«A la hora de contar una historia, tan importante es el cómo lo cuentas como el qué cuentas»

Va contra el negocio del juntaletras eso de que la imagen vale más que mil palabras. Mejor pensar en que lo visual y lo escrito se complementan para generar un escenario claro, preciso e informativo para el lector. Qué sería si no de los que se dedican a intentar contar las cosas ordenando palabras de la forma más clara que pueden y con un mínimo de estética, como el que ahora mismo intenta dibujar con letras un perfil de Manuel Romero que acompañe a la caricatura que protagoniza esta página, realizada por un colega de los lápices, las pinturas, los pinceles y las tabletas gráficas como Tris. Y es que, muchas veces, la mayoría, el trazo del dibujante transmite más que la propia imagen que represente porque «saca lo más característico del personaje, sea del mundo de la sociedad, de la política, del artisteo», considera Romero. Eso sí, «sin ofender. En mi caso, no hago caricatura sino ilustración y no tiene que ser gracioso sino sacar punta a un aspecto concreto», explica.

Pintor e ilustrador, Manuel no es de los que caen en el chiste fácil. Se nota que mastica sus gracias con un sentido del humor sutil y sosegado pero efectivo. Eso sí, entre sus secretos confesables desvela que se partía de risa con el humor de Benny Hill, aunque sabe que ahora no sería precisamente bien acogido. Enamorado de su profesión, «nunca» se ha sentido saturado de dibujar. «Me gusta lo que hago y estoy encantado cada vez que Diario LARIOJA me llama para hacer una ilustración, es una alegría, porque además se sale de lo que suelo hacer a diario y me permite cambiar de registro». Su primera colaboración la tiene bien fijada en su memoria:«Fue el presidente de la Denominación Calificada Rioja, le hice como una copa de vino y con la cabeza encima».

Amante de la pintura de Joaquín Sorolla –«me parece un pintor increíble y su museo en Madrid, una casita en medio de la gran masa de edificios, es una delicia, una preciosidad»–, a la hora de hablar de cómic se identifica «con los personajes perdedores, como Rompetechos», aunque también adora la épica del Corto Maltés, del Capitán Trueno. Y resalta la figura de Quino porque, para Romero, «a la hora de contar una historia es tan importante el cómo la cuentas, el material y las técnicas que se utilizan, como el qué cuentas», y en eso considera al argentino como un gran maestro.

El orgullo le sale al hablar de sus dos joyas. Desde esa mesura y modestia real que transmite, se le iluminan los ojos cuando hace referencia a 'Goya. Saturnalia' y a 'Entre el cielo y la tierra', sus dos novelas gráficas. La primera es «un homenaje que pretende estar a la altura del maestro, muy hacia adentro, su manera de ver la realidad y representarla», mientras que su segunda obra es «sobre un fotógrafo de guerra al que una infancia familiar con maltrato y sus propias vivencias posteriores le convierten en una persona atormentada. Es un viaje hacia su mente, con sus demonios interiores».

Y pese a que considera la inteligencia artificial como «un coche con gasolina robada», sí que defiende la utilización del ordenador como herramienta básica para su trabajo. De hecho, pone un ejemplo evidente de la ayuda que a él le ha supuesto poder emplearlo. «Las dos historias gráficas están hechas en tres años, son más de 500 páginas. Si las hubiera tenido que hacer a mano, sin ayuda del ordenador, me hubiera costado hacerlas más de veinte años, porque llevan un gran trabajo pictórico detrás», reconoce.

Como despedida y cierre, recuerda al ya veterano Súper Ratón y su frase de cierre en cada televisivo capítulo. «No olviden supervitaminarse...», lanza el periodista; «...y mineralizarse», concluye Manuel Romero.

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