseros más utilizados para combatir casi todo tipo de enfermedades es la miel. Sus saludables propiedades la han convertido, desde tiempos inmemoriales, en un antídoto familiar para los virus y bacterias. Sin embargo, las trabajadoras de la miel, las abejas, no están libres de enfermar. De hecho, y según explica Ismael Llaría, las enfermedades que padecen estos insectos son el mayor problema al que se enfrenta el sector apícola en los últimos años.
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El responsable de Miel Llaría, que lleva cuarenta años en el sector, explica que ya desde la década de los ochenta se comenzaron a dar los primeros casos de animales enfermos. «Aproximadamente, desde 1982 hasta ahora, es el mayor enemigo al que se enfrenta el sector», indica.
Desde la Asociación de Apicultores de La Rioja, y a través de los veterinarios Alberto Cámara y María Cruz Del Val, se intenta ofrecer todos los medios para que los apicultores luchen con estos males. Entre ellos, la varroasis ocupa un lugar principal, ya que lleva muchos años causando problemas a las colmenas. Producida por un parásito, afecta a las abejas en todos sus estadios de desarrollo y provoca una gran debilidad en la colmena. Su tratamiento es obligatorio, aunque sólo existen tres autorizados para la apicultura tradicional y dos para la ecológica. «Es preocupante que haya tan pocos porque la varroa se hace resistente y es necesario ir rotando los tratamientos», apunta Alberto Cámara. Aun así, está parcialmente controlada. «Eso sí, cuando comenzó, provocó que algunos apicultores tuvieran que dejar el oficio», se lamenta Llaría.
Otra enfermedad importante es la nosemiasis. Se trata de un protozoo que coloniza el aparato digestivo, provocando diarrea y debilitamiento de la colmena. No existe tratamiento autorizado actualmente.
El Mal de Mayo, mientras, sólo se da en algunas zonas. Se produce por una ingesta masiva de polen que hace que las abejas se hinchen, caminen erráticas por la colmena y baje el número de individuos.
Ahora bien, actualmente la máxima preocupación se sitúa en dos males:el síndrome de despoblamiento y la avispa asiática. El primero se origina por múltiples causas y provoca que las abejas desaparezcan, las colmenas se queden despobladas y la miel que resta no sea utilizada por otros individuos. Este síndrome ha hecho descender la población de abejas en buena parte del mundo.
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La avispa asiática, mientras, no ha llegado todavía a La Rioja, aunque sí se han dado casos en Guipuzcoa o en el norte de Navarra. Es una avispa de gran tamaño que se introduce en la colmena e ingiere un gran número de abejas.
Eso sí y, pese a estos problemas, la producción de miel en La Rioja ha ido en crecimiento durante los últimos años. Según los datos facilitados por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente de La Rioja, en el 2009 se situaba en las 233,96 toneladas; en el 2010, mientras, se alcanzaron las 235,06 toneladas; y en el 2011 se vio aumentada hasta las 242,64 toneladas. Unos datos que se trasladan también a la apicultura ecológica. En el 2011 se produjeron 10.300 kilogramos con destino comercial;y en el 2012, 15.787.
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En La Rioja hay 267 explotaciones registradas (30 de ellas son profesionales), 16.410 colmenas según el censo comunicado y 929 asentamientos. En cuanto a las empresas, hay una veintena dedicada a la manipulación y envasado y cuatro artesanas.
Con respecto a las ayudas, son tres las líneas de apoyo. La primera es el Programa Nacional Apícola 2012 del que se benefician 26 apicultores que suman 13.000 colmenas y recibirán 45.466 euros. La segunda es la ayuda a la polinización a la que el Gobierno de La Rioja destina 60.000 euros. Por último, en el marco del Programa de Desarrollo Rural, hay ayudas agroambientales a la mejora de la diversidad y la agricultura ecológica. El objetivo de esas ayudas es echar una mano a un sector preocupado por las enfermedades que pueden afectar a sus abejas, pero con una producción ascendente. La miel gana la partida.
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Sabores para todos los gustos
A alguien que no está demasiado familiarizado con el sector apícola le pueden parecer todas las mieles iguales. Quizás, incluso, piense que sólo hay un tipo de miel. Desconoce entonces la realidad. Sólo debe pasarse, por ejemplo, por el establecimiento logroñés Campomar y podrá comprobar la amplia variedad de sabores que tiene a su disposición.
El responsable de Campomar, Jesús Martínez Ruiz, ya casi ha perdido la cuenta de cuántos sabores diferentes puede tener en su tienda. «Puedo contar con 20 o 25 mieles diferentes y siempre estoy buscando más para traer y ofrecérselas a mis clientes», explica. Una búsqueda en la que Internet es su principal aliado.
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El nivel de polen predominante es el que determina el sabor de la miel. Las posibilidades son casi infinitas. «Aquí la que más se conoce es la de brezo, pero hay muchísimas más», cuenta Martínez. Las estanterías de su tienda dan buena fe de ello. Se pueden encontrar desde mieles de encina hasta de romero, pasando por la de leguminosas, la de eucalipto o la de castaño, entre otras. Cada una de ellas tiene unas cualidades y unas propiedades distintas.
Martínez, eso sí, indica que para que la miel pueda mantener sus propiedades es necesario servirla junto a alimentos fríos. «Todo el mundo asocia la miel a un vaso de leche bien caliente. Pues ese pensamiento es incorrecto; es mucho mejor tomarla, por ejemplo, junto a un poco de agua o un yogur», advierte.
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En líneas generales, y según explica Martínez, las mieles se pueden dividir en tres tipos diferentes. «Tenemos las convencionales, las ecológicas y las denominaciones de origen», enumera. «Dentro de estas últimas, nos encontramos cuatro distintas:la de La Alcarria, la de Las Alpujarras, la de Galicia y la de Villuercas-Ibores», repasa. Además, en una segunda clasificación, la miel puede ser de flores o de árboles (mielatos).
Martínez asegura que, cada vez más, sus clientes se van familiarizando con las distintas mieles. «Se dejan aconsejar. Yo les recomiendo alguna y ellos, normalmente, aceptan el consejo», explica. «Aunque es cierto que la mayoría suele venir a por una en concreto y yo, poco a poco, les estoy tratando de sacar de ahí para que prueben nuevas», añade. «Por ejemplo, en invierno, la de eucalipto es la que más se vende», concluye.
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El responsable de Campomar, por último, cree que el sector ha mejorado en las últimas fechas por la intervención de Sanidad. «Están haciendo un esfuerzo muy grande y valioso para que todas las mieles se vendan con etiqueta porque, hace tiempo, se podía vender de todo», se congratula.
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