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Una joven farmacéutica. /EFE
'Supositorios de nitroglicerina'
SOCIEDAD

'Supositorios de nitroglicerina'

Los farmacéuticos se ven obligados a hacer de traductores de las extrañas peticiones de sus clientes que cambian los nombres a los medicamentos

EFE

Domingo, 26 de octubre 2008, 14:39

Pedir locutorio, en vez de colutorio; aspirinas fluorescentes, por efervescentes; calmantes contaminados, en lugar de los más sanos vitaminados o 'Piterpán' por Primperán, son algunas de las «traducciones» que diariamente deben hacer los farmacéuticos ante las peticiones que reciben de sus clientes.

El periodista gallego Carlos García Costoya ha recopilado en el libro (Styria) centenares de estas situaciones, algunas casi inverosímiles, aunque él asegure que no «son leyendas urbanas», ya que la ingenuidad, la sencillez, pero también una escatología poco pudorosa de algunos de sus clientes, supera la ficción más elaborada.

Casi todos hemos tenido problemas al «enfrentarnos» a la pronunciación de los extraños nombres comerciales con que las grandes empresas farmacéuticas «bautizan» sus productos, sobre todo hasta que éstos se hacen populares, y son muchos también los que tienen dificultades para comprender las prescripciones y las formas de aplicación de algunos de ellos.

Nadie como los farmacéuticos para explicar hasta dónde llega la creatividad de los españoles a la hora de solicitar algún medicamento, que obliga a estos profesionales a echarle mucha imaginación para que el cliente-paciente se vaya satisfecho.

Así, el que pidió 'supositorios de nitroglicerina', regresó a su casa con unos menos peligrosos de glicerina; quien fue a buscar «agua exagerada», se quedó con una más discreta oxigenada, y el hombre que pidió unos profiteroles, se fue mucho más contento con su caja de profilácticos que si, como reclamaba, le hubieran entregado unos pastelitos rellenos de nata.

Con respeto

Con la colaboración de varios amigos farmacéuticos, quienes a su vez han contactado con otros colegas, García Costoya ha confeccionado un libro, plagado de «alucinantes» momentos, con los que, no obstante -afirma- no quiere «faltarle el respeto a nadie», y que sorprendentemente demuestra que muchas de las historias incluidas se repiten en farmacias de toda España.

Algunas peticiones son verdaderos jeroglíficos del lenguaje y lo visual: «Consuelo, dame esa pomada roja y negra... el trono del Cid, que me va tan bien para las piernas», le pidió una clienta a su farmacéutica madrileña de toda la vida, quien enseguida dedujo que se estaba refiriendo a la crema Trombocid, que se distribuye en cajas de color... ¡amarillo y negro!.

Para García Costoya esta variedad provoca que los clientes tengan ciertas confusiones, como la mujer murciana que se quejaba al farmacéutico de que su médico casi le había echado de la consulta por pedir «sexooral», cuando lo que realmente pedía era una receta de Seroxat.

Los preparados más comunes no se libran de la confusión, es el caso del suero fisiológico -solicitado como suero morfológico o suero psicológico, entre otros neologismos improvisados-, ni tampoco los encargos que las mujeres hacen a sus maridos: «Necesito anillos de los Nibelungos» cuando, realmente, lo que su mujer le había pedido que comprara eran unos anillos vaginales Nuvaring.

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