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MANUEL ALCÁNTARA
Jueves, 3 de diciembre 2009, 02:13
Nuestro fútbol puede que sea excepcional, gracias sobre todo al que practica el Barcelona, pero el amaño de partidos no podía ser una excepción entre nosotros. Los malos ejemplos siempre arrastran. En Italia fueron unos precursores y se investigaron los sobornos a algunos futbolistas que, no contentos con sus ganancias, cobraron por perder. La Federación Española está obligada a averiguar su proporción por hectáreas y por áreas de penalti.
Hay futbolistas expedientados por su implicación en apuestas ilegales. El fútbol es un deporte azaroso y muy ingenioso, ya que todo partido pudo acabar con un resultado distinto, aunque muchos no podían terminar de modo diferente. (Lo del triunfo del Alcorcón sobre el Madrid ocurre una vez y por eso se convierte en vergüenza para unos y en efeméride para otros). El arreglo de partidos nos hace desconfiar de la próxima quiniela. Los aficionados confesos creemos que todas las veces que hemos visto pasar un balón junto al poste, como una fruta que tuviera nostalgia de su cepa, la intención del delantero era meter gol. No meterse un dinero extra en el breve pantalón del uniforme. La trama incluye a varios futbolistas de distintas categorías, pero igualados por su condición de sinvergüenzas. La capacidad corruptora del dinero está suficientemente comprobada en toda clase de negocios, pero también ha llegado al ocio. Es urgente una investigación seria de la Fiscalía General del Estado. No sólo de la UEFA. ¿No vamos a dejar nada limpio en estos momentos? A algunos concejales de urbanismo se han unido algunos centrocampistas. ¡Arriba el campo!
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