Un mal sueño en Yagüe

Muchos vecinos del barrio logroñés de Yagüe apenas si pudieron conciliar el sueño en la madrugada del pasado domingo. En sus retinas se habían quedado grabados el ensañamiento y la ira con que Martin S. apuñaló a su ex compañera sentimental, Tanta, también rumana, al pie de unas escalerillas a la altura del número 106 de la avenida de Burgos.

«Cuando cierro los ojos lo único que acierto a ver es la violencia con la que la atacaba», confesaba ayer Maribel, la camarera del bar Moreno, situado muy cerca del lugar del trágico suceso. Maribel recordaba que se encontraba en el establecimiento hostelero cuando comenzó a escuchar gritos. «Pensé que se trataba de unos críos que estaban jugando o peleándose, pero al rato me di cuenta de que no era cosa de chiquillos y salí a auxiliar a la víctima», relató.

Esta testigo describía una escena dantesca, en la que la mujer se desangraba como consecuencia de las múltiples puñaladas que su ex marido le había asestado en cuello y abdomen ante la impotencia de los vecinos que habían corrido a socorrerle; al tiempo que el hombre caía desfallecido tras hundir el cuchillo con que había perpetrado el crimen contra su pecho en un arrebato.

Según comentaba Maribel, la víctima pudo intuir un altercado. «La mujer llegó en autobús desde Logroño, donde vivía, para cerrar el bar Juncal, que regentaba junto a una de sus dos hijas. Sin embargo, debió de ver a su ex pareja y salió huyendo, porque el lugar donde ocurrió la tragedia está en dirección opuesta al establecimiento», explicaba.

Buena gente

María Allende Izquierdo acudía con asiduidad al Juncal a tomar café, lo que le sirvió para trabar cierta amistad con la fallecida, desde que se pusiera al frente de la barra en septiembre del 2007. «El establecimiento lo alquilaron la mujer asesinada, su entonces esposo y una hija de ambos junto a la pareja de esta. Los primeros meses el ex compañero de la víctima se dejaba ver por el barrio, pero desde que le impusieron la orden de alejamiento no frecuentaba la zona», aseveraba. Así, eran madre e hija las que atendían el negocio y con las que María Allende llegó a intimar. «Eran muy educadas, amables y correctas», aseguró. A lo que añadió que la víctima «nunca comentó nada» de sus desavenencias con su ex esposo. «Imaginaba que estaba amenazada, pero nunca presencié nada», añadía.

Sin embargo, las pintadas amenazadoras que tiñeron el pasado sábado las paredes exteriores del Juncal y los exabruptos que dirigían contra la fallecida preludiaron el luctuoso desenlace.

«Yagüe está conmocionado por el suceso », destacaba María Allende, mientras miraba una y otra vez su teléfono móvil a la espera de que la hija de la última víctima de la violencia de género en España le confirmase la hora del funeral por su madre.

Por otro lado, el comercial que abastecía de cerveza a las arrendatarias del Juncal no se podía creer lo ocurrido. Su visita de rigor de los lunes al establecimiento hostelero se tornó en un desagradable hallazgo. Las persianas bajadas del bar y el cartel de 'cerrado por defunción' escondían el macabro suceso.

«Estoy alucinado», indicaba. «Tanto la madre como la hija eran encantadoras y muy correctas en el trato», revelaba.

Barrio tranquilo

Tampoco salían de su desconcierto en el Centro de Salud, donde la tragedia protagonizó buena parte de los comentarios de la mañana de ayer. «Yagüe es un barrio muy tranquilo, en el que no acostumbran a pasar estas cosas», señalaban los vecinos que aguardaban su turno para entrar en consulta.

«Se rumoreaba que la maltrataba y todo parece que podía haberse desencadenado como consecuencia de los celos», apuntaban. Una conocida de la mujer asesinada iba más allá y afirmaba que en el último mes la víctima había recibido varias llamadas amenazadoras. «Le decía que si no volvía con él la mataba», sostenía.

La rabia y la indignación resultaban palpables ayer en Yagüe, una barriada que clamaba para que este tipo de episodios no se volvieran a repetir y que ansiaba recobrar su habitual tranquilidad.