J. SAINZ
Martes, 8 de diciembre 2009, 02:04
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«Es diferente». Lo dice, con conocimiento de causa, el tenor riojano Miguel Olano: «Es algo extraordinario, pero diferente». Unas doscientas personas pudieron presenciar ayer en Logroño, en los cines Yelmo, la retransmisión en directo desde La Scala de Milán de la inauguración de su temporada operística. Gracias a la tecnología más avanzada, el estreno de , de Bizet, con dirección musical del gran Daniel Barenboim y escénica de la polémica Emma Dante, fue visto en decenas de capitales españolas y en más de 25 países, desde Estados Unidos hasta Estonia, de Austria a Argentina.
Nada comparable, es cierto, a asisitir in situ al mítico teatro milánes, uno de los grandes templos del bel canto, pero muy recomendable para cualquier aficionado, por la calidad de imagen y sonido que ofrece el sistema en alta definición y por lo extraordinario de poder estar 'viviendo' simultáneamente un acontecimiento cultural mundial de primer orden.
No es la primera ópera que retransmiten en directo los cines Yelmo (este otoño ya han pasado y , ambas de Verdi). Pero la jornada de ayer era especial por tratarse del arranque de la temporada en La Scala, como cada 7 de diciembre, día de san Ambrosio, «un evento comparable al Concierto de Año Nuevo en Viena», según Eduardo Aisa, portavoz de la Asociación Riojana de Amigos de la ópera (ARAO).
Sus miembros eran mayoría ayer en las butacas del cine, por las cuales habían pagado entre 14 y 16 euros. Casi cuatro horas de espectáculo y un vino ofrecido por Bodegas Marqués de Cáceres lo merecían. «Esto es un lujo muy asequible», comentaba Rosa Castellot antes del comienzo. «Pero no sé si nos habremos vestido adecuadamente para la ocasión», bromeaba su compañero, Félix Reyes.
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Quienes sí vestían de etiqueta eran los espectadores de Milán, algunos de los cuales habrían pagado 1.680 euros en taquilla y hasta 3.000 en la reventa. «Un auténtico disparate», reconoce Aísa, amante de la ópera como el que más, pero persona razonable a fin de cuentas y capaz de disculpar los leves aunque inoportunos errores de la transmisión. «Se ha tenido que ir a en la habanera de Carmen», lamentaba por su parte Roberto Santamaría.
Un pequeño inconveniente que hacía bajar de la nube virtual a los melómanos. «Es algo extraordinario, pero diferente». Olano tenía razón: nada como ver y oír por uno mismo. Pero, ¡qué maravilla de la técnica!
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