Periodismo para explicar y mejorar el mundo

Con el paso del tiempo, el periodismo profesionalizó, sobre el fundamento de la verdad, la vocación comunicativa innata en los seres humanos. Es así como pasó a convertirse en el primer borrador de la historia. Hoy Diario LA RIOJA celebra con orgullo su contribución, desde hace 135 años, al relato de la vida, de los anhelos, de las inquietudes y de los logros de una región que, cuando nació el periódico, ni siquiera exhibía el nombre con el que hoy es reconocida en el mundo. El fundador, Facundo Martínez Zaporta, también fue un adelantado al elegir como cabecera una seña de identidad que ya estaba instalada en el sentimiento de los moradores de esta tierra, pero que ni siquiera tenía reflejo en el nombre de la provincia. En la manifestación de ese orgullo de pertenencia a un lugar llamado La Rioja, el periódico se anticipó varias décadas al nacimiento de la Denominación de Origen vitivinícola y casi un siglo a la creación de la Comunidad Autónoma.

Desde entonces, el diario, por sí mismo y a través del grupo multimedia que ha crecido al abrigo de su prestigio y del reconocimiento de su marca, ha construido una estrecha relación de complicidad con sucesivas generaciones de riojanos que, en el curso de tres siglos, han elegido esta cabecera para perfeccionar su condición de ciudadanos, para conocer la realidad de su entorno y para asegurarse, desde la confianza en la información veraz, la posibilidad de tomar las mejores decisiones ante los desafíos que es necesario afrontar en cada momento de la vida.

Todo ello ha sido posible gracias al lenguaje –expresado además en un idioma que tiene escrita su acta de nacimiento en San Millán de la Cogolla– que nos permite formar y expresar pensamientos, relatar experiencias, transmitir conocimientos de mente a mente, contar sucesos de interés. En definitiva, según ha descrito Yuval Noah Harari, a través de una herramienta imprescindible para «absorber una inmensa cantidad de información acerca del mundo que nos rodea» y, sin duda, también para crear un sentimiento de comunidad que está en el fundamento del proyecto vital que compartimos.

Buscar la verdad de manera prudente, esforzada y audaz; verificar los hechos antes de ponerlos a disposición del público; abrir cauces para la expresión cívica de todo tipo de opiniones, ideas, emociones y sentimientos; hablar con franqueza a la audiencia, pero también escucharla con atención… son fundamentos sobre el que se ha construido el compromiso de servicio y el vínculo de confianza entre Diario LA RIOJA y su extensa comunidad de lectores.

Así ha sido desde hace 135 años, en una tarea que no ha estado exenta de dificultades, porque a menudo la verdad tiende a resultar fastidiosa: para los poderosos, que nunca cejan en el empeño de dificultar el escrutinio de sus actos ni en la presión para influir en las informaciones que les afectan; para los propios periodistas, que muchas veces preferirían no tener que informar sobre asuntos que les incomodan; para algunos anunciantes que piensan que invertir en un medio es una forma de comprar su línea editorial; y hasta para los propios destinatarios de las noticias cuando la realidad discute sus puntos de vista. Pero nadie dijo nunca que el periodismo digno de tal nombre fuera un camino de rosas.

Cuando se celebra un aniversario siempre se tiene la tentación de mirar hacia el pasado, en busca de los tiempos gloriosos y de los méritos acumulados a lo largo del camino. Diario LA RIOJA es el resultado de una larga y provechosa carrera de relevos en la que varias generaciones se han ido pasando el testigo de la responsabilidad de informar a sus congéneres. En ese cometido, el periódico no ha dudado a la hora de cuestionar el relato oficial ni a la de contar verdades incómodas. Por eso cuando se alcanzan los primeros 135 años desde que comenzó aquella travesía hay motivos sobrados para sentirse orgulloso de la historia escrita en este trayecto, para celebrar el presente con alegría y para mirar con ilusión hacia el futuro, un tiempo lleno de incertidumbres en el que surgen nuevas y extraordinarias oportunidades para el periodismo que reivindica el valor de la verdad, la importancia de la información verificada de manera escrupulosa y el distintivo de la fiabilidad que está en la base del contrato entre los medios de comunicación y sus audiencias.

Por si no fueran suficientes esos desafíos de siempre, la profesión se enfrenta en esta hora a otros nuevos y muy inquietantes. Algunos de ellos han encontrado un aliado en la tecnología y en la facilidad que proporciona a emisores carentes de escrúpulos para torcer la realidad y moldearla a la medida de sus intereses, difundir bulos y falsedades, aventar la desinformación, crear «realidades alternativas» y hasta, llegado el caso, promover la 'cancelación' de aquellos que se resisten a transitar por caminos tan oscuros.

Pero en la estimulante tarea de luchar «contra la indiferencia y la banalidad», según afortunada expresión de Manuel Rivas, el periodismo sigue siendo y será una actividad necesaria para poner luz en las zonas que permanecen oscuras, para escudriñar la realidad con espíritu crítico, para promover la búsqueda ética y el relato responsable de la verdad y para estimular una sociedad crítica y plural sin cejar, contra todas las marejadas, en el empeño de llegar al fondo de las cosas haciendo del lenguaje un instrumento útil para explicar y mejorar el mundo.