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Domingo, 22 de julio 2007, 02:42
Los talibanes siguen plantando cara en Afganistán con el secuestro y asesinato de ciudadanos ex-tranjeros, que desafían el riesgo de trabajar en un lugar tan peligroso a cambio de una interesante cantidad de dinero. Un portavoz talibán aseguró este sábado por la mañana que los dos ingenieros alemanes secuestrados dos días antes habían sido asesinados al no acceder el gobierno de Angela Merkel a retirar los 3.000 soldados germanos desplegados y que, por cierto, han recibido el permiso del Tribunal Constitucional para utilizar aviones Tornado.
Afganistán es el trabajo pendiente. Expertos norteamericanos afirman que la Casa Blanca dejó el trabajo a medias para intervenir en Irak. Ahora, es la OTAN la que afronta una misión delicada y peligrosa. La pregunta es: ¿Además de la democracia, de acabar con el terrorismo talibán, de Al Qaeda, y de sacar de la edad media al pueblo afgano y del opio, cuál es el verdadero interés occidental? La realidad es que Afganistán, un país siempre codiciado pero nunca sometido por los distintos imperios, ha sido elegido por multinacionales norteamericanas como Unocal como el camino de salida alternativo del petróleo y del gas del mar Caspio y de Asia Central hacia la costa pakistaní de Karachi, y así evitar las rutas que controlan Rusia e Irán.
Hay muchas presiones y tensiones, intereses estratégicos en juego que explican las últimas actitudes del presidente ruso o del régimen de los ayatolás. Sobre el terreno, el secuestro se ha convertido en una actividad muy rentable para grupos de delincuentes afganos, aliados con señores de la guerra locales. Le ocurrió, a finales del mes de junio, a un comerciante alemán que logró su liberación sin que se aclararan las circunstancias, es decir, se pagó el rescate. Es un problema que la mayoría de gobiernos afectados han resuelto con dinero. Sin embargo, los talibanes no buscan dinero, luchan contra el enemigo invasor occidental con todos los métodos a su alcance. La canciller alemana no cedió y aseguró que no abandonaría al pueblo afgano ahora que la reconstrucción empieza a dar sus frutos. Es un riesgo que corren, y lo saben, todos los que trabajan allí que no son militares, pero Merkel tendrá que afrontar las consecuencias de esta decisión. El gobierno español debe estar preparado, por si acaso.
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