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«Secretaria viene de secreto y sé dónde está el límite»
María José Zapata

«Secretaria viene de secreto y sé dónde está el límite»

Si el periódico fuera un ser vivo, María José Zapata sería los oídos que siempre escuchan, los ojos que ven más allá y, ante todo, las manos que abarcan una infinidad de tareas

Teri Sáenz

Logroño

Domingo, 11 de febrero 2024, 10:47

EL engranaje de Diario LA RIOJA lo forman figuras importantes y alguna imprescindible. En esa liga de indispensables milita María José Zapata, que con más de tres décadas en «la casa» es, más que la secretaria de la dirección, la solución para todas las contingencias mientras al otro lado del teléfono o dentro de la redacción todos preguntan por ella.

– ¿Cómo llegó al periódico?

– Comencé un 2 de enero de 1992 de la mano del que fue nuestro director, José María Esteban Ibáñez. La historia de cómo me seleccionó es curiosa. José María llegó desde Madrid para ocupar su nuevo cargo y entró a buscar piso en la inmobiliaria en la que yo trabajaba entonces. Mi despacho estaba al fondo donde hacía tareas administrativas, y él y mi querida Concha, su mujer, se fijaron en aquella jovencita que «no paraba de currar». Cuando me tocó hacer con ellos todo el trámite de las escrituras de su nueva vivienda enseguida Concha lo vio claro y le dijo: «tienes que fichar a esa chica como tu secretaria». Él le hizo caso y salió de allí con piso y con secretaria.

– ¿Recuerda aquella primera jornada que se sentó frente al escritorio que estrenaba?

– Fue un día de mucho teléfono, de filtrar llamadas para el director al que todo el mundo quería conocer y empezar a organizar su agenda, que siempre es muy intensa. Me senté en mi nuevo despacho, contiguo al de la dirección, con una luz preciosa a Vara de Rey en lo que había sido el servicio de documentación hasta entonces y ahora es una sala de reuniones. Empezaba una nueva etapa laboral que me ha enriquecido no solo profesional sino personalmente cada día de estas tres décadas. Estoy muy agradecida a la que considero mi casa, ya que soy lo que soy gracias a ella.

– ¿En qué consistía su trabajo en aquellos albores?

– En esos primeros años aprendí muchísimo. No solo llevaba la agenda del director, realizaba control de la correspondencia, sus presentaciones, sus viajes… También siempre he estado muy ligada a la redacción para las acreditaciones y otras muchas cosas, estando a la vez muy unida a los corresponsales y colaboradores, tanto para temas administrativos como para el control y recepción de alguna de nuestras páginas como, en su momento y por citar solo algunas, la médica con nuestro doctor Aizpún o la de Iglesia con Justo García Turza. Vamos, una secretaria de Dirección/Redacción.

– ¿De qué manera ha ido evolucionando ese cúmulo de funciones y responsabilidades?

– El cambio ha sido enorme. Las tareas han ido cambiando y sumándose, sobre todo, al fallecer nuestra compañera Ofelia González y asumir las labores que hacía en la Dirección General. Ahora la comunicación es también mucho más directa con todos los departamentos de esta casa, como el comercial, marketing, distribución y administración. ¡Todos fantásticos, por cierto!

– Los cambios tecnológicos tampoco habrán sido ajenos a su desempeño.

– En el 92 todas las convocatorias y comunicaciones se hacían a través del fax. ¿Sabes? Todavía conservo la primera colaboración que llegó del doctor Miguel Aizpún para la página médica en ese papel del antiguo fax de rulo. Pero enseguida llegó el correo electrónico que revolucionó la forma de trabajar. Recuerdo que mi primer mail fue con el primer coordinador de nuestra Aula de Cultura, José Arnáez Vadillo.

– Su figura mira hacia la dirección, pero sin dejar de ver el día a día de la redacción ni tampoco quitar ojo a los lectores.

– Es lo que tiene llevar 32 años en esta casa. Estoy, como sabes, para casi todo y en contacto estrecho con todo el mundo. También con los lectores. Te sorprenderías de los que conozco solo de llamadas. Ellos nos avisan de noticias de lo que está sucediendo en la calle y tantas cosas más… Precisamente, algo que me encanta hacer cada mañana, antes de venir a la oficina es ir al kiosco de Vicente en Vara de Rey, 81. ¡40 años vendiendo el periódico que lleva! Compro la prensa nacional y ya charlo con muchos de nuestros lectores: Inmaculada, enfermera que lleva a gala que su padre siempre fue suscriptor del periódico y ella sigue manteniendo su número; Lorenzo, policía jubilado, que le encanta debatir con Vicente y Capilla no sólo de política sino de todo lo que suele llevar la portada del periódico cada día; entonces llega Paco con su fiel escudero Dester, un border coliie precioso, nos ladra cariñosamente y nos vamos todos sonrientes.

