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L. J. R.
Lunes, 1 de febrero 2010, 01:34
La cafetería Chillida respira tranquilidad a media mañana. Es un viernes cualquiera y en la barra está su propietario, Pedro Rico, satisfecho del negocio que ha conseguido poner en marcha en una de las zonas de expansión de la ciudad. Esa tranquilidad actual ha sufrido tres grandes sustos. A mediados de julio, el 26 de noviembre y el 10 de diciembre. Los tres días recibió a altas horas de la madrugada una llamada de la Policía Nacional: habían entrado a robar en su negocio.
«Fueron directamente a por las máquinas tragaperras», explica Rico, que asegura que pese a todos los sistemas de seguridad los ladrones lograron su objetivo: «Las alarmas saltaron, pero tardan solamente un minuto y medio en hacer su 'trabajo' y desaparecer».
Ese trabajo se repitió en tres ocasiones. Afortunadamente, en el segundo atraco la Policía Nacional sorprendió a los ladrones escondidos esperando para huir. Entonces, tras reventar una de las lunas con la tapa de una alcantarilla destrozaron las tragaperras y se hicieron con un botín de unos 3.000 euros que Rico logró recuperar. «En los otros dos, los seguros se han hecho cargo de los daños y no he tenido que cerrar ningún día», apunta. Las recaudaciones se esfumaron.
Recaudación diaria
Al acercarse ahora a la cafetería Chillida destacan unos folios pegados en todos los ventanales: avisan que diariamente se recoge la recaudación de las máquinas. «Los he puesto para que lo sepan. También dejo las máquinas abiertas para que vean que es verdad», afirma.
Una fórmula extendida en buena parte del sector y una de las pocas fórmulas para evitar los robos.
Cuando a eso de las 2 horas, Pedro Rico cierra la puerta del bar, siempre se pregunta lo mismo: «¿Me llamarán esta noche? Ya duermo junto al móvil, por si acaso suena».
Tres robos en menos de medio año le han hecho reflexionar mucho. Tanto que asegura que en más de una ocasión se ha llegado a cuestionar si el objetivo de los ladrones es arruinarle. «Hay veces que hasta piensas que vas a tener que cerrar el bar. Estoy cansado y tienes miedo cuando cierras y te vas a casa. Entre el segundo y el tercer robo no me dio tiempo a poner ni el vinilo en el cristal. Por lo menos, eso que se ahorró el seguro», bromea.
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