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Último rejón de muerte de Sármata en Logroño, en la corrida de este año en mayo. / E. DEL RÍO
El caballo que mordía a los toros
TOROS

El caballo que mordía a los toros

El martes falleció 'Sármata', el mejor caballo de la historia para el último tercio y una de las estrellas de Pablo Hermoso

PABLO G. MANCHA

Domingo, 7 de octubre 2007, 02:51

Sármata era un equino más bien feucho y de pelaje ceniciento que se atrevía a morder los lomos de los toros, que se entregaba en cada cite como si le fuera la vida en ello y que a pesar de ser un apendix (cruce entre pura sangre inglés con cuarto de milla) había sido capaz de colocarse, bajo la batuta de Pablo Hermoso de Mendoza, en lo más alto de la tauromaquia, revolucionar el toreo con su sangre fría y con una forma de pararse en la suerte suprema que hasta el momento no había hecho ningún otro caballo.

Se destapó el año pasado con una portentosa actuación en Las Ventas, plaza en la que tras una suerte suprema inaudita, le hizo un quite a su propio torero cuando Pablo, una vez desmontado, se enfrontiló con el toro. El astado de Bohórquez se le arrancó de forma inopinada y Sármata se metió en medio para proteger con su anatomía la del torero estellés. La plaza entera se volvió loca y entró de lleno al santuario equino del toreo a caballo.

Pero como suele suceder con los buenos, la parca le ha visitado demasiado temprano y el pasado martes falleció en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, donde estaba siendo tratado de una neumonía. El caballo comenzó a sentirse mal a principios de septiembre y su última corrida la celebró en Moguer (Huelva) el once de dicho mes. Su última actuación en La Rioja la realizó el 16 de agosto en Alfaro, coso en el que cortó dos orejas el estellés gracias a su valentía en el tercio supremo.

Sármata fue adquirido en México en el 2005 al rejoneador azteca Eduardo Cuevas. Dadas sus condiciones físicas debutó a finales de febrero en aquel país y tras el suceso de Madrid, se convirtió en uno de los caballos más esperados de Pablo, sólo comparable a la magia de Chenel. La única cornada de su vida la recibió en Logroño el 19 de septiembre del 2006, cuando una res de Murube le atravesó la piel a la altura de su muslo derecho y le infringió una herida de quince centímetros. Tras una fabulosa campaña en México, nadie podía sospechar que esta iba a ser su última temporada en los ruedos. Sin embargo, por las praderas de Estella ya pastan sus primeros hijos, los frutos de un tordo más bien feucho que duró poco pero del que se hablará siempre.

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