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Wawrinka es felicitado por Nadal tras recibir su trofeo como campeón del Abierto de Australia. :: SAEED KHAN / AFP
Wawrinka se agiganta  ante un mermado Nadal
TENIS

Wawrinka se agiganta ante un mermado Nadal

Sin apenas poder moverse, el balear tiró de orgullo en la final de Australia ante el suizo, que logró su primer 'major'

VICTORIO CALERO

Lunes, 3 de febrero 2014, 00:28

«Lo intentaste. Fracasaste. No importa. Sigue intentándolo. Vuelve a fracasar. Fracasa mejor». Estas palabras tatuadas en el antebrazo de Wawrinka resumen a la perfección la final del Open de Australia del suizo y de Rafa Nadal. Por un lado sirven para representar la carrera del helvético, un tenista que ya tiene en su poder su primer título de 'Grand Slam' tras ganar su única final en un 'major'. Lo tiene porque derrotó ayer en la final de Australia (6-3, 6-2, 3-6 y 6-3) a un tenista al que no había ganado un solo set en su carrera. Una buena muestra de la machada que completó. Un duelo en el que arrolló a Nadal en el primer tramo, hasta que el español se rompió al comenzar el segundo set después de sentir molestias desde el peloteo. A partir de ese momento la batalla fue otra historia. Estaba lesionado. Otro se hubiese retirado. Él se mantuvo en pie y luchó lo que le dejó la espalda.

Lo intentó. Sin apenas poder moverse tiró de orgullo de campeón y convirtió su derrota en un triunfo deportivo. Así, muy mermado físicamente, sin apenas movilidad, consiguió hacer un set y llevar hasta el límite a su rival. Así llevó el partido a lo mental, donde estuvo cerca de provocar un cortocircuito en la cabeza de Wawrinka. Al final del partido, después de que el helvético celebrase muy tímidamente el triunfo, cuando se felicitaban en la red y el ganador le preguntaba sobre su estado físico, Nadal no quiso robarle el protagonismo. En la entrega de trofeos se pudieron ver lágrimas en los ojos de los dos tenistas. Pero el balear no buscó excusas, no quiso poner el foco de la final sobre su espalda. Era el día de Wawrinka, el partido en el que Nadal demostró que es capaz de vencer en la derrota. Además, a pesar de perder, amplía la ventaja sobre Djokovic en 3.710 puntos en la lucha por el número uno. De todos modos, el principal reto de Rafa es encontrarse en plenitud física.

La tormenta Wawrinka no esperó mucho en asomar. Los primeros relámpagos que salieron de su raqueta sorprendieron a Nadal al comenzar el duelo. El suizo se había dejado los nervios en el vestuario. Saltó a la pista mordiendo, sin miedos. Su revés a una mano, probablemente el mejor del circuito, era dinamita. Su servicio, muy depurado, le daba la iniciativa y aculaba a Nadal. El suizo era la viva imagen de la ambición. No miraba hacia atrás, no dudaba, no hacía rehenes. De su raqueta solo salían bombas en forma de tiros ganadores. Lo hacía todo perfecto ante un Nadal impotente

Tal era la seguridad del octavo cabeza de serie que sacó para cerrar el set, levantó un 0-40 en contra, encadenó cinco puntos consecutivos y obtuvo lo que buscaba: ganar su primer set en toda su carrera a Nadal.

Un primer parcial que le impulsó en el segundo. De primeras volvió a romper el servicio del balear. El español todavía sentía las cicatrices del acto inicial en cada paso. Y llegó ese quinto punto del tercer juego en el que cambió todo. Una derecha errada desencadenó todo. El número uno consiguió hacer el juego, pero el dolor le hizo parar. De hecho, se fue al vestuario por esas molestias. Regresó visiblemente dolorido. Los antiinflamatorios eran su esperanza. Pero no estaba en el partido. Por su cara parecía que podía romper a llorar en cualquier momento.

Duelo de mentes

Nadal regresó con servicios a 140 km/h. Un dolor que apenas le permitía sacar ni moverse. Se llevaba las manos a la cara en los descansos. El partido se había convertido en un drama con un tenista hundido. Era la viva imagen de la desolación. Y Wawrinka no perdonó y cerró el set. Nadal estaba fuera del encuentro, pero el orgullo y el respeto por la afición le impedían retirarse. Según se iba acostando el sol en tierras australianas, el partido se iba convirtiendo más en una batalla mental que física. El suizo peleaba contra su rival, la lesión, su mente y los nervios. Todo en un nuevo partido para él. Ahora tenía que ganarlo ante un tenista lesionado.

Y el suizo pagó esa presión. Ante un rival que apenas aguantaba de pie, la presión le pudo. Su cabeza daba vueltas y el brazo se encogía. Tanto que Nadal levantó un 15-40 en contra en el último juego del tercer set y lo cerró, de ahí el cabreo lógico de Wawrinka. Su bloqueo mental le había llevado a complicarse un partido que tenía ganado. Por un instante pareció que funcionaba y que Nadal tendría sus opciones. Duró poco tiempo. En otras circunstancias habría podido hacer temblar a su rival. Pero no era el día. En cuanto el campeón de Australia se centró desniveló de nuevo el duelo.

De todos modos, Nadal demostró en Melbourne que tiene más de siete vidas y después de que Wawrinka le rompiese su servicio y se pusiese 4-2, hizo el 'contrabreak'. Sin embargo, el suizo se volvió a crecer y cerró el torneo. Este lunes Wawrinka será el número 3 del mundo. Ya no será el otro suizo. Se lo ha ganado en este Open de Australia en el que Rafa Nadal ha demostrado que es también muy grande en la derrota.

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