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J. ALBO
Viernes, 7 de marzo 2014, 01:10
Tomás Martínez ha cumplido 20 años como secretario del Ayuntamiento de Ezcaray, en el que empezó con una sustitución en 1994 y tres años después logró la plaza en propiedad. «Llevo 30 años a los pies del San Lorenzo, en los mejores pueblos», indica con una mezcla de satisfacción por los privilegiados destinos que le ha deparado el desempeño de su trabajo, y de orgullo por este. «Decía un compañero que somos ratas de biblioteca, siempre entre legajos y papeles, pero es lo que he elegido y me gusta, con sus pros y sus contras», asegura.
Dice de Ezcaray que «es una buena plaza para un secretario», y asegura que, en ella, «he aprendido mucho y trabajado mucho más, de 10 a 11 horas diarias». Uno de los 'peros' es que «te vas de vacaciones y te llaman», dice; o que su trabajo tiende a parecerse al de una funeraria, «24 horas disponible al día». Pieza imprescindible en el engranaje municipal, desde su puesto ha vivido muy de cerca la actualidad de la villa, y, en su relación de recuerdos evoca dos, uno al extremo del otro: el «más relevante», la rehabilitación de la Real Fábrica, que dejó un edificio en nada parecido a aquel otro destartalado al que llegó, casi ruinoso. «Me impactó cuando lo vi», evoca. Su peor recuerdo, la moción de censura contra el PSOE. «Fue un momento muy duro», recuerda por la tensión que aquello originó.
Él, siempre al margen. «Si te descuidas y te implicas en las cosas corres el rieso de no ser objetivo, y eso, la objetividad e imparcialidad, es muy importante en nuestra profesión», dice. Por eso no vota nunca en las elecciones municipales, sí en las autonómicas, generales o europeas. «Como todo hijo de vecino tengo mis criterios políticos, pero en las municipales no puedo votar porque el que gane será elegido y habré de trabajar con él los cuatro años siguientes», explica.
Su trabajo -el de los secretarios-, es 'vital' para el funcionamiento del Consistorio y, por ende, de la vida de los pueblos. «Somos el 'mal necesario' de los Ayuntamientos», resume Tomás, que subraya, entre otros muchos cometidos, el papel que ejercen como «garantes de la legalidad» y fedatarios públicos. Además, -dice-, «somos culpables de todo lo malo cuando las cosas salen mal, mientras que cuando salen bien el mérito es de otros. Estamos acostumbrados». También a cambiar cada cuatro años de jefe. «Hace poco leí que, para ser funcionario te piden carrera universitaria, titulación superior (según los casos); que te prepares un montón de años y que superes unas oposiciones, pero para ser alcalde o presidente no necesitas ni tan siquiera saber leer y escribir». Ahí lo deja, no sin observar que «los alcaldes son administradores» y que un Ayuntamiento «no es un cortijo». Es obvio, pero...
Pertenece a la promoción de 1988, que cumple ahora su 25 aniversario. Con esta excusa, sumada al hecho de que no existe un colegio oficial en La Rioja, quiere promover un encuentro de todos los secretarios municiales que ejercen su trabajo en esta comunidad, a fin de intercambiar impresiones sobre temas diversos, promover alguna actividad e, incluso, sopesar la posibilidad de organizarse. Éste es su llamamiento a todos sus compañeros, que ya saben donde localizarle: en el Ayuntamiento de Ezcaray, por supuesto.
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