
A. G.
Viernes, 18 de julio 2008, 03:11
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Más de 120.000 peregrinos llegados de todas partes del mundo aguardaban con ansia las palabras de Benedicto XVI. Sin embargo, el Papa cumplió antes con todos las recepciones oficiales, para después embarcar y recorrer la bahía de Sydney. Pero por fin llegó el momento deseado. El Santo Padre arribó a puerto mientras una multitud de fieles le aguardaba hacía horas en la explanada de Barangaroo. El júbilo no tenía límites y los gritos de «Benetto, Benetto» inundaban el ambiente.
Y fue a más cuando el Pontífice inició su primer discurso en la Jornada Mundial de la Juventud que se celebran en la ciudad australiana y que se prolongará hasta el domingo. En primer lugar, Ratzinger quiso agradecer a los aborígenes las danzas de bienvenida y acogida que le dedicaron. «Estoy profundamente conmovido en vuestra tierra, sabiendo el sufrimiento y las injusticias que habéis sufrido», recordó.
A continuación, el Papa ahondó en el tema que más le preocupaba, ya que llevaba una seria advertencia a los jóvenes. Así, el obispo de Roma alertó de la degradación del planeta a causa de un «insaciable consumo», y de la exaltación de la violencia y la degradación sexual, a menudo presentadas como un pasatiempo por la televisión e Internet.
«Está mal desterrar tanto la fe de la vida pública y llevar la tolerancia tan lejos que de repente todo está permitido», explicó el Papa, quien añadió que esta degradación se lleva a cabo «a través del alcohol, las drogas, el sexo y la exaltación de la violencia». E incidió aún más cuando dijo: «Me pregunto si puede uno estar cara a cara con alguien que ha sufrido abusos sexuales y explicarle que esas tragedias, en el mundo virtual, son consideradas como un mero 'entretenimiento'».
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El Pontífice también sugirió que existe «algo siniestro que nace del hecho de que la libertad y la tolerancia están separadas a menudo de la verdad». Este desconcierto viene alimentado, según manifestó el Santo Padre, «por la noción, ampliamente sostenida en la actualidad, de que no existe una verdad absoluta que guíe nuestras vidas». Esta explicación le dio pie para condenar el relativismo, ya que «las experiencias a las que se desnuda de lo que es bueno y de la verdad pueden conducir no a una libertad genuina, sino a una confusión moral o intelectual».
En ese justo momento, Benedicto XVI aprovechó para denunciar el consumismo desaforado y poner a los jóvenes en alerta. «No os dejéis confundir por quienes os ven como otro simple consumidor en un mercado de posibilidades indiferentes, en el que el simple hecho de elegir se convierte en lo bueno, en el que la novedad usurpa la belleza y la experiencia subjetiva desplaza la verdad», dijo.
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Contra el aborto
El Papa no olvidó dejar claras las posiciones tradicionales de la Iglesia católica acerca de la oposición a la interrupción voluntaria del embarazo. «¿Cómo puede haberse convertido en violencia el más maravilloso y sagrado lugar humano, el vientre de la mujer?», dijo.
Ratzinger lleva desde el domingo descansando en un centro del Opus Dei en tierra australiana, en pleno contacto con la naturaleza. Pero tras cargarse de energía ayer llegó la hora de dirigirse a los fieles de todo el mundo. Ya lo hizo en los días anteriores mediante sms para acercarse al lenguaje de las nuevas generaciones. Pero el móvil dejó paso a la palabra.
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Después de obviar el mensaje contra el ablandamiento de la moral y la verdad en la vida moderna, recondujo su prédica hacia un tema que le angustia: el medio ambiente. «Estamos descubriendo que hay cicatrices que marcan la cara de nuestra Tierra, como la erosión, la deforestación, el expolio de los recursos minerales y de los océanos para dar combustible a un insaciable consumo».
Benedicto XVI apeló a las raíces de los asistentes. «Algunos de vosotros llegáis de tierras cuya existencia está amenazada por la subida del nivel del agua; otros de naciones que sufren los efectos de devastadoras sequías», continuó el Papa, quien denunció que «la maravillosa creación de Dios se siente a veces como algo hostil por sus administradores e, incluso, peligroso». El líder religioso resumió que todos esos problemas, como el medio ambiente o la marginación, y otras preocupaciones, como la justicia y la paz, solamente pueden ser comprendidos a través de «la dignidad concedida por Dios» a los seres humanos.
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