– ¿Cómo era, cuál era el olor de aquella redacción que pisó por primera vez?

– Olía a tinta y papel. En 1992 teníamos, donde ahora está nuestra televisión TVR, la maravillosa rotativa. Así que el olor de aquella súper máquina alemana, que era lo mejorcito de la época, dejaba su impronta olfativa en toda la casa. También se oía el golpeteo de la máquina de escribir del redactor jefe, Domingo Martínez Benavente, que escribía con sus dedos índices con una fuerza inusitada. Aquella redacción, mucho más pequeña que la actual, ha ido creciendo exponencialmente en redactores, diseñadores gráficos y fotógrafos.

– ¿Hay tiempo para la nostalgia en un trabajo tan heterogéneo y que va tan rápido?

– Únicamente echar de menos a compañeros que nos han dejado o se van jubilando. De vez en cuando recuerdas, como dices, con nostalgia batallitas con ellos. Y es que las empresas las hacen posibles las personas.

– ¿Alguna de esas batallitas es confesable?

– Recuerdo con mucho cariño al que fue durante muchísimos años abogado de nuestra empresa, Agustín Reboiro. Un hombre extraordinario que quería al periódico de tal forma que él mismo decía que era de la plantilla. Tuvo que defendernos en muchas ocasiones en asuntos surrealistas. Uno en concreto fue que una mujer nos demandó por vender su vestido de novia. Su pareja fue quien puso el anuncio para sacar el dinero que, a su vez, ella le había robado de su cuenta bancaria Y, personalmente, he recibido alguna declaración de amor a través del mail que no era para mí, sino para otra María José, compañera del grupo Vocento al que pertenecemos, que no diré su apellido. ¡El mail tiene un peligro!

– ¿Cuánto cuesta no contar algunas cosas de las que sabe?

– No me cuesta, la verdad. Sé dónde está el límite y lo sensibles que son algunos asuntos que pasan por aquí. Y es que, secretaria viene de secreto.

– ¿Cuáles han sido los momentos más duros de todos sus años en un puesto tan crucial?

– La pandemia fue durísima. Si nuestro fundador Facundo Martínez-Zaporta levantase la cabeza y viese que fuimos capaces de sacar a la calle el periódico, sin faltar ni un solo día, no se lo creería. Ahí me di cuenta del gran capital humano y la capacidad de adaptación que hemos tenido gracias a la gran evolución tecnológica que el periódico ha realizado en estas décadas. En 1996/1997, el secuestro de José Antonio Ortega Lara también me marcó mucho. Diario LA RIOJA logró una marea solidaria increíble ¡640 botellas de vino recibimos en nuestras instalaciones! José María Esteban y José Ignacio Gasco fueron a entregárselas en persona y el deseo tras su liberación de tomar un Rioja se vio cumplido con creces gracias a nuestros lectores.

– ¿Y el más satisfactorio?

– La proclamación de San Millán como Patrimonio de la Humanidad en 1997. Hubo mucho trabajo para mandar cientos de cartas solicitando la adhesión y recibimos muchísimas no sólo de España, sino también de Latinoamérica. Por cierto, tenemos perfectamente encuadernadas todas las que recibimos. ¡Fue espectacular lo que logramos!

– ¿Con esa visión transversal que atesora, qué futuro augura al periódico?

– Hay que seguir evolucionando y ensayar nuevas fórmulas para atraer a los jóvenes al papel. Pero si algo bueno tiene Diario LA RIOJA es el periodismo de cercanía, un periodismo exclusivo de valores y personas. Todo eso es vital para seguir otros 135 años y siendo «el periódico de la riojanos».

– ¿Cómo querría terminar esta entrevista?

– Dando las gracias a mis tres directores: José María Esteban, José Luis Prusén y Teresa Cobo porque todos ellos han creído en mí y me han hecho aprender, cada día, a ser mejor profesional. Y también a los directores generales con los que he trabajado: Jesús Alloza, Javier Doval y Goyo Ezama. Y, por supuesto, las gracias siempre a nuestros lectores y suscriptores, porque sin ellos no estaríamos aquí.

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