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«Aquí se habla de todo. A veces pareces un confesor o un psicólogo»

Juanjo Padilla Álvarez | Quiosquero desde 1983 

Los quiosqueros
«Aquí se habla de todo. A veces pareces un confesor o un psicólogo»

Son el prodigioso cordón umbilical entre Diario LA RIOJA y sus lectores más fieles. Más de 170 hombres y mujeres, muchos con miles de horas de sacrificio en un diminuto espacio, sin miedo al frío ni al calor ni a los madrugones ni a la crisis del papel

Domingo, 4 de febrero 2024, 08:33

Frío, calor, madrugones, sacrificio, 362 días al año al pie del cañón para no faltar a la cita diaria con los lectores... «Si he aguantado tantos años es porque me gusta mucho mi trabajo», admite Juanjo Padilla Álvarez, quien a sus 62 años lleva ya cuatro décadas en el quiosco de la Glorieta, un negocio familiar en el que casi echó los primeros dientes que daban relevo a los de leche.

«Me hice cargo del quiosco como colaborador justo al venir de la mili, porque estaba todavía mi padre, Antonio, al frente, pero un año después falleció él y ya me quedé en el negocio desde entonces, era el año 1983. La familia ha tenido el quiosco desde su instalación en 1974, de hecho, el año que viene, en junio cumpliremos 50 años, medio siglo aquí en La Glorieta», asegura orgulloso, mientras recuerda que «el quiosco se puso aquí en 1974, junto a otros siete repartidos por toda la ciudad».

Toda una vida en un espacio tan reducido como amado. «Yo he mamado esto desde niño, venía aquí desde que lo puso mi padre, yo tenía entonces 13 años e iba en la bici a buscar las revistas», rememora mientras se agolpan en su memoria viejos recuerdos de un sector acosado por las nuevas tecnologías y casi tan desconocido por las nuevas generaciones como las viejas cabinas telefónicas.

«En estos cincuenta años ha cambiado muchísimo, antes había cuatro periódicos y cuatro revistas y luego salieron muchísimos. Ahora, pese a que han desaparecido muchas cabeceras, todavía es muy amplia la oferta, aunque, por desgracia, también es mucha menos la gente que compra. A partir del año 2000 y sobre todo en los siguientes, con el tema digital… Se nota muchísimo, claro, y nos afecta profundamente, tienes que meter otras cositas, como imanes o postales, y diversificar», prosigue sin perder la sonrisa: «Ahí seguimos y vamos tirando, con muchas ganas».

Es una lucha diaria y requiere de mucho sacrificio. No hay disculpas, los lectores esperan. «Yo a las 6.30 horas ya levanto el vuelo, hago el reparto antes de abrir el quiosco y llevo el periódico a los suscriptores a sus domicilios», explica Juanjo, quien admite que «es todo gente mayor, que es la que sigue leyendo en papel, porque con los de 50 para abajo no hay nada que hacer».

Es una clientela fiel hasta la médula. «Tengo todavía clientes que están con nosotros desde que tenían el quiosco mis padres, en estos 50 años he visto pasar a los abuelos y a los padres, pero a los hijos ya no. Solo algunos se acercan con sus hijos a comprar los cromos», asegura desde el interior de un habitáculo de aluminio y vidrio que cada día se convierte en un improvisado centro de reunión y relaciones sociales: «Aquí la gente viene y habla de todo. Del tiempo, de las noticias que aparecen en el periódico, hablas de fútbol, de política, de sucesos curiosos, te cuentan cosas de la familia... Hay veces que pareces un confesor o un psicólogo», bromea Juanjo, que sonríe al ver acercarse a un veterano cliente, que coge LA RIOJA y la revista 'Fotogramas' y le da la razón en su discurso: «Ya estoy bien, pero me he pasado dos meses ingresado en el Hospital San Pedro tras un atropello ahí abajo», aclara el lector.

Diario LA RIOJA se mantiene como el gran referente. «Es el periódico que todos hemos tenido en casa desde niños y, como te decía, hay gente muy fiel que lo necesita en papel, pero los jóvenes…», señala Juanjo, pese a todo enemigo del pesimismo: «Yo tengo 62 años y me quedan aquí dos o tres más, está la cosa fastidiada, pero soy optimista, el quiosco es muy céntrico, nos conoce mucha gente y aún hay fieles lectores», remacha, para atender a otro de ellos.

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