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«diez ateos cambian de autobús»
ANÁLISIS

«diez ateos cambian de autobús»

JUSTO GARCÍA TURZA

Domingo, 26 de abril 2009, 02:57

Estos días atrás, en las minivacaciones de Pascua, he intensificado una de mis aficiones más gratificantes: la lectura. De hecho, le he metido mano a una buena biografía de Juan de Austria -soy un apasionado de la Historia-, a un estudio profundo de las cartas de San Pablo -estamos en el Año Paulino-, y en esos ratos inmejorables después de la cena, en vez de adocenarme con las salsas rosas televisivas, he leído el libro de José Ramón Ayllón, en su segunda edición, y que lleva por título el que da pie a este escrito: «10 ateos cambian de autobús».

¿Recuerdan el cirio que se montó no hace mucho tiempo por la publicidad atea colocada en algunos autobuses urbanos, y que rezaba lo siguiente: «Probablemente Dios no existe»? Y venía a recordar el mensaje de todos los tiempos: «Comamos y bebamos, que mañana moriremos; total para cuatro días que vamos a vivir. Sin Dios se disfruta más que con él, ya que siempre ha sido un aguafiestas».

Hoy nadie se acuerda del engendro de los autobuses. Yo, en concreto, no comenté nada al respecto, pese a que fueron muchos/as los que me lo pidieron, por la sencilla razón de que me pareció una sandez y yo no estuve por la labor de hacerles el caldo gordo a cuatro pardillos.

¿Sabían ustedes que Ernesto Sábato, a sus noventa años de edad -nunca es tarde si la dicha es buena-, convertido a la fe católica, y embarcado, como dice él mismo, «en este complejo, contradictorio e inexplicable viaje hacia la muerte que es la vida de cualquiera», escribió un libro al que curiosamente puso el título 'Antes del fin' y con el que pretendió ayudar, sobre todo a los adolescentes y jóvenes, «a encontrar a Dios, a encontrar un sentido de trascendencia en este mundo, plagado de horrores»?.

¿Sabían ustedes que la fundadora del movimiento feminista ruso, Tatiana Goricheva, nacida en Leningrado, estudió Filosofía y fue educada en el ateísmo oficial del régimen comunista soviético? ¿Sabían, asimismo, que se convirtió al cristianismo, que mantuvo una intensísima actividad intelectual, y que todo ello le llevó a la cárcel y al destierro? No es extraño que la arrojaran de la URSS después de la publicación de un libro que lleva por título 'Hablar de Dios resulta peligroso'. Lo sufrió en sus propias carnes. En una ocasión le preguntaron a esta activista del feminismo lo siguiente: «¿Por qué cree usted en un absurdo así, en Dios, como si se tratase de una vieja pueblerina que no supiera leer ni escribir?». Esta misma pregunta le hizo la KGB en más de una ocasión. Invariablemente nuestra feminista contestaba: «Yo he nacido en un país en el que la religión y la moral, la cultura cristiana, han sido arrancadas de raíz, intencionadamente, y con total éxito. En mi adolescencia tuve una amiga que se suicidó a los quince años, porque no pudo soportar lo que la rodeaba. Se quitó la vida porque no pudo aguantar el vacío y el sin sentido en el que habían convertido su vida. No encontró la luz. Hoy, a los veinte años de su muerte, yo puedo expresar lo que condujo a mi amiga al suicidio: había descubierto la miseria del ser humano, pero nadie le había dicho nada de Dios y la esperanza, y murió oprimida de desesperación?». Tremendo, ¿verdad?

¿Les suena quién era Narciso Yepes? ¿Cómo no les va a sonar con lo maravillosamente bien que hacía sonar su guitarra? Él y Andrés Segovia, lo mejor de lo mejor. En una entrevista de allá por los finales de los 80, a la pregunta de si «siempre ha tenido usted la fe religiosa que ahora tiene», salió con la siguiente respuesta que es para remover a cualquiera. «A mí me bautizaron como a todos, al nacer, y ahí se acabó todo. No recibí ninguna formación, ninguna noción religiosa. ¡Nada! Cómo sería la cosa que mi primera Comunión la hice a mis 25 años. Yo no practicaba ni creía ni me importaba lo más mínimo si había algo después de la muerte, si existía Dios. Dios no contaba para mí absolutamente nada. Pero, mira por dónde, yo sí pintaba para Él. Estaba una mañana en París, viendo pasar el agua sobre un puente del Sena, era un 18 de mayo, cuando lo escuché dentro de mí. Es posible que me hubiera llamado en alguna otra ocasión. Pero yo no le había oído. Aquel día tenía la puerta abierta, y Dios pudo entrar. No sólo se hizo oír, sino que entró de lleno y para siempre en mi vida». Bonito, ¿verdad?

El libro habla de otros ateos que han cambiado de autobús, como el investigador del genoma humano y premio Príncipe de Asturias, Francis Collins; o como el 'ateo perfecto', Andrés Frossard, que descubrió a Dios a través de la belleza, y de quien yo he aprendido muchos desde mis tiempos de estudiante de Periodismo.

Termino con una reflexión de otro ateo que también se subió al autobús de los creyentes, Chesterton, que decía: «No me importa que los escépticos digan que todo esto es un cuento chino, mientras no me expliquen cómo un cuento chino permanece en pie siempre, y cómo ha llegado a ser el hogar de casi todos los hombres».

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