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El 'Alpinismo bisexual' de Simón Elías no deja indiferente a nadie. :: DÍAZ URIEL
«Es más peligroso tener un pensamiento independiente que subir un ochomil»
CULTURA

«Es más peligroso tener un pensamiento independiente que subir un ochomil»

Simón Elías Alpinista y escritor

V. SOTO

Jueves, 12 de diciembre 2013, 10:05

Simón Elías (Logroño, 1975) es un hombre montaraz por nacimiento y elección. Aunque ha alcanzado su prestigio con piolets y crampones, lleva casi toda la vida afilando la pluma y dejando un buen reguero de artículos, reportajes y crónicas. La editorial Pepitas de Calabaza ha reunido en 'Alpinismo bisexual y otros escritos de altura' buena parte de estas breves piezas en las que la montaña es la excusa para una radiografía aguda e hilarante de seres humanos que aspiran a la gloria llevando calcetines con tomates.

- Su libro sorprende desde el título. ¿Por qué 'Alpinismo bisexual?

- Se trata de un concepto. Alpinismo es la búsqueda de la libertad; y la bisexualidad, el mayor aprovechamiento de los recursos. El libro está regido por eso, por ese pensamiento crítico, esa distancia con los acontecimientos.

- Principalmente, en los textos hay montaña, pero no la que estamos acostumbrados a ver, sino otra tratada con humor e ironía.

- Es que la montaña es bastante aburrida. Si quieres pasártelo bien, hay que tomar distancia. Es una respuesta al endiosamiento y a la falsa comprensión de la montaña.

- ¿Por qué 'falsa comprensión'?

- Parece que la montaña está ahora entendida por todo el mundo, cuando antes los que íbamos a ella éramos los incomprendidos. Se trataba de buscar la libertad, de ser más solidarios y mejores personas. Pero lo que está pasando es que los valores de la sociedad están fagocitando a la montaña. Lo comercial, las prisas, la competición, la búsqueda de la máxima dificultad, combinada con el éxito y la imagen, se ha metido hasta dentro de este mundo.

- Su forma de ver el alpinismo choca con lo convencional...

- Me gusta mucho más todo lo que tiene relación con una escalada que la escalada en sí. A la mayoría le gusta el hecho físico de realizar una gesta. Eso cada vez me importa menos. Antes de una ascensión hay mucho trabajo. Pero lo que nos han metido últimamente en la cabeza es que se trata exclusivamente de un ejercicio físico. Y no es cierto.

- En los medios, la montaña es el Himalaya y los ochomiles.

- Los catorce ochomiles interesaban en los 80. Aquí parece que los acabamos de descubrir con Juanito Oiarzábal, Edurne Pasabán. Con todos mis respetos a los dos, que son grandes personas, lo que ellos han hecho no ha sumado nada. Pero ni ellos ni ninguno que holla un ochomil, que sólo deja basura y descontento social. Es un circo, pero como parece que a los medios interesan los circos... Además, la mayoría de los que escriben lo hacen centrándose en el cronómetro y la épica, cuando hay más que contar de lo geográfico y lo lírico.

- Critica una parte de ese mundo, pero se le ve enganchado. ¿Por qué?

- Porque hay sitios maravillosos, lugares en los que todos estos problemas desaparecen, aunque cada vez haya que ir más lejos. Y siempre los encuentras porque, aunque cada vez se acerque más gente a la montaña, como no saben llegar, llevas siempre ventaja.

- ¿Es el monte una burbuja de libertad y aventura?

- La aventura es un espacio mental, un concepto. No hace falta viajar 4.000 kilómetros. Obviamente, el estar a esa distancia de la Guardia Civil ayuda mucho, pero si nosotros intentamos construir una idea de libertad en nuestra cabeza y de aventura, lo lograremos. Podemos ir a tomar vinos por la zona de la plaza de toros de Logroño, a la que no hemos ido jamás, y viviremos una tarde que nunca habíamos concebido. Así que la aventura tiene esas dos partes, el concepto geográfico y también el concepto mental.

- Pero el alpinismo conlleva un fuerte grado de peligro. ¿Tienen los alpinistas siempre encendido el piloto de alarma?

- En cuanto sales del asfalto. En la sociedad hay reglas, al igual que en la naturaleza, pero incumplirlas ahí fuera puede conllevar un precio muy alto. Otra cosa es que hay veces que minimices el peligro. La línea entre la valentía y la estupidez es muy fina. Nunca sabes si estás en uno u otro lado. En mi caso, podía haber muerto en muchísimas ocasiones, pero por suerte, por compañeros y otras veces no sé ni por qué, por cosas más allá de la fortuna, de orden divino, me he salvado. Llegado un momento después de tantos años de montaña, lo interesante es sobrevivir. Don Willhans decía que había dos tipos de escaladores: los estúpidos y los que mueren de viejos. Aunque el libro va de los estúpidos, en la vida real hay que intentar ser de los segundos.

- ¿Le han quitado los años ganas de exponerse?

- No porque sería un cínico. Con casi 40 años, si quieres vivir en ese estadio de búsqueda de libertad, del individuo, tienes que afrontar esos peligros. No vale decir: ahora soy mayor, me caso, me hago socio del Logroñés y voy a la iglesia. No me lo perdonaría jamás. Me tiraría al Ebro. Para seguir manteniendo una coherencia interna, tienes que seguir asumiendo peligros, aunque sea en diferentes grados. Es el riesgo de la independencia de pensamiento.

- Eso sí parece realmente peligroso...

- Tener un pensamiento independiente hoy en día es bastante más peligroso que subir cualquiera de los catorce ochomiles. Pero hay que intentarlo.

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