J. C.
Domingo, 26 de octubre 2008, 02:21
Publicidad
«Fue duro. Muy duro. Se te llega a hacer eterno. Los días pasan llamando una y otra vez a Bienestar Social para saber cómo está tu expediente. ¿Qué hay de lo mío?, preguntas una y otra vez mientras te asaltan las dudas: ¿Por qué necesitan tanto tiempo si ya me conocen de sobra?». Quizá alguien pensase allá por 1995 que Rosa estaba loca. ¿Cómo van a darle un pequeño a una mujer sola con padres mayores?, cuestionarían las malas lenguas. Sin embargo, esta logroñesa, todo coraje, evitó comentarios y fue a lo suyo. Inició su búsqueda, esa con la que vería cumplido el sueño de su vida: ser madre. Costase lo que costase. Pesase a quien pesase.
«Tenía muy claro que quería tener un hijo y jamás pensé que ser soltera fuese un obstáculo para la maternidad», sentencia en clara invitación a quienes, encontrándose en su misma situación, todavía dudan del éxito de su atrevimiento.
Multitud de tests, exámenes, entrevistas personales para descubrir su perfil socio-psicológico y determinar sus motivaciones... las de verdad, las que se ocultaban tras su deseo. «Creo que lo hacen para comprobar si realmente quieres adoptar o por el contrario, desistes al tratarse de un capricho pasajero», comenta.
Finalizada la burocracia, llegó el ansiado viaje a Colombia, donde las vidas de Rosa y Saray se cruzaron quedando enlazadas para siempre como madre e hija. «Tuve conocimiento de la niña un mes antes de acudir a por ella. Me mandaron una foto con la pregunta adjunta de si la quería. Por supuesto que dije que sí...». «Y aún conserva mi fotografía», interrumpe la propia Saray, presente durante toda la conversación. «Su primera foto», recuerda emocionada Rosa.
Publicidad
¿No te pasó por la cabeza una segunda adopción? «Sí, de hecho lo intenté, el problema es que mi familia murió al poco tiempo de llegar Saray y mi situación cambió radicalmente... ¡Qué duda cabe que me hubiese gustado poder traerle una hermana para el día que yo falte!», exhorta.
Pese al deseo incumplido, los años han transcurrido con la familia afianzándose. Rosa y Saray. Saray y Rosa. De Bogotá a Logroño. Sin camino de vuelta. ¿Para cuándo el regreso a las raíces? «Yo quiero que por lo menos conozca el lugar donde nació, pero sólo cuando ella lo diga y esté preparada», dice Rosa. «Todavía tengo miedo de volver allí», explica la joven.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.