

Secciones
Servicios
Destacamos
SERGIO ANDRÉS CABELLO
Domingo, 21 de octubre 2007, 21:06
Suele ocurrir que muchas veces acontecimientos históricos y sus protagonistas, tanto individuales como colectivos, caen en el más absoluto de los olvidos y sólo quedan guardados en archivos, documentos y algunos libros en los que unos pocos investigadores les prestan parte de su atención. Sin embargo, sin estos individuos y grupos, sin estos hechos, sería imposible que el presente sea como hoy lo vivimos. Es el caso de la creación de la provincia de Logroño.
Y es que La Rioja debe mucho a un grupo de ilustrados y cosecheros que a finales del siglo XVIII crearon la Real Sociedad Económica de La Rioja Castellana, a los ayuntamientos que se reunieron en la Junta General de La Rioja durante la Guerra de la Independencia varias décadas después y, finalmente y en definitiva, a la consecución de la provincia de Logroño, primero en 1822 y luego, la definitiva, en 1833. Pero, dos siglos después y fuera de los historiadores, pocos recuerdan este periodo y su significado. Sí, tenemos el pregón del Día de La Rioja en Santa Coloma el 8 de junio como conmemoración de la reunión en esa localidad de representantes de cincuenta y nueve ayuntamientos riojanos para, entre otros objetivos, remitir a las Cortes de Cádiz su demanda de constituirse como provincia. Y tampoco se olvida la figura de Javier de Burgos, el hombre que diseñó el mapa provincial español en 1833 y que situó aproximadamente el 30% del territorio conocido como Rioja en otras demarcaciones provinciales. Pero nada más.
La llegada a la demanda de la provincia no surgió por casualidad ni fue el fruto de un grupo de 'iluminados'. Si bien es cierto que hasta ese momento el territorio conocido como riojano, o su mayor parte, no obtuvo su primera demarcación oficial o administrativa, no lo es menos que a lo largo de la Edad Media el nombre se expandió de la zona que originalmente se denominó así, la comprendida entre las cuencas del Oja y del Tirón, incluida la Riojilla burgalesa, hasta el resto de las comarcas riojanas. En 1701, en el Compendio historial de La Rioja, de sus santos y santuarios, Fray Mateo de Anguiano llevaba a cabo una descripción del territorio riojano similar al que será la provincia de 1822. Por lo tanto, nos encontramos con una región 'natural', en la que el peso del componente geográfico era fundamental debido a que sus límites estaban delimitados en gran medida por las cumbres de las sierras, y en la que sus habitantes se llamaban riojanos y así eran conocidos.
Entre Soria y Burgos
Finalizada la Guerra de Sucesión en 1718 se planteó la necesidad de una mejor organización administrativa del Estado. Hasta entonces España era un país atomizado, en el que los antiguos reinos, señoríos y legislaciones locales, entre otras figuras, convivían. El Sistema de Intendencias propició una nueva reestructuración del territorio y en ella la zona conocida como Rioja quedó dividida entre Soria y Burgos, fundamentalmente. Pero en las últimas décadas del siglo XVIII comenzaron a surgir voces que demandaban la reunificación territorial en una provincia. En 1790 se creó la Real Sociedad Económica de la Rioja Castellana, en la que se agruparon inicialmente municipios de Rioja Alta, aunque paulatinamente fueron incorporándose del resto de la región. Su objetivo fundamental era dar salida a los productos riojanos, especialmente el vino, ya que sostenían que su situación era claramente inferior con respecto a sus vecinos. Promovieron la construcción de caminos y puentes, por ejemplo el de Torremontalbo, pero no se quedaron ahí ya que fue uno de los primeros agentes que demandó la provincia y realizó en sus escritos un discurso identitario riojano.
Es cierto que el punto de partida fue un grupo de carácter económico y vinculado a las zonas vitivinícolas, pero no lo es menos que eran los que podían hacerlo. Y es que era la época de la Ilustración y de la creación de Sociedades de Amigos del País para el desarrollo en todos los ámbitos de una región o nación. Y la Real Sociedad Económica de La Rioja funcionaba en ese aspecto. Con estos mimbres llegamos al segundo momento clave: la Guerra de la Independencia. En ella las demandas riojanas de unificación en una misma estructura provincial aumentarán.
Con la invasión francesa La Rioja quedó aislada y durante varios años se organizó en Juntas de Armamento y Defensa. De 1809 a 1811 la resistencia riojana se centralizó en la Junta de la Rioja, con capital en Soto de Cameros. Así, La Rioja era un territorio prácticamente autónomo de Burgos y Soria, pero el 6 de diciembre de 1811 la junta fue disuelta y el gobierno de La Rioja recayó de nuevo en las provincias vecinas.
De Santa Coloma a Torremontalvo
Las reacciones no se hicieron esperar y el 15 de diciembre de 1812 tuvo lugar la Junta General de la Rioja o Convención de Santa Coloma. Representantes de cincuenta y nueve municipios, entre ellos Fresneda y Montenegro de Cameros, se reunieron para remitir a las Cortes de Cádiz el explícito documento «La provincia de la Rioja pide que se cree la provincia de la Rioja». En aquellos momentos, parte de la región y las principales ciudades todavía continuaban en manos de los franceses y se incidía en la situación de agravio.
Tras la Guerra de Independencia se incrementaron las demandas riojanas, especialmente cuando en 1820 se inauguró el Trienio Liberal, que tenía entre sus metas la centralización y uniformización del Estado. En La Rioja se vio que era el momento y ya en junio de 1820 se reunieron en Torremontalbo representantes de los municipios riojanos para demandar la provincia. Similares objetivos tuvieron otras iniciativas de la Real Sociedad Económica de la Rioja, entonces llamada Sociedad Riojana, o la 'Carta de un riojano a un Señor Diputado en Cortes' de Martín Fernández de Navarrete.
La primera provincia
La reestructuración del Estado llevada a cabo en el Trienio Liberal aprobó la provincia riojana, denominada de Logroño, constituyéndose oficialmente a comienzos de 1822, aunque las Cortes habían dado su visto bueno meses antes.
Aquella primera provincia de Logroño contaba con un mayor territorio: Rioja Alavesa, Riojilla burgalesa, parte del norte de Soria, algunos municipios de la Ribera navarra y la localidad de Tarazona. Pero poco duró la alegría de los riojanos, la reacción absolutista de Fernando VII en 1823 acabó con las obras del Trienio Liberal y en octubre de ese mismo año se volvió a la división anterior.
Hubo que esperar una década hasta que se pudo constituir la segunda provincia de Logroño. Fue el 30 de noviembre de 1833, con la llegada de nuevos aires liberales al Gobierno del Estado tras el fallecimiento de Fernando VII. Javier de Burgos, Ministro de Fomento, diseñó un nuevo mapa provincial para intentar resolver la secular atomización del Estado. En él cabía una Rioja unificada y autónoma pero la provincia de 1833 perdía parte de su territorio, siendo sus límites que han llegado hasta nuestros días. Los provincialistas riojanos alcanzaron su objetivo, aunque dejando por el camino parte de la Rioja 'natural'.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.