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Manu tenía 32 años, trabajaba como técnico sanitario en una ambulancia radicada en Haro y compartía su vida con una mujer con la que pronto esperaba tener hijos. Falleció la noche del pasado 4 de septiembre. Era lunes, un anodino comienzo de semana como otros ... muchos. Había terminado un servicio y esperaba en el centro de salud de Haro poco antes de las 22.30 horas para salir a otro cuando su destino giró de manera abrupta. Un joven con un brote psicótico entró conduciendo un vehículo en el aparcamiento del recinto y arrolló a todos cuantos había a su paso. Manu recibió un tremendo golpe que le desplazó varios metros y le provocó la muerte. Otras cinco personas resultaron heridas, una de ellas de gravedad, en aquel atropello múltiple de ingrato recuerdo.
Cuando usted lea estas líneas habrán pasado algo más de cuatro meses desde aquella fatídica noche que en la sección de Última Hora de este periódico vivimos de manera frenética. La noticia de que algo grave había ocurrido en Haro llegó a la redacción minuto arriba o abajo de las 22.30 horas, cuando la corresponsal María Caro nos avisó por teléfono de que había habido un atropello en el centro sanitario, con heridos aunque se desconocía su gravedad. El accidente, pensamos entonces, no parecía revestir tintes dramáticos como para darle un gran espacio, pero no pasaron ni diez minutos cuando María volvió a llamar para contarnos que había un muerto y que podían ser incluso dos. «¿Cómo, dos muertos?», le pregunté incrédulo ante un suceso de naturaleza tan truculenta, cuya excepcionalidad en el calendario es inversamente proporcional a la conmoción que genera. «Sí, sí, pueden ser dos muertos, una tragedia», me respondió.
Teníamos ante nosotros un drama de enormes proporciones con un margen de menos de una hora para informar de lo ocurrido porque la edición de papel de LA RIOJA cierra a las 23.30 horas, así es que había que darse prisa, mucha prisa. Mientras María preparaba una primera noticia para larioja.com con los detalles que se conocían en ese momento, tratamos de ganar tiempo retrasando la hora de cierre, siempre rácana cuando se trata de sucesos tardíos. Y en esta ocasión volvió a serlo. Ganamos 20 minutos, poco, pero algo más de margen para recopilar información y cambiar una página del periódico. Para las 23.30 horas María ya había realizado fotos y recogido suficientes detalles en el lugar del suceso como para ponerse a escribir. Se actualizó la web con lo último que supimos y nuestra compañera logró redactar la pieza en el papel sin excederse de límite horario. Lo hizo de forma tan rápida que sus compañeros creemos hoy que batió el récord de pulsaciones por minuto en un teclado y puede que también las de su corazón.
A la mañana siguiente supimos que el fallecido era Manu y comenzamos a ser conscientes de una tragedia que el trabajo y la tensión profesional de la noche anterior nos había impedido asimilar. Manu, un técnico sanitario cuya labor consistía en atender emergencias para salvar vidas, perdió la suya por las heridas mortales que le produjo el atropello. Una cruel y enorme pérdida, muy sentida en toda la región, como días después se pudo ver en el multitudinario entierro del sanitario en Santurde de Rioja, su pueblo natal.
Viene al caso el suceso de Haro porque las tragedias locales como la acontecida aquella noche de septiembre son el tipo de acontecimiento que más exigencia profesional plantea a la sección encargada de cerrar el periódico, fundamentalmente por la premura que se requiere para tener lista una información rigurosa antes de que los hombres de la rotativa de Zamudio se echen encima exigiéndote que cumplas con el horario. Y claro, a esas horas no es fácil. Hay que llamar a las fuentes para recopilar detalles y comprobar datos, desplazar a los periodistas o corresponsales a los lugares de los sucesos, hacer fotos, levantar páginas para volver a diseñarlas y escribir la nueva noticia. En la web va todo más fluido, pero el papel requiere su tiempo, aunque en ambos soportes se trata de responder a las expectativas de nuestros lectores, ya sea al minuto o al día siguiente. De modo que si hay que superar el tope horario se supera, aunque sin pasarse. Por expresarlo de una manera más gráfica y tergiversando un viejo dicho del oficio periodístico podría decirse: 'No dejes que Zamudio te estropee una buena noticia'. Y sí, el negocio importa, pero la calidad de la información también, entendida en este caso como la capacidad de poder informar al día siguiente de un suceso tardío, pero relevante y de gran repercusión.
Hasta aquí la parte más jugosa de una sección que tiene otros muchos quehaceres diarios, como revisar y editar páginas y montar las que envía la Redacción Central de Vocento para completar con las noticias nacionales, de economía, mundo y el resto de secciones este gran puzle informativo que es un periódico. Ellos, los de Madrid, también nos dan algunos sobresaltos nocturnos, que se resuelven cambiando páginas con gran aplomo para dar nuevas noticias o actualizar las ya existentes. La investidura y las manifestaciones contra la amnistía en Madrid y las guerras de Ucrania y Gaza, por poner los ejemplos más llamativos, han dado mucho trabajo a los periodistas de Vocento a horas intempestivas que han obligado a realizar modificaciones en las páginas del periódico sobre la bocina o cumplido el tiempo límite. Pero como ya hemos mencionado unas líneas más arriba: «No dejes que Zamudio te estropee una buena noticia».
